Anécdotas de la infancia del primer acercamiento al cine. La infancia y la gestión de las emociones. El arte como catalizador de emociones. El séptimo arte y lo lúdico de lo audiovisual en la primera edad.
Por Pablo Argañarás, Lic. En Cine y Televisión
La escuela primaria yo la efectué en el Colegio San José. Desde mis seis hasta mis once años curse en el turno tarde. Sexto y séptimo grado lo hice por las mañanas. A finales de mi quinto grado nació mi hermana menor, María Alejandra y como mis padres trabajaban mañana y tarde ella quedaba a mi cuidado por las siestas.
Ese quinto grado fue especial por la venida al mundo de Alejandra y por otro acontecimiento que marcaría mi infancia.
Una siesta en el colegio me di cuenta que había unos movimientos extraños. Gente que no conocía pasó al patio. Descargaron unos aparatos color negro mate. Alcancé a ver unos cables, unos parlantes y una cosa que tenía como una lente. Estaba más entretenida esa especie de mudanza de equipos en el patio que la clase en cuestión. Al rato uno de los curas hablaba con uno de los tres hombres que bajaron los equipos y haciendo unas señas le explicaba algo. Ese sacerdote era de gesticular mucho y era el director del turno tarde. Con unas señas le indicó el lugar donde hacer entrar esos aparatos.
Yo estaba medio triste porque sabía que ya no iba a estar más con mis compañeros de toda mi infancia y, por otro lado, alegre por mi hermanita en camino. A los diez años uno no sabe gestionar las emociones... Pronto nacería ella y tendría que cambiar el turno de la escuela. A mis compañeros no les dije nada. No quería esas tristes despedidas, jamás me gustaron.
Terminó la hora y en el recreo nos dijeron que guardemos los útiles y los libros ya que iríamos a ver una película. Yo rápidamente acomodé todo y salí disparado para el lugar donde habían metido todos los equipos. Llegué y estaban los hombres a quienes había visto por la ventana armando un aparato. Pusieron una mesa y colocaron el "mamotreto" encima. Lo enchufaron, encendieron y "escupió" un haz de luz hacia la pantalla que ya estaba emplazada en el otro extremo de la sala. Luego colocaron los parlantes con unos cables. Colocaron unos carretes y empezaron verse unas imágenes de naves espaciales. Subían y bajaban el volumen. Uno de ellos dijo que ahí el sonido estaba bien. Luego otro empezó a tocar el extremo del aparato y empezó a verse desenfocado más y más. Luego de a poco empezó a darle nitidez a la imagen. El mismo que había dado la orden del sonido le dijo a este hombre que ahí era, que dejara el "foco" allí. Quedó la imagen bien nítida en la pantalla.
Me aproximé a él y le pregunté qué íbamos a ver y me contestó "La guerra de las galaxias". Sonreí porque asocié el nombre a las naves espaciales que acababa de observar. Le pregunté al hombre que era ese aparato y me dijo que era un proyector, que con eso iban a poder mostrarnos la película. Sonó el timbre y me dijo que fuese al grado que me iban a estar buscando. Lo saludé con mi mano mientras observaba la sala vacía con todo montado. Rápidamente fui al grado y les conté a mis compañeros. A ellos ya les habían avisado que íbamos a ver una película. En un rato nos buscarían para llevarnos a la sala.
Les conté a ellos el nombre de la película, las imágenes que había visto y que había un proyector. Al rato entro el Profesor Herrera, así recuerdo se llamaba el buen hombre ese, y nos llevo a esa sala de cine improvisada. Llegaron más cursos con sus respectivos maestros. Luego vinieron los curas quienes después de sentarse le dieron la orden al proyeccionista para que empiece la película.
Se apagaron las luces y empezó el ruido del proyector a sentirse del fondo, luego quedó tapado por la música, las voces y los ruidos de la película. Las letras amarillas que se alejaban y la música con las naves que se disparaban con rayos verdes me dispusieron a prestar atención a la pantalla.
De tanto en tanto se me venía a la mente que no iba a estar al año próximo con estas personas. Y con el reflejo de la pantalla miraba a mis compañeros, a mi maestro y a los curas. Hasta que empezaron los Jedis a pelear con los sables luminosos y mi atención fue solo para ellos.