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Abril de 2024
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Opinión y Actualidad

Los nuevos billetes, un gol en contra simbólico para el gobierno

El regreso de Evita a los billetes de cien pesos es una medida que compite por el podio a la mayor torpeza comunicacional de la administración de Alberto Fernández.

28/05/2022

Por Diego Dillenberger, en TN
“Volveré y seré millones”. La frase se le atribuye a Eva Perón, pero jamás la dijo “Evita”. Es de un poema de José María Castiñeira de Dios escrito diez años después de la muerte del máximo ícono del peronismo. Ese verso, unido al ingenio popular, generó un nuevo Lollapalooza de memes en las redes sociales que anticipa el nuevo gol en contra que se acaba de hacer la gestión de Alberto Fernández.

El gobierno no tiene política antiinflacionaria, y eso se lo recordará ahora a los argentinos varias veces al día. Cada vez que la dama abra la cartera; cada vez que el caballero busque su billetera se topará con una suerte de “estampita” que le recordará dos cosas amargas: una es que el gobierno no sabe, no puede o directamente no quiere parar la inflación que lo está empobreciendo día a día. La otra es que el gobierno le toma el pelo.

Los nuevos billetes y la inflación
¿Imprimen nuevos billetes en lugar de hacer una política económica para terminar con la inflación? ¿No hacen billetes de mayor denominación para que no me dé cuenta que hay inflación? ¿Creen que no sé contar y que no me doy cuenta de que para comprar un kilo de asado necesito el triple de billetes que cuando empezó el gobierno de Alberto Fernández?

Y ni hablar, si, al igual que en 2015, por no imprimir billetes de mayor denominación, nos volvemos a enterar de que “importamos” los papelitos sin valor de Brasil, destinando dólares que el Banco Central le niega a la industria para conseguir insumos, o al sistema sanitario para comprar remedios. Hoy la Casa de Moneda no confirma ni desmiente que otra vez se vayan a importar billetes solo para hacerles creer a los argentinos que no hay inflación.

La última encuesta de la Universidad de San Andrés indica que casi el 60 por ciento de los votantes del Frente de Todos de las elecciones legislativas del año pasado tiene a la inflación por principal preocupación: de una lista de temas, más de la mitad de los votantes peronistas elige a la inflación como el que más le preocupa. En el caso del votante de Juntos por el Cambio, la tabla la lidera la corrupción. Sigue la inflación con el 51 por ciento que la selecciona como primera preocupación.

¿Cuál era la necesidad entonces de recordarle al propio votante que el gobierno no solo no tiene política contra la inflación, sino que además se ríe de él? Es bajísima la credibilidad del gobierno de Alberto Fernández: ni los propios votantes creerán que hace algún esfuerzo por bajar la inflación o declararle la tan anunciada “guerra”.

El gobierno tiene a muchos encuestadores eficientes trabajando: Analía del Franco, Raúl Aragón, Roberto Bacman: ellos están en condiciones de hacer sondeos previos para anticipar la aprobación o el rechazo que puedan tener las medidas del gobierno. Un recurso ideal para gobiernos que perdieron la brújula de la opinión pública.

La inflación y los políticos
Y no es que a los políticos argentinos no les guste la inflación. No importa de qué color sean esos políticos, la inflación en la Argentina encierra un encanto único, porque permite obtener muchos recursos extrapresupuestarios que sirven para hacer política.

Para el gobierno de turno, es una bendición, pero no son los únicos bendecidos por el constante aumento de los precios: los sindicalistas festejan, porque les da un rol central que no tienen en ninguna parte de reclamar aumentos constantemente, y cada vez más seguido se vuelven “imprescindibles’' para los empleados en relación de dependencia. Los líderes piqueteros también festejan la inflación, porque encuentran la razón para movilizar a sus huestes para reclamar aumentos y más planes sociales y enloquecer a los porteños que intentan ir a trabajar. Jamás veremos en la Argentina a un sindicalista o líder piquetero cortando una calle para reclamar que eliminen ese cáncer que está empobreciendo al país que es la inflación crónica.

