El optimismo y el pesimismo. La imposición del optimismo. Las artes y las caricaturas de la felicidad. La impostura de risa forzada. Las redes sociales y el bienestar eterno.
Por Pablo Argañarás, Lic. en Cine y Televisión
De manera recurrente nos saludamos preguntando que tal estamos. Como respuesta, automáticamente respondemos que bien. El que pregunta no tiene real interés al preguntar, y el que responde no tiene ganas de enumerar los mil y un problemas que lo aquejan. Palabras vanas, saludos obvios, palabras que se las lleva el viento.
Llevar una sonrisa en la cara como obligación. Como si nada sucediese y de manera automática deberíamos ser felices las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Ese tan mentado y bien visto optimismo a rajatabla. El marketing de la felicidad a toda costa. Libros de autoayuda, coaching, tarot, quiromancia y flores de Bach. La felicidad cómo sea. La sonrisa color verde esperanza como la tan famosa canción. La sonrisa tipo mueca idiota que ya se hizo hasta emoticón. Ser feliz a cómo de lugar. Ser feliz absortos en una sonrisa que esconde mil lágrimas.
En el cine y la televisión eran famosos los payasos que animaban las escenas. Mal pagos, con hambre y dramas de toda índole. La sonrisa pintada y las lágrimas cayendo por el rostro blanco de maquillaje que se va corriendo. El payaso que llora. Todo un símbolo. Sonreír en Instagram, Facebook, TikTok y perfil de WhatsApp. Sonreír en cada posteo.
Caminar sonriendo a quienes nos observan en la calle. A lo payaso. A lo bufón de la corte. La mueca de la sonrisa levantando las comisuras de los labios, abriendo un poco los labios dejando ver los dientes. Los dichos que avalan la obligatoriedad de la felicidad. "A mal tiempo buena cara", " sonreírle a la vida", y mil dichos populares más.
La imposición del bienestar. La falta de tolerancia a la frustración. El exitismo de "prepo".
La música avalando la felicidad. Palito Ortega cantando su hit desde los años '70. Cómo máscaras sonrientes ocultamos los rostros detrás, para no parecer humanos. Para no dar a conocer el sentimiento. Ocultando los sentires. Tapando las lágrimas. Tragando saliva con un nudo en la garganta. Menos aún los hombres. Los hombres no lloran. Es de índole femenino el llanto. Cómo un desahogo al maltrato. Las féminas lagrimeantes. Siempre débiles. Los machos no lloran.
"Que no te vean llorar, que van a decir...”, "Secate esas lágrimas y después salí...", "Se llora dentro de las cuatro paredes de la casa...", "Pone buena cara, cambia esa cara", frases que escuchamos y decimos en la cotidianidad.
El arte cómo válvula de escape de las lágrimas. Meterse en un cine a llorar a cántaros. Hacer catarsis con una película. Llorar por la película, pero más aún por lo que nos pasa a nosotros. La inacabable tragedia. El drama griego. Creado allá lejos y hace tiempo. Siempre vigente. Cómo la vida que no nos da respiro. Las dos caras que simbolizan a la comedia y la tragedia. La sonrisa y el llanto.
Forzar hasta la perversión el bienestar. La obscenidad de la carcajada. Los dientes blancos de una sonrisa estética. Lo antiestético de la lágrima cayendo arruinando un maquillaje. El pecado de la risa para la religión católica. Odas al sufrimiento. Al sacrificio. "Lo bueno cuesta"... "Lo que fácil viene, fácil se va".
La seriedad de la foto para el trámite. La cara de circunstancia de la foto carnet. La sonrisas bobas de los novios en la iglesia sin saber lo que les espera. El llanto de los bebés al nacer y las sonrisas de los viejos antes de morir, cómo presagiando unos y otros algo al llegar y al irse.
"Señor sonría que lo estamos filmando"... Y no quiero, no tengo ganas, y sino te sirve espera y busca a alguien que no tenga un mal día. Me desperté con el pie izquierdo, cruce un gato negro, pasé por debajo de una escalera y mi mujer me engañó. Mi vida es un tango. Hoy, justo hoy, no me sale sonreír. Discúlpame querida. Busca otra persona para que hoy te sonría. No siempre el show debe continuar...