La realización documental y las pautas básicas de elección del tema y tratamiento del mismo. Vicisitudes y vivencias de un rodaje documental en el Penal de Mujeres. Las enseñanzas que se rescatan al dirigir un trabajo documental.
Por Pablo Argañarás, Lic. en Cine y Televisión
Cuando me dispongo a barajar ideas con el fin de realizar un trabajo documental para cine, son varias las cuestiones que tengo en cuenta, pero hay solo una que me hace llegar a la línea de la meta, es decir, al estreno del film. Esta es el enamorarme de un tema, una situación, algo que me haga continuar pese a los mil percances de producir una película independiente en Santiago del Estero, Argentina.
En los años 2009 - 2010 me enamoré de un grupo de personas. Tuve la necesidad de retratarlas y mostrar su realidad a través del ojo de mi cámara. Por esas cosas de la vida conocí a un grupo musical maravilloso de mi provincia que se llamaba "Ojos del Cielo", su nombre se debía a la condición de no videntes de dos de sus integrantes. El líder del grupo era un histórico en la música santiagueña, "Tucho" Ruffa. Conversando con él, me contó de la banda y también me habló de su trabajo cotidiano yendo al Penal de Mujeres a enseñar canto con el fin de armar un coro de reclusas. Esto lo hacía en conjunto con Hugo Ibáñez, su compañero en "Ojos de Cielo", uno de los no videntes. Ruffa me dijo una frase en esa conversación que a posteriori sería el nombre de la película: "Nosotros llevamos esperanza a través del canto, les llevamos unas migajas de libertad a las chicas".
Me pareció maravilloso esto de armar un coro de reclusas en un Penal de Mujeres, y coordinamos para ir a presenciar una clase. Varias cosas me sorprendieron para bien en esa primera visita: el buen trato y predisposición de las autoridades de la cárcel para con nosotros, su idea de incorporar talleres de arte para el mejoramiento de la calidad de vida de las reclusas, la excelente atención del personal del Servicio Penitenciario y el ansia de aprender de las mujeres privadas de su libertad.
Las chicas se vestían con sus mejores prendas para asistir al taller de canto, se perfumaban, peinaban y maquillaban, eran atentas y educadas con los profesores. Obedecían al pie de la letra las indicaciones de ellos y ensayaban hasta el cansancio. Todo lo contrario a lo que mi prejuicio me había dictado.
Con los permisos de rigor comenzamos el rodaje del documental. Filmamos varios encuentros, muchos. Recuerdo que mis amigos y familiares me decían que estaba loco de pasar mis vacaciones de ese verano en una cárcel. Nunca supe la condena en años de las reclusas ni los motivos de su encarcelación, no podía preguntarles a ellas esto ni acceder a esta información. Todas las entrevistas y las filmaciones eran monitoreadas por cuatro agentes del Servicio Penitenciario, una marca a presión todo el tiempo.
Poco a poco se fueron relajando las mujeres a mi presencia y a la del equipo técnico de trabajo. Al tiempo ya era lo cotidiano para ellas nuestra labor. Allí se hicieron añicos mis preconceptos y cargas preconcebidas que tiene uno sobre la cotidianeidad en una cárcel. Aprendí de la atroz condena que es estar privado de la libertad. Como las paredes se hacen gigantes, como falta el aire, el ahogo de estar siempre en el mismo sitio. Las rutinas infinitas y el tedio. Extrañar todo y a todos. El arrepentimiento, la conciencia que no para, el "que hubiese sido si no hubiera hecho tal o cual cosa", la cabeza que no cesa, la acidez de los olores, el moho dibujando los muros, los pensamientos que devoran los sesos, el insomnio, la transpiración, las ansias. La luz esquiva que solo es asequible a través de unos rayos mezquinos de sol.
Comprendí la dureza de estar preso, privado de la libertad. Lo antinatural de ello. Lo alienante. Lo deshumanizante. Allí las reclusas me enseñaron de la libertad. Como el cantar libera el alma. Como al proyectar la voz se mitiga la tristeza. Como las voces en conjunto pueden soltar cadenas. La expresión a través del canto podía obrar en ellas como un catalizador a tanto pesar.
Cuando filmo un documental, siempre lo hago pensando que el público pueda apreciar una forma diferente de ver las cosas y se sienta modificado en algún punto. Lo que nadie sabe es que inevitablemente uno como persona y realizador nunca será ya el mismo. El que más se modifica siempre es uno mismo.