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Opinión y Actualidad

La formación docente y su impacto en el aula

Una adecuada capacitación, actualizada y competente, desempeña un papel crucial en el desarrollo de la enseñanza y sus resultados.

22/06/2024

Por Oscar Ghillione, en diario Clarín
La formación docente es un pilar esencial en la construcción de una educación de calidad y en el desarrollo integral de los estudiantes. Los docentes bien formados no solo poseen sólidos conocimientos en sus áreas de especialización, también cuentan con habilidades pedagógicas y una capacidad de adaptación que les permite enfrentar los desafíos cambiantes del entorno educativo.

El impacto de la formación docente se hace evidente en el aula, donde los educadores aplican sus conocimientos y habilidades para diseñar planes de enseñanza pensados para articular con las características individuales de sus estudiantes.

La planificación didáctica, que implica la selección de contenidos pertinentes y su aplicación desde el paradigma de la plena inclusión; el uso de metodologías apropiadas, y la evaluación continua del proceso y progreso de aprendizaje son competencias fundamentales adquiridas durante la formación docente inicial.

Numerosas investigaciones respaldan que los docentes bien formados y con experiencia impactan positivamente en el rendimiento académico de los estudiantes.

Además de su influencia en el rendimiento académico, la formación docente desempeña un papel crucial en el desarrollo de competencias socioemocionales en los estudiantes. Los docentes bien formados tienen la capacidad de crear un ambiente de aula seguro y estimulante, fomentando el respeto mutuo, la empatía y la colaboración entre los estudiantes promoviendo el desarrollo del carácter en cada uno.

La formación continua es otro aspecto clave en el desarrollo profesional de los educadores. Mantenerse actualizados sobre las últimas tendencias educativas, tecnológicas y pedagógicas les permite ofrecer una educación de calidad y relevante, adaptada a las demandas de una sociedad en constante evolución.

Es importante destacar que no todos los programas de formación son igualmente efectivos. La investigación ha demostrado que aquellos que integran teoría y práctica, fomentan la reflexión sobre la práctica profesional y ofrecen oportunidades de colaboración y retroalimentación entre pares, son los más exitosos.

A pesar de la importancia de la formación docente, existen desafíos en su implementación. Muchas reformas educativas han luchado por convertirse en sistemas innovadores para la formación de profesionales, pero aún persisten modelos tradicionales de enseñanza y aprendizaje en muchos centros de formación docente. Esto hace que luego sea muy difícil romper el ciclo del “se enseña cómo se aprende”.

En palabras de Denise Vaillant: “Ya no alcanza con que un maestro o profesor sepa lo que va a enseñar y tenga una buena formación acerca del proceso de enseñanza y aprendizaje. La complejidad de la tarea exige un cambio de enfoque”.

Probablemente ese cambio no pueda (ni deba) venir de otro lado que del propio cuerpo docente en el desafío de pensarse como protagonistas de una educación muy distinta a la actual. Una educación de tiempos y espacios heterogéneos, con otras condiciones institucionales de organización en su rol y desempeño, en donde los estudiantes se muevan con lógicas de mayor autonomía y con apoyos flexibles en función de su trayectoria planificada.

(*) Director de la Maestría en Dirección de Instituciones Educativas, Universidad Austral. Subsecretario de Planeamiento e Innovación Educativa, CABA

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