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Opinión y Actualidad

Crítica de "Joker: Folie à Deux"

Joaquin Phoenix y Lady Gaga hacen implosionar el universo superheroico en la gloriosa "Joker: Folie à Deux" que Todd Phillips ha presentado en la Competición Oficial del Festival de Venecia.

06/09/2024

Por Manu Yáñez
Para Fotogramas

Los cinéfilos conservamos en lo más profundo de nuestro corazón aquella escena de ‘Two Lovers’ de James Gray en la que Joaquin Phoenix, inspirado por su amor hacia el personaje de Gwyneth Paltrow, asaltaba una pista de baile y la convertía en su fiesta particular. Poco importaba que los movimientos del actor no fuesen especialmente elegantes o estilizados; su capacidad para representar el éxtasis de la pasión amorosa trascendía cualquier idea de virtuosismo. Dieciséis años después de la obra maestra de Gray, nos reencontramos con el mismo Phoenix, dispuesto a convertir ‘Joker: Folie à Deux’ en otro tempestuoso campo de batalla actoral. Sí, aquí Phoenix vuelve a bailar, porque la secuela de ‘Joker’ es un musical en toda regla. En ocasiones, el baile es tosco, casi ortopédico, pero otras veces Phoenix demuestra su profesionalidad al marcarse un brillante zapateado de claqué –si el modelo del primer ‘Joker’ era el Robert De Niro de ‘El rey de la comedia’, el de ‘Joker: Folie à Deux’ sería un híbrido entre Fred Astaire y el Freddie Quell al que el propio Phoenix inmortalizó en la torturada ‘The Master’ de Paul Thomas Anderson–.

Pero, más allá del baile, el golpe de gracia del nuevo trabajo de Todd Phillips está en el acercamiento al canto. ¿Hay algo más confesional que el modo en que entonamos una canción? ¿Se puede ocultar algo cuando hacemos vibrar sin ambages nuestras cuerdas vocales? Consciente de este imposible, Phoenix se entrega a un ejercicio kamikaze de sinceridad vocal. Entonando un impensable medley de standards americanos, Phoenix escupe bocanadas de verdad con su voz cavernosa (¿es Leonard Cohen su modelo?), aunque también es capaz de afilar la agudez de su timbre vocal para sublimar la gloria y la desesperación de su personaje, que ya importa poco si se llama Joker o Arthur Fleck; es solo un hombre herido en un mundo a la deriva.

‘Joker: Folie à Deux’ arranca allí donde terminaba ‘Joker’. Arthur Fleck está a la espera de ser juzgado por el asesinato de cinco personas, la última de las cuales fue asesinada “en televisión, en directo”. Su abogada, interpretada por Catherine Keener, está convencida de que la mejor manera de salvar a Arthur es convencer al jurado de que el bufonesco homicida sufre un trastorno de doble personalidad –una tesis que se presenta en el maravilloso corto animado de Silvain Chomet que inaugura la película–. Todo parece preparado para desplegarse como un thriller judicial con el trasfondo de la brutalidad policial que Arthur sufre en su presidio (este crítico advirtió una referencia velada al asesinato de George Floyd a manos de la policía de Mineápolis). Sin embargo, la película toma un rumbo tan inesperado como bienvenido cuando, de la mano del personaje de Harley Quinn (Lady Gaga), y del amor que ella despierta en Arthur, las canciones se apoderan del film. El primer número musical, en el que Phoenix chapurrea el ‘For Once in my Life’ de Steve Wonder, ilustra la valentía formal de Phillips, que renuncia a apoyarse en ningún artificio escénico. Ahí está Phoenix, solo ante la cámara, sin red, colmando de esperanza y magia romántica la desangelada sala de descanso de una mugrienta prisión.

