Cuarenta minutos le bastan a Kartiki Gonsalves para develar una de las historias más conmovedoras.
Por Silvia Fesquet, en diario Clarín
“Sufrí muchas pérdidas en mi vida. Mi marido murió, atacado por un tigre. Desde entonces empecé a temer al bosque, y siento miedo cada vez que veo a un tigre. Pero mis ancestros vienen del corazón del bosque”. En una voz muy suave, Bellie va contando su historia, acompañada por unas imágenes bellísimas, las del campo de Theppakadu, en India. Bellie, de unos quizás 50 o 60 años, pertenece a la comunidad Kattunayakan, que por generaciones se ha dedicado al cuidado de elefantes.
La de su marido no es la única pérdida que sufrió; también debió enterrar a su hija. Un día le avisaron que debía colaborar con Bomman, un cuidador como ella, en la tarea de rescatar a Raghu, un elefante bebé que habían encontrado perdido en la selva, en muy malas condiciones. Lo que el hombre y la mujer logran es un milagro.
El pequeño Raghu crecerá sano y fuerte, jugará a la pelota, se negará a comer el alimento que ponen en su boca señalando en cambio el que está al costado, un dulce tentador. Más allá de la imagen, habrá que hacer un esfuerzo para recordar que se trata de un pequeño paquidermo y no de un chico, tan semejantes sus reacciones.
Bellie lo sabe muy bien: con esa voz melodiosa y apenas audible dirá que Raghu le recuerda a su propia hija, a la misma edad. Y conmovida contará cómo ese elefante bebé que se convirtió en su razón de ser, le seca con la trompa las lágrimas que derrama cuando el recuerdo de la hija ausente se vuelve intolerable. A Raghu se sumará después Ammu, otra elefante bebé extraviada de su manada.
Los dos serán testigos en la ceremonia en que Bellie y Bomman unan amorosamente sus destinos. “Somos una familia”, dirá la mujer mirando a esos hijos que, en palabras de su compañero de vida, son “un regalo de Dios”.
Cuarenta minutos le bastan a Kartiki Gonsalves para develar una de las más conmovedoras historias de amor. Lo hace en el documental “The elephant whisperers”, que con toda justicia acaba de ganar el Oscar en su categoría. Sin golpes bajos ni imposturas, una de esas historias que no miramos.