Los murciélagos portan numerosos virus, pero su particular sistema inmunitario consigue que su presencia no provoque una respuesta inmune descontrolada.
La reciente pandemia nos ha hecho prestar más atención a los virus zoonóticos, aquellos que tiene como reservorio natural una especie animal diferente a la del ser humano. En concreto, los murciélagos son famosos animales reservorios de muchos tipos de virus además del conocido coronavirus. Sin embargo, estos animales que hacen de hospedadores de ciertos virus o bacterias, no enferman por su presencia. ¿Cómo es posible ser portador de un virus, pero no enfermar por él?
¿Qué tienen de especial los murciélagos?
En el Día de Apreciación de los Murciélagos, queremos contar algunas cosas interesantes sobre estos interesantes mamíferos. Es digno de mención que los murciélagos son los únicos mamíferos capaces de volar, se encuentran en una gran diversidad de climas alrededor del mundo, presentan diferentes tipos de alimentación y son famosos por su mecanismo de ecolocalización y magnetorrecepción (las capacidades de utilizar el sonido para ubicarse en el espacio y diferenciar el polo sur del polo norte). A pesar de las muchas características que los hacen especiales, nos vamos a centrar en su sistema inmunitario.
Muchos científicos han intentado comprender las claves de la estrecha relación entre virus y los animales que utilizan como reservorio, buscando claves en los mecanismos de comunicación. Si consiguen comprender estas claves, se podrían aplicar en humanos y así combatir infecciones o adquirir tolerancia. Un reciente análisis recoge las evidencias más recientes sobre el sistema inmunitario de los murciélagos y da pistas sobre los posibles mecanismos responsables.
La clave: un delicado equilibrio
Este artículo publicado en 2021 en la prestigiosa revista Nature, recoge los resultados de pruebas genéticas y modelos de infección en laboratorios con murciélagos. Los estudios se centraban en monitorear diferentes marcadores y sensores de respuesta inmune causada por la infección. La conclusión a la que han llegado es que el murciélago presenta un equilibrio casi perfecto entre la respuesta inmune y la tolerancia frente al patógeno, en este caso, el virus.
Cuando nuestro organismo detecta la presencia del coronavirus, nuestro sistema inmunitario lo reconoce como una amenaza y empieza a lanzar señales de peligro. Estas señales provocan una fuerte respuesta inmune para intentar deshacerse del virus, liberando citoquinas y reclutando muchos tipos de células al lugar de infección para que destruyan al intruso. Toda una orquesta de respuestas con el propósito de contener y eliminar la amenaza de manera rápida y eficiente. Y es precisamente este conjunto de procesos lo que provocan muchos de los síntomas que hemos observado en la infección por SARS-CoV-2: malestar, fiebre, infiltración celular que provoca neumonía, tormenta de citoquinas, etc. Nuestra respuesta inmune se dispara ante la presencia del virus y si no tiene freno, puede resultar en síntomas muy graves.
Sin embargo, el murciélago presenta una respuesta mucho más mesurada ante la presencia del virus en su organismo. Esto no quiere decir que su sistema inmunitario sea deficiente o que el virus sea capaz de esconderse de él, sino que la respuesta desencadenada no pone todo el organismo en alerta. Se suceden una serie de señales que son autorreguladas para asegurarse de que la respuesta no se desborda, pero sin dejar que el virus se expanda sobre manera dentro de su organismo.
¿Y por qué puede resultar interesante estudiar la respuesta inmune de los murciélagos ante los virus que portan? Porque el sistema inmunitario de los murciélagos y los humanos comparten muchas de las células, mecanismos y elementos involucrados. Por este motivo resulta tan útil comprender cómo se pueden combinar estas señales para alcanzar este equilibrio tan delicado. Quizás estos peculiares animales contengan alguna clave que nos pueda ayudar a desarrollar una terapia contra enfermedades autoinmunes, donde el cuerpo ataca sus propias células de una manera desbocada. Para estas enfermedades, un tratamiento inmunosupresor más específico podría ser de gran utilidad.
Estudiar la presencia de bacterias que se sirven del murciélago como reservorio también puede ayudar a tener un control de posibles brotes de infecciones. Si una cepa bacteriana se detecta en valores cada vez más altos en las poblaciones de murciélagos, se pueden analizar y tomar medidas en caso en que supongan un riesgo a humanos. Por otro lado, algunas bacterias presentan problemas al intentar investigar sus características en laboratorios, porque no se comportan como en la naturaleza. De esta manera, los murciélagos pueden ser un buen modelo animal de estudio de infecciones víricas o bacterianas ya que presenta una interacción natural pero contenida, ya que no conllevaría una enfermedad para los animales.
Los inmunólogos llevan años estudiando el sistema inmunitario de los humanos, pero es posible que otros animales hayan desarrollado estrategias evolutivas diferentes que les ayudan a protegerse de virus y otros patógenos. ¿Quién sabe en qué animal estará la pista definitiva para un futuro tratamiento contra virus?