El principal referente formal de ‘Joker: Folie à Deux’ es el trabajo del dramaturgo británico Dennis Potter en las series ‘Pennies from Heaven’ (1978) y ‘The Singing Detective’ (1986), en las que los personajes expresaban sus sentimientos poniéndose a cantar canciones populares, muchas de ellas de las décadas de 1940 y 1950. Potter construyó su universo sobre la frontera entre la realidad de sus personajes y la fantasía romántica de los géneros fílmicos y literarios. Por su parte, Phillips recorre esa frontera con una libertad asombrosa. Hay momentos en los que los números musicales caen del lado de lo real, como el de Phoenix con ‘For Once in My Life’, o la interpretación que regala Lady Gaga del ‘That’s Entertainment’ de la película ‘Melodías de Broadway’ cuando se encamina hacia los tribunales en los que se va a juzgar a Fleck. Pero luego hay otros pasajes en los que la fantasía se apodera de la representación, como cuando el vínculo de comprensión y afecto entre el Joker y Harley Queen se celebra al son del tema ‘Bewitched (Bothered and Bewildered)’, compuesto por Richard Rodgers y Lorenz Hart para el musical ‘Pal Joey’, o cuando Arthur se viene arriba cantando el tema ‘The Joker’ que inmortalizó Shirley Bassey.

Ver a Phoenix y Lady Gaga inyectando nueva vida a estos temas del repertorio popular yanki es un espectáculo único, pero esto no significa que la trama de ‘Joker: Folie à Deux’ no tenga una entidad propia, más allá de las canciones. Prolongando su mirada crítica hacia la América contemporánea, Phillips apunta con precisión y furia contra varias lacras del mundo moderno, como el apego de los medios de comunicación al sensacionalismo, o la violencia que se extiende por las instituciones judiciales, policiales y políticas. Incluso es posible encontrar en esta secuela una corrección de la ambigüedad que podía existir en ‘Joker’ respecto al retrato (elogioso o despectivo) de la figura del líder populista revolucionario. ‘Joker: Folie à Deux’ aclara la cuestión cuando, en una escena cuya iconografía remite a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Arthur Fleck/El Joker se convierte en víctima del fanatismo de una masa enfurecida que bien podría estar formada por seguidores de Donald Trump.

Pero el logro definitivo de ‘Joker: Folie à Deux’ consiste en humanizar hasta límites insospechados al villano del universo de Batman, un gesto que conlleva una negativa a dejarse embelesar por las fantasías superheroicas que marcan el presente de la industria de Hollywood y las grandes plataformas. De hecho, la dimensión trágica del relato se activa cuando el Joker se cuestiona el sentido de seguir participando en el esperpento mediático que le rodea, que podría verse como una metáfora del circo de bufones enmascarados en el que se ha convertido la meca del cine. Phillips y Phoenix no dejan títere con cabeza, arriesgándose incluso a despertar la animadversión de los adeptos a la mitología superheroica. La historia de ‘Joker: Folie à Deux’ despliega un brillo romántico cuando transcurre en los límites de la imaginación del protagonista, pero Phillips se encarga de dejar bien claro que, más allá de la fantasía evasiva, hay un mundo real cada vez más vaciado de esperanza. ‘That’s Life’ (‘Así es la vida’), que cantaba Frank Sinatra, y que canta Joaquin Phoenix en una película aparentemente descreída y fatalista, pero también tocada por una humanidad profunda.

En una escena del primer ‘Joker’, Arthur contemplaba unas imágenes de ‘Tiempos modernos’ de Charles Chaplin. En ‘Joker: Folie à Deux’, la imagen de Charlot aparece fugazmente en el corto animado que abre la película, pero la figura que viene a la cabeza a lo largo del film es el cínico asesino de mujeres al que Chaplin interpretó en su visionaria ‘Monsieur Verdoux’. Como analizó en su día el gran crítico André Bazin, ‘Monsieur Verdoux’ confrontaba al espectador a la destrucción del mito de Charlot (¿cómo era posible que Chaplin interpretara a un criminal despiadado?). Pero lo cierto es que, detrás de la máscara del asesino, era imposible no ver la humanidad del director de ‘El gran dictador’. Algo parecido ocurre con la figura de Joaquin Phoenix en ‘Joker: Folie à Deux’. En la capa más superficial del personaje, reconocemos su villanía, su condición homicida, pero en lo más profundo, detrás del maquillaje de payaso, descubrimos y nos acabamos identificando con un hombre sensible, condenado a la más extrema vulnerabilidad por su honda capacidad de amar.

Para reconciliarse con la capacidad de transgresión del gran cine de Hollywood.