Santiago del Estero, Lunes 01
Julio de 2024
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Opinión y Actualidad

Existencia

Concepciones del sentido de la vida. La importancia de la elección profesional. El llamado de la vocación. La coherencia y la importancia de esta en la vida cotidiana.

29/06/2024

Por Pablo Argañarás, Lic. en Cine y Televisión
La imagen no basta. Hay veces que los recuerdos nos inundan.  Y no nos alcanzan las imágenes de quienes no están.  Tampoco interesan los motivos por el cual ya no están a nuestro lado.  Quizás es mejor no acordarnos.  Pero la insistencia de la memoria es tan fuerte que inexorablemente volvemos a esos momentos. Obstinadamente terminamos en esos aromas, sonidos e imágenes.  Y no me son suficientes los recuerdos.

Desde que nacemos se activa un reloj en cuenta decreciente, segundo a segundo hacia nuestra inevitable muerte.  Inventamos religiones, filosofías y corrientes metafísicas de manera caprichosa,  intentando explicar el misterio de lo inexplicable. Buscamos darle sentido a este tiempo menguante. De una y mil manera diferentes.  Creamos.  Procreamos. Aun así carece de todo sentido.

El espejo nos devuelve siempre y de manera atroz una imagen que siempre será más vieja de nosotros mismos.  La existencia carece de filtros.  Las cirugías no hacen mella en el alma.  Las noches son tan oscuras y los días tan brillantes.  La obviedad se hace evidente como mirarnos en imágenes del pasado y observarnos más jóvenes. Sin pócimas ni hechizos vamos camino a nuestro fin.  Indeclinablemente el tic tac de las agujas del reloj nos conducen a nuestro fin.

Irresponsablemente no nos percatamos de ello.  Vivimos nuestras vidas como si jamás fuese a culminar.   Cual inmortales transitamos paso a paso creyendo que somos importantes para algo en este lugar.   Lamento escribir que carecemos de alguna minúscula importancia.  Nos iremos y al cabo de unos años nadie sabrá de nuestro paso por aquí.  A lo sumo alguno que otro trascenderá unas cuantas generaciones como referente de algo.

La igualdad del nacer… y de la finitud.  Todos lo somos al iniciar y terminar el camino.  En el medio algunos podrán ilusionarse con acumular tal o cual cosa pueril.  Al final todos seremos alimentos de gusanos.  Como lo fueron todos aquellos que alguna vez pasaron por aquí.  Nadie se acordará en un futuro de nuestra imagen, nombre o canciones.  Nadie sabrá de nuestros sueños, disputas y desavenencias.  Nadie rememorará alegrías o victorias.  Jamás se conocerán las derrotas sufridas.  Absolutamente todo será eliminado y reciclado.  Dicen que las energías mutarán en otras personas futuras, también que iremos al cielo o al infierno según nuestro comportamiento terrenal. Opinan otros que nos reencarnaremos en tortugas o pescados, gatos o unicornios. Aseveran algunos que reiniciaremos otra vida en un cuerpo nuevo, cíclicamente.  Otros, que luego de esta vida nos espera la nada.  Teorías de fila de espera hacia la oficina de la muerte.  Nadie regresó jamás.  Y como buenos seres humanos hipotetizamos.   Imaginamos y suponemos.  Peor aún aseveramos y nos peleamos contra quienes no piensan igual.  Armamos ejércitos y guerras en nombre de la futura muerte…  La aproximamos aún más.

Creo en mi experiencia que los instantes que más vivo me sentí es cuando puede ser coherente con mis deseos. Cuando obré de acuerdo a lo que pensé.   Tuve la sensación de darle un sentido a mi existencia cuando fui en la búsqueda de aquello por lo cual estaba convencido de merecer la pena de invertir mi tiempo.   Basado en ello pienso que mi vocación me salvó de la muerte un poco.   Cuando invierto tiempo en lo que me gusta hacer  y en lo que elijo hacer el tiempo se diluye.  Se ralentiza.  Quedo absorto en esa actividad.  Quizás sea una especie de evasión.  O una mera ilusión más de otorgarle algún tipo de sentido a la vida.

Cuando filmo, al igual que cuando amo lo hago con todas mis fuerzas.  Trato de dejar todo de mí.   No me guardo ni un cachito en algún bolsillo del ser.  Es mi manera de vivir esta vida.  Dejando todo en la cancha.  Por lo general esto me trae luego mucha tranquilidad.  Mirando para atrás no tengo nada pendiente.  Amé todo lo que pude.  Y filmé de la misma manera.   Evidentemente tengo asociados los conceptos del amor y de mi profesión.  Tal vez ese sea mi salvavidas existencial.  Ese que no me deja ahogar en el mar de la apatía.

Las imágenes no bastan. Nunca lo hicieron.  Mucho mejor dar ese abrazo o ese beso.  Tal vez desahogar ese insulto atragantado.  Mirarnos en el espejo y sabernos íntegros.  Sin faltarnos el respeto a nosotros mismos.  Y al quedarnos solos, en nuestra conciencia, saber que hicimos todo lo que debíamos haber hecho.  Saber vivir la vida sin saldos.  Ni a favor ni en contra.  Irnos de aquí como llegamos, sin nada.  Nada que arrepentirnos.  Nada que vanagloriarnos.  Irnos en paz. Con nosotros mismos.  Como seguramente nos iremos.  Solos.