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Opinión y Actualidad

Una colecta para Alberto

“Estoy entre la espada y la pared, entre no poder seguir difundiendo mi actividad lícita que permite llevar el pan a la mesa” (De Alberto Fernández)

25/08/2024

Por Graciela Guadalupe para La Nación

Esta pequeña columna tiene hoy un gran propósito: hacer una vaquita para que el exprofe-presidente pueda tener una vida digna.  El 10 de diciembre se le terminaron los castings triple X en la quinta  de Olivos y en Balcarce 50, vive en un departamento prestado, perdió el  trabajo como docente en la UBA y la Justicia le secuestró el celular. O  sea, no tiene ni para llamar a un doble de delivery que le alcance dos empanadas de utilería.

Tristeza infinita la del autopercibido prócer que pretendía pasar a la historia como estadista y que está entrando en ella, pero como estadística. “Es el peor de todos”, dicen ahora los que veían en él poco menos que la reencarnación de Martin Luther King.

No me diga, querido lector, que el hombre no tiene derecho a quejarse porque le acaban de conceder una jubilación de privilegio de 14 millones de pesos mensuales, con un retroactivo de 32 millones más.  Hay que entender que tiene tantos frentes judiciales abiertos que,  entre facturas pendientes, multas, moratorias, manutenciones y  honorarios de abogados no le va a quedar un peso.

Sin ir más lejos, acaban de conocerse nuevos chats entre él y Fabiola donde le decía: “De un modo u otro ya tengo preservado tu futuro y el  de Francisco”. El hecho de que no haya aclarado a que “modos” se refería  no desmerece el tono previsor de la admonición. Hay silencios muy costosos.

Tan consciente está Alberto de su bancarrota que le abrió su corazón al funcionario judicial ante quien presentó una medida cautelar para pedir que le devuelvan el celular. No solo eso: también le reclamó que ordene a los medios de prensa, a Google, Facebook, X y Yahoo dejar de difundir sus videos íntimos. Zafó San Pedro. Debe ser porque la nube que él administra no es la que almacena los datos. Una cosa es un servidor de Cristo y otra de una empresa de tecnología.

“Me encuentro entre la espada y la pared, entre no poder seguir difundiendo mi actividad lícita que permite llevar el pan a la mesa”, escribió Alberto. Que no pueda  seguir difundiendo su “actividad lícita” es toda una definición. ¿Qué tipo de actividad habrá estado difundiendo antes?

También  abogó ante la Justicia por la “innegable urgencia en desarrollar una  ética de los medios de comunicación social que les posibilite encontrar  sus propios límites sin avanzar sobre derechos personalísimos”. Leer a  Alberto pontificando sobre ética y límites es casi la admisión de un hombre roto. Y como, para cada roto siempre  hay un descosido, es un buen momento para ponerle el hombro a quien, por  lo que se ve, ya nadie volvería a ponerle un voto.

Nunca hubo  tanto valor digital creado sobre las fronteras, ni tantos inventos  patentados por grupos heteronacionales, ni tanto comercio de servicios,  ni tanta asociación de empresas con organismos no gubernamentales para  innovar y disrumpir; nunca hubo tanta iniciativa privada en el espacio  celeste, ni tanto valor intangible y no basado en soportes físicos en  las empresas multinacionales.

Las  cadenas globales son hoy redes de innovación en las que el saber  supranacional genera la riqueza y los mercados financieros promueven  emprendimientos que ni las sorprendidas regulaciones nacionales tienen  dentro de su objeto.

Nunca  hubo tanta iniciativa privada en el espacio celeste, ni tanto valor  intangible y no basado en soportes físicos en las empresas  multinacionales

Así,  mientras el siglo XX estuvo enmarcado por hechos políticos (las guerras  mundiales, la formación de la Unión Europea, la caída del Muro de  Berlín, la creación de los organismos multilaterales de posguerra), en  el siglo XXI la referencia es la irrupción de la inteligencia  artificial, la computación cuántica, las superapps, la plataformización,  blockchain, los super avances genéticos, la revolución verde (greetech) y otros componentes de las grandes trasformaciones que están dándole a lo no-político una fuerza inevitable.

El mundo está en tensión

En  realidad, la nueva globalización ocurre tironeando entre siete fuerzas  (viejas y nuevas) que interactúan. Y la pregunta a hacerse es cuáles de  esas siete prevalecerán y cuáles sucumbirán.

De  esas siete fuerzas, dos provienen de lo tradicional, aunque están  siendo cambiadas: la primera son los países (que desalientan negocios  entre adversarios, pero también crean alianzas entre amigos); y la  segunda las fuerzas militares, que ya no son solo nacionales -ejércitos-  sino que las hay supranacionales -como la renovada OTAN- y aún  paranacionales -como Hezbollah o Hamas- o contranacionales -como el  grupo Wagner-.

Esas  dos fuerzas, sin embargo, están amenazadas por una tercera que no es  controlable por la política: los “mega acontecimientos vitales”  inmanejables en el clima, la cultura, la salud universal y los cambios  sociológicos (migraciones, nuevas generaciones emergentes, grupos  rupturistas de la calma social).

Pero esas  tres fuerzas conviven con otras cuatro emergentes y no tradicionales:  las empresas globales que han adquirido más poder que ningún otro tipo  de organización (creadoras del nuevo valor económico, social y  tecnológico); los inventores creadores del nuevo conocimiento  (universidades, institutos, redes de actores diversos -que crean el  saber que modifica realidades); las meras personas individuales  crecientemente globales (que a través de la nueva internet se han  transformado en seres socio-digitales con incremental deslocalización  geográfica en sus relaciones, consumos y movimientos); y los nuevos  líderes (neoempresarios, influyentes globales, activistas tecnológicos,  disruptores múltiples).

Esta  nueva globalización no es ya la de los puertos, las aduanas, los  contenedores y los barcos. Es la de los flujos socio-digitales -que  confirman la universalidad-, las nuevas generaciones supranacionales y  la transformación sociológica de patrones y valores.

Esta  nueva globalización no es ya la de los puertos, las aduanas, los  contenedores y los barcos. Es la de los flujos socio-digitales -que  confirman la universalidad-

Y,  para administrar el tenso proceso, habrá que preparar no solo  instrumentos públicos (muchos de ellos ya son no-gubernamentales y  meramente “sociales”) sino también mecanismos de comprensión,  administración y proactividad hacia un nuevo progreso.

El autor es Especialista en negocios internacionales, Presidente de la International Chamber of Commerce en Argentina