Recital de Laia Costa en diálogo con un paisaje impresionante.
Por Nuria Vidal
Para Cinemania
Hace trece años, en 2010, Elena Trapé sorprendió a todos con Blog, un filme coral, inesperado, donde daba la voz a un grupo de adolescentes. Casi ocho años más tarde, estrenaba su segundo largo, Las distancias, retrato de la decepción y la sensación de fracaso de una generación, la suya, que ha visto como se iban derrumbando una a una sus ilusiones y esperanzas.
Cinco años ha tardado en realizar su tercera película. Escrita durante la pandemia, Els encantats nace de su propia experiencia como madre. A diferencia de sus anteriores trabajos, este es un filme de una sola voz, la de la excelente Laia Costa que asume el papel de Irene, una madre que se separa de su hija de cuatro años por primera vez cuando la niña se va a pasar unos días con su padre.
Irene siente en ese momento el vértigo del vacío. Ni el trabajo, ni los amigos, ni el nuevo piso, son capaces de llenar ese hueco terrible que le duele en todo el cuerpo. Para intentar llenarlo, Irene se marcha a un pueblo de montaña donde en otros tiempos encontró la paz. Y allí, en el silencio y la soledad de la inmensidad opresiva del paisaje, Irene tendrá que asumir su nueva situación y vivir una catarsis que le permitirá seguir adelante.
Els encantats es un pico impresionante del Parque Nacional de Aigüestortes; también los encantados son los protagonistas de una leyenda local, pero sobre todo, los encantados o mejor dicho la encantada, es Irene/Laia, paralizada en sus emociones.
Si Laia Costa asume este papel con una fuerza y una sensibilidad que la confirma como una de las mejores actrices del cine contemporáneo, Elena Trapé demuestra que es capaz de controlar una historia de madurez llena de asperezas. Mejor guion en el Festival de Málaga, Els encantats será, o por lo menos merece serlo, uno de los filmes más importantes del cine español de este año.