Hasta la oposición le encontró el gustito a la inflación: si es más alta que la que dejó cuando estuvo en el poder, puede disputarle al gobierno actual ser aún peor en política económica.

Ese es el costado perverso de la inflación: el “pequeño secreto” de la política argentina que el gobierno de Alberto Fernández ahora vino a revelar inocentemente.

Cuando el dúo de los Fernández ganó las elecciones, su estrategia de gobierno era seguir con la inflación, pero culpar al anterior gobierno. Después vino la pandemia, otro maná del cielo para justificar la inflación y tener a alguien a quien echarle la culpa: fue el virus.

Las “bendiciones” no pararon
Hoy tenemos una guerra en Europa que trajo inflación en todo el mundo, y aunque la “alta” inflación en el resto del mundo será en todo el año como el alza de precios de la Argentina en un solo mes, el gobierno kirchnerista iba por su tercer año en perfectas condiciones para generar mucha inflación y encontrar un buen culpable a quien ponerle el sayo.

Y si no era la herencia de Macri, la pandemia o la guerra, ahí estaban los “formadores de precios’', la “puja distributiva” o los malvados “grupos concentrados”.

Todo eso se destruyó de un plumazo con el lanzamiento de los nuevos billetes.

Ya cuando la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner decidió pomposamente en un acto transmitido por cadena nacional sacar la cara de Julio A. Roca del billete de 100 pesos y poner a Evita, ese papel no valía más los cien dólares de cuando el exministro Domingo Cavallo lanzó el plan Convertibilidad, en 1991, con una reforma monetaria que cambió el austral por el peso. Era 2012 y el “Evita” nació valiendo la quinta parte del “Roca” de Cavallo: la mítica líder peronista no vivía como para impedir que la devaluaran frente al presidente conocido por la conquista del Desierto y la ley de Educación Obligatoria.

Para terminar con la disputa de próceres, el gobierno del expresidente Mauricio Macri tampoco tuvo un plan para terminar con la inflación, pero cambió las caras de la discordia por lindos animales autóctonos y mandó a hacer papeles de 500 y 1.000 pesos para -por lo menos- facilitarles la vida a los argentinos y parar con la destrucción de los cajeros automáticos que se descomponían ante tanto exceso de billetes. También aligeraba el peso de los camiones de caudales que estaban rompiendo las calles de la City porteña. Además, con los billetes más grandes, el país ahorró muchos cientos de millones de dólares al no tener que mandarlos a producir en Brasil a falta de capacidad local. Incluso, al usar menos papel y tinta -también importados- se producía un beneficio ambiental para todo el planeta. Otra: algunos billetes, como el yaguareté de 500, fueron premiados internacionalmente por su diseño y seguridad.

Hoy volvieron los próceres: volvieron San Martín y Belgrano, este ultimo en versión diversidad de género acompañado por una heroína.

El billete de Evita hoy, como dice el nuevo chiste popular, volvió para ser propina: lo que valía cien dólares, hoy vale 50 centavos. ¿En cuántos países del mundo circularán billetes que valen menos de 50 centavos? Y para cuando realmente esos billetes lleguen masivamente a las carteras de las damas y los bolsillos de los caballeros, en por lo menos medio año, ¿seguirá valiendo 50 centavos? Probablemente Evita nos llegue todavía mucho más devaluada como símbolo de que el gobierno no tiene plan antiinflacionario, pero cree que los argentinos no lo van a notar.

Y como toda la política monetaria apunta a resolver los problemas que genera la inflación imprimiendo más y más billetes para dar “refuerzos de ingresos” y planes sociales y alentar a los sindicalistas a que “les ganen a la inflación” con sus reclamos salariales, Dios no lo permita, pero podría desembocar más temprano que tarde en una hiperinflación.

En ese caso el gobierno corre el riesgo de que el verso de Castiñeira de Dios se convierta en triste realidad: volveré y seré millones.