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Opinión y Actualidad

Argentina y el FMI, a las puertas de un tercer tiempo

Uno de los puntos más álgidos de esta nueva saga FMI-Argentina es la discusión por el tipo de cambio.

23/06/2024

Por Alejandro Vanoli, en diario Ámbito
Esta semana se agudizó el debate cambiario a partir de la emisión del reporte del staff del FMI, en el marco de la octava revisión de la Facilidad Ampliada (EFF) firmada en 2022, donde surge la estrategia del equipo económico y la visión del propio Fondo.

El FMI está disputando un “tercer tiempo” luego de dos sonoros fracasos. El primer tiempo fue el sostenimiento y abandono del apoyo al Plan de Convertibilidad lo que motivó la creación de la Oficina de Evaluación Independiente que hizo un lapidario informe en 2004 sobre el rol del Organismo en el (des)manejo del caso argentino.

El segundo tiempo fue el mega crédito de 2018 en el que se aprobaron el desembolso de u$s44 mil millones de los casi u$s55 mil millones acordados. Si bien en el “segundo tiempo” el staff del FMI se cubrió diciendo que la deuda argentina era “altamente insustentable” el Gobierno de Trump forzó un crédito récord que no pudo evitar la crisis cambiaria del Gobierno de Macri.

Uno de los puntos más álgidos de este “tercer tiempo” que vivimos en la actualidad como nueva saga FMI-Argentina es la discusión por el tipo de cambio. Dijimos la semana pasada en otra nota que el tipo de cambio tiene un retraso del orden del 30%, respecto al promedio de 2018-2019 previo a las restricciones cambiarias que reintrodujo en septiembre de 2019 el Gobierno de Macri.

Si bien el Relevamiento de Expectativas de Mercado del BCRA a mayo prevé un escenario de dólar a $1.429 en un año (probablemente corrija al alza en el REM de junio), los futuros prevén una devaluación a $1.300 entre marzo y abril de 2025, nivel implícito que ya tiene a hoy el BOPREAL.

El mercado de bonos y acciones ya ha corregido a la baja estas semanas y los dólares implícitos MEP y CCL reflejan un tipo de cambio de entre $1.275 y $1.290 cercano al tipo de cambio unificado que espera el FMI, en el marco de un nuevo acuerdo.

La especulación se centra en el futuro del dólar exportador que el FMI anunció que se eliminaba a fin de mes lo que fue desmentido por el Gobierno y en el “timing” de la unificación cambiaria.

Resulta evidente que una eliminación total del cepo implica una devaluación inicial del 30%, salvo un desembolso de fondos no menor a u$s15 mil millones, dada la dinámica esperable de oferta y demanda de divisas como analizamos en detalle la semana pasada.

Será difícil que el Gobierno consiga en el corto plazo más de u$s10 mil millones entre el FMI y Organismos Internacionales, salvo un monto adicional ligado a alguna operación de mercado que incluya un puente de venta de activos, privatizaciones, concesiones o adelantos vinculados a proyectos del RIGI.

Pero en este juego de que es primero si el huevo o la gallina, el FMI presiona por una apertura cambiaria (con devaluación) y el Gobierno quiere fortalecer las reservas para abrir el cepo, pero sin devaluar para minimizar el impacto en precios. El FMI sostiene que una meta de reservas que permita aumentar los activos externos requiere de otro tipo de cambio más alto.

Esta demanda del FMI está en línea con la conducta de retención de granos y oleaginosas de los productores y exportadores. Así el BCRA en junio, dado el cambio de expectativas de mercado, no pudo casi acumular reservas en la época naturalmente superavitaria que termina estacionalmente este mes.

Lo cierto es que el “staff report” plantea que la agenda de dolarización y cierre del Banco Central están valga la redundancia fuera de agenda. El FMI blanquea que a lo sumo habrá una “competencia de monedas”, con un esquema de flotación cambiaria y tasa de interés real positiva al estilo de otros países latinoamericanos. Cita los casos de Perú y Uruguay a los que podría agregarse otras experiencias.

El Ministro Caputo que vivió en el “segundo tiempo” una relación traumática con el FMI en 2018, como describe el ex Director del Departamento Occidental Alejandro Werner en el libro “La Argentina en el Fondo” ha ratificado el “crawling peg” al 2% durante 2024 a pesar que la inflación en junio volvería a superar el 5,5% promedio anual, incrementando la “licuación” de la devaluación del peso de diciembre que ya superó el 81% de la misma.

Lo cierto es que el período de tasa negativa está finalizando (otra demanda del FMI) que será imposible sin cepo. En el segundo semestre aumentarán los pagos de importaciones al finalizar los cronogramas y una eventual recuperación del nivel de actividad junto a un mayor atraso cambiario aumentarán la demanda de divisas, exacerbando la brecha y las expectativas devaluatorias.

Lo más probable es que el Gobierno evite una unificación rápida. Es esperable que el equipo económico impulse una apertura gradual durante el segundo semestre “vis a vis” con los ingresos que vaya consiguiendo y por ende con mayores reservas, concretando la unificación-devaluación entre la primavera y el verano de este año.

Un tiempo donde quizás Caputo le pase la posta a Sturzenegger o algún mileista más puro, tras el “trabajo” de acordar con el FMI y salir del cepo.

Una devaluación hacia el verano debería dar tiempo para “corregidos los precios relativos”, al estilo marzo de 1991, lanzar un plan de estabilización para llegar a las PASO de 2025 con una inflación en descenso y una recuperación de la actividad, como ocurrió tras los planes de estabilización de 1985 (Austral), 1991 (Convertibilidad) y 2002 (estabilización de Lavagna) que desembocaron en un triunfo electoral del oficialismo, tras superar las crisis devaluatorias inflacionarias y recesivas previas.

La estrategia del Gobierno será intentar revivir el “crecimiento a tasas chinas” de 1991 a 1994 a partir del ingreso de capitales de proyectos del RIGI, generando una apreciación cambiaria que apuntale el plan antiinflacionario y así como dijimos ganar presencia en el Congreso, conseguir la reelección y profundizar en un nuevo Gobierno las “reformas de segunda y tercera generación”.

El Gobierno se ilusiona con que esta vez la exportación de transables genere un crecimiento a lo Guyana con balanza comercial positiva a pesar de la apertura. Esto requiere que se concreten las inversiones, que acompañen los términos de intercambio y que la geopolítica global y el contexto internacional jueguen a favor, evitando así una crisis como la que vivió el país en el tequila de 1995 y en la crisis asiática y brasileña de 1998-1999 que gatillaron junto al FMI que se corrió de Argentina, la crisis de la convertibilidad en el 2001.

Un desafío se vivirá a partir del cuarto año cuando los proyecto RIGI no requieran de ingresos divisas al país y se profundicen las importaciones. Ante esta doble Nelson, el FMI prevé que en 2025 el país pueda volver a endeudarse. A esa altura quizás el Gobierno festeje ir ganando en las elecciones y en las estadísticas de precios, fiscales y externas ese tercer tiempo.

La gran pregunta es si el regreso del endeudamiento no provocará como en el deporte que el tercer tiempo no termine en una borrachera que como en los dos tiempos anteriores (2001 y 2019) lleven a una dolorosa resaca. Habrá que ver si Milei cuando vino del futuro “la vio”. Lo cierto es que los argentinos, aunque algunos lo nieguen o pretendan olvidarlo, no solo la vimos, sino que ya lo vivimos.