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Las marcas en la cara de Fernando y los videos: las pruebas que incriminan a Máximo Thomsen

Su nombre es uno de los más repetidos en cada una de las audiencias, pero él mantiene la cabeza en alto y mira sin inmutarse a quienes lo señalan.

11/01/2023

Máximo Thomsen es, sin duda alguna, el único de los rugbiers que durante las audiencias, de principio a fin, mantiene la compostura.

La mayor parte del tiempo el acusado está sentado muy derecho, mirando hacia adelante sin bajar la cabeza ni un segundo y observando con atención a quienes tienen la palabra. Hablen o no de él, lo incriminen más o menos, Thomsen siempre mantiene la vista en alto.


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Usualmente, el joven se ubica en la segunda fila, rodeado de alguno de sus amigos. Luego, detrás, quienes lo acompañan todo el tiempo son los policías que custodian a los imputados por el crimen de Fernando Báez Sosa, ocurrido en enero de 2020 en Villa Gesell a la salida del boliche Le Brique.

Si bien la querella espera que al final de este proceso los ocho detenidos sean condenados a prisión perpetua, no está del todo claro si los jueces a cargo del Tribunal Oral Criminal de Dolores considerarán que todos los rugbiers tuvieron la misma responsabilidad en el brutal hecho.

Zapatilla Thomsen Zapatilla Thomsen

Sobre todo, porque, a simple vista, Thomsen parece ser uno de los más complicados respecto de su situación procesal. Es que el joven suele ser nombrado en cada una de las audiencias como el responsable de haberle pegado en la cabeza a Fernando una de las patadas mortales.

En la segunda jornada, por ejemplo, cuando declararon la semana pasada gran parte de los amigos de la víctima, varios apuntaron contra el acusado. “Fue el que más tiempo vi pegándole a Fer”, aseguró Lucas Filardi sobre Máximo Thomsen.


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Lo mismo sostuvo Juan Bautista Besuzzo, que declaró que vio justo el momento en que Thomsen le pegaba a Báez Sosa cuando ya estaba en el suelo sin poder defenderse.

“Le dio patadas en la cabeza cuando estaba inconsciente. Fernando estaba con los ojos cerrados y de rodillas, y él le daba patadas”, dijo.

En la tercera audiencia, otro de los amigos que habló fue Luciano Bonamaison, que explicó que vio muy bien cuando Thomsen le pegó a la víctima “con odio y con intención de matarlo”. Según él, por la violencia con que lo hacía, el acusado estaba ensañado con la víctima.

Por su parte, el jefe de seguridad de Le Brique, Alejandro Muñoz, contó que dentro del boliche los rugbiers y los amigos de Fernando se cruzaron en una pelea y que, junto a sus compañeros, se encargó de disipar el malestar. Así, con ayuda del resto del personal, esa noche sacaron a los jóvenes por dos puertas distintas para que no se cruzaran afuera.

Thomsen baez sosa Thomsen baez sosa

“Thomsen hacía tanta fuerza que tuve que llamar a un compañero. Era el que más alterado estaba. Yo soy grandote y no lo podía contener”, comentó el patovica.

Además, entre lágrimas, confirmó que había visto el momento del ataque a Fernando, y que Thomsen era uno de los que más lo golpeaba.

De hecho, el tercer seguridad que declaró ante el tribunal, Christian Gómez, confirmó que cuando fue a sacar al rugbier del boliche, notó que tenía las pupilas dilatadas y que estaba “enajenado”.


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Sin embargo, por fuera de las testimoniales que resultan muy dolorosas, y más allá de los videos del ataque que se obtuvieron de testigos y de los propios imputados, hay otra prueba irrefutable que señala a Thomsen: su zapatilla.

La suela quedó marcada en el maxilar de Báez Sosa, según explicó hoy una de las peritos que participó de las primeras diligencias.

“Se nos solicitó establecer el detalle de cada zapatilla secuestrada, determinar las suelas y establecer si los tamaños de los pies coincidían con las improntas de Fernando. Se analizaron 14 pares de calzados. Y de los varios rastros que tenía la víctima, fue posible establecer uno para cotejo”, aclaró ante los jueces Haydee Almirón.


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En ese sentido, dijo que la suela de una zapatilla quedó marcada en la cara de Báez Sosa y, que tras el análisis, se estableció que se trataba del calzado de Máximo Thomsen.

Cuando escuchó su nombre, una vez más, el rugbier no se inmutó. Siguió con la cabeza en alto y vio cómo la testigo se retiraba sin hacer comentario alguno.

Su apellido se oye con frecuencia dentro de sala. Si bien durante las siete audiencias, se señaló a los ocho rugbiers, hay algo que queda claro: nadie duda de la participación de Thomsen en la golpiza mortal.