Durante las décadas pasadas cada Gobierno que asumía prometía defender a las PyMEs y a la industria, pero la realidad era otra.
Por José Luis Ammaturo, en diario Ámbito
La gran mayoría de los argentinos teníamos el convencimiento a finales del 2023 que la situación económica del País era critica. La combinación de alta inflación, falta de insumos y precios relativos, índices de pobreza altísimos, la industria y el comercio ahogados por el lastre de una presión impositiva creciente acentúo la precarización de la economía y la falta de inversiones, sumado a un sistema laboral arcaico incapaz de generar empleo y confianza, hacia casi imposible ver una salida con un futuro promisorio y solo adivinamos una nueva y más profunda crisis. Esa mayoría eligió la necesidad imperiosa de un cambio en el rumbo de la política y economía del País, después de décadas de utilizar las mismas recetas que nos llevaron al retroceso económico de un País que tiene todo para crecer, siendo este en gran medida el sentir de los industriales Pymes metalúrgicos.
Durante las décadas pasadas cada Gobierno que asumía prometía defender a las PyMEs y a la industria, pero la realidad era otra. Acuciados por un gasto cada vez más descontrolado buscaban como una de las salidas más rápida incrementar o crear nuevos impuestos. Lo hicieron hasta niveles imposibles de sostener, una receta económica que hundía cada vez más a nuestro sector , impidiéndonos competir con el resto del mundo, terminábamos exportando impuestos y no productos elaborados, algo que nadie nos iba a comprar, y así nos quedaba como único recurso un mercado interno que se reducía día a día.
La protección por aranceles o trabas a la importación eran las únicas herramientas que proponían los Gobiernos para (de acuerdo a su mirada) protegernos y de paso cobrar más impuestos. No entendían que así también encarecían todos nuestros productos y nos hacían cada vez menos competitivos por el peso de las cargas impositivas. La industria argentina tuvo a la fuerza que adaptarse a este escenario, nos adecuábamos a las reglas o desaparecíamos. Así fue como muchas industrias desaparecieron.
Ha pasado un cuatrimestre del nuevo Gobierno y podemos resumir que tenemos esperanzas. Se observa un gobierno preocupado por ordenar las cuentas, bajar el gasto público y por ende la presión impositiva, sumado al interés de cambiar la legislación laboral vigente, que desde hace décadas únicamente posibilito la industria de juicio, el quiebre de PyMEs, la imposibilidad de generar empleo y el fortalecimiento económico y político de Sindicatos que terminaron desbalanceando la necesaria justicia laboral.
Esa esperanza se desdibuja en la coyuntura, hoy seguimos teniendo como principal mercado el mercado interno, el cual se redujo por la baja de ingresos y crédito. Sabemos que es una transición hacia el ordenamiento de la economía, pero en el mientras tanto, nuestras ventas cayeron un promedio del 14% respecto del mismo periodo del 2023 y disponemos una utilización de la capacidad instalada del orden del 50%, observando con preocupación la falta de avance en los temas que más nos concierne por diferencias políticas. Justamente esas diferencias políticas hacen que vivamos una situación compleja en determinados territorios, como sucede en la Provincia de Buenos Aires con una política económica diametralmente opuesta al gobierno nacional, donde para mantener los gastos públicos, se incrementaron impuestos muy por encima de la inflación y se sumó la tributación forzada de los grandes contribuyentes de adelanto de IIBB, ahondando aun mas la dificultad de las empresas para disponer de recursos propios.
Estas diferencias políticas no resueltas hacen que se posterguen medidas esenciales para que la economía comience a funcionar plenamente. Sin reducción de la presión impositiva y sin cambio profundo de las leyes laborales la suerte de nuestras PyMEs está echada ante una posible apertura económica a futuro.
Necesitamos que haya acuerdos políticos que permitan desarrollar las fuerzas productivas del país, sin mezquindades ni individualismos, sin grietas ni oposiciones inútiles, es hora de escuchar a nuestros proceres como Manuel Belgrano que sostenía “Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la Patria”.
Los industriales metalúrgicos estamos a favor de las medidas del Gobierno y acompañamos plenamente al Pacto de Mayo, propuesto a Gobernadores y Lideres políticos.
Pymes: ¿Como nos podríamos oponer a puntos que nos permitirán bajar costos y mejorar nuestra competitividad a futuro?
Debemos hacer hincapié en que antes deberán resolverse los 9 puntos iniciales del Decálogo para dar recién paso al último punto que propone la apertura plena al comercio internacional de la Argentina, lo cual no solo es saludable sino necesaria, pero que hacerlo antes de realizar los cambios profundos que demanda la economía, el sistema laboral y la política, llevara a la destrucción irremediable de nuestra industria al impedírsele competir en igualdad de condiciones.
Las necesidades coyunturales no deben impedir ver los males que pueden producirse si se toman medidas aperturistas ante de quitarnos la carga que nos han ido sumando años de proteccionismo en la Argentina.
Una nueva industria argentina será posible cuando las distintas fuerzas políticas entiendan que no se trata de proteger arancelariamente a la industria, sino de darles un entorno de previsibilidad, evitar cargarlas impositivamente y darles las herramientas económicas y financieras necesarias para que se desarrollen como sucede en otras partes del Mundo. Las industrias metalúrgicas están dispuestas a afrontar el desafío, pero antes deben sacarnos el pie de encima. Como dice el lema libertario “Don’t tread on me” (No me pises).