Fue en el GP de Italia: hubo 26 cambios en la punta, 8 líderes y una definición infartante, 5 autos cruzaron la meta separados por 0.61 segundos y tuvo un ganador increíble.
Mucho se habla de los pilotos de otra época en el automovilismo y de los riesgos que corrieron por la menor seguridad en sus autos y los autódromos donde compitieron. El 5 de septiembre de 1971, en el Gran Premio de Italia, la Fórmula 1 vibró con la máxima expresión de la velocidad en una carrera que fue de antología y considerada la mejor de la historia por la cantidad de sobrepasos, cambios en la punta, con una definición que sigue siendo la más apretada y tuvo un ganador que rompió todos los pronósticos.
Al Autódromo de Monza se lo conoce como “El Templo de la Velocidad” más allá de los cambios que tuvo en sus 99 años. En los setenta ya no estuvo vigente su trazado más desafiante de kilómetros, que combinó el óvalo y el circuito mixto (detalles que se ven en el film Grand Prix, de 1966). Pero hace medio siglo fue la última vez que la Máxima corrió en el escenario sin las chicanas, lo que promovió un espectáculo único por sus rápidas curvas y sus cuatro rectas, en especial la principal cuya extensión era de 1.120 metros.
El Campeonato Mundial se definió tres semanas antes a favor de Jackie Stewart, que se coronó en Austria a bordo de su Tyrrell, en lo que fue el segundo de sus tres títulos (el último llegó en 1973). Si bien Ferrari no peleó por la corona, Monza reventó de público con unas 100 mil personas. Los tifosis no quisieron perderse una competencia que prometió mucho en la previa y no decepcionó.
Por aquella época la Argentina volvió al gran circo, ya que en enero tuvo una carrera sin puntos en Buenos Aires, que ganó Chris Amon con un Matra cuyo motor era una sinfonía y deleitó en el Circuito 9 del escenario porteño (el mismo donde hoy se corren los 200 KM del Súper TC 2000). Fue un ensayo para volver al calendario oficial, algo que se concretó en 1972 con el debut de Carlos Alberto Reutemann (también corrió en el ‘71 con un McLaren). En ese entonces la televisación no estuvo instalada de forma global y en esta parte del mundo no se pudo ver en vivo la proeza de Monza, pero con el correr de los años aparecieron las imágenes de la transmisión oficial y ver la lucha de tantos pilotos eriza la piel.
Era la época de los motores V12 y el propio Amon el sábado clavó la pole positions al trazado de 5.750 metros con un promedio de 251,213 km/h. El francés batió por apenas 42/1000 al belga Jacky Ickx, que hizo delirar a los “tanos” con su Ferrari. Sin embargo, fue el otro caballero rojo el que hizo estallar al público local, Clay Regazzoni, quien en la carrera partió octavo y antes de llegar a la primera curva capitalizó la primera posición.
Ahí empezó un tránsito con un ritmo infernal donde los corredores viajaron a 300 km/h. En las rectas los autos se acercaron al generar el efecto de succión, que es cuando un coche que está detrás se pega al de adelante, que recibe toda la carga del viento, genera turbulencia y pierde velocidad. Al llegar a las curvas las máquinas se pusieron a la par y las superaciones se dieron en las variantes o al encarar la siguiente recta.
La transmisión televisiva hizo el foco en la lucha de los punteros, aunque detrás hubo peleas en el resto del pelotón, que en una era sin redes sociales ni otras herramientas de comunicación agigantaron la leyenda de una jornada gloriosa para la F1. En solo 8 de las 55 vueltas se repitió el orden de la anterior. Los aficionados se embriagaron de automovilismo.
El trazado
Lo mítico que tuvo esta competencia y esa época es que los sobrepasos no fueron “artificiales”, como abundan ahora con el uso del DRS en la F1, el sistema que le facilita una mejor entrada de aire en el alerón trasero al coche que viene detrás y gana velocidad por sobre el de adelante. En Monza hace 50 años la lucha fue a pura muñeca y adrenalina. Ciento por ciento humano en cuanto a la conducción y sin ninguna ayuda técnica en el coche.
Luego el puntero fue Ronnie Peterson (March), más tarde Stewart y otra vez Regazzoni. En un circuito tan rápido y con una alta temperatura, la exigencia fue máxima y algunos motores empezaron a ceder, como el de Stewart, Ickx y el propio Regazzoni. Con las dos Ferrari afuera, el público se lamentó, pero tuvieron el mejor consuelo con una danza de superaciones que no dio respiro.
En ese trámite cambiante más tarde alcanzaron la vanguardia, François Cevert (Tyrrell), Mike Hailwood (Surtees), Jo Siffert (BRM) y el mismo Amon. Con el correr de los giros a la lucha del pelotón de los cuatro primeros se fueron sumando protagonistas. Aunque lo mejor –como siempre- llegó al final.
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En la última vuelta se pegaron cinco coches de cuatro marcas diferentes. Antes de llegar a la última curva, la legendaria Parabólica, Peterson y Cevert tomaron una luz de ventaja y pareció que ambos iban a definir la carrera. Pero todo podía pasar y más sorpresas estuvieron por llegar. Cuando nadie lo esperó, el que unos metros antes completó ese quinteto dio la estocada final. Apareció el BRM número 18 de un tal Peter Gethin; el inglés largó undécimo y hasta ese día solo había sumado un punto en la F1 con el sexto puesto en Canadá 1970.
Gethin se puso tercero en la Parabólica, demoró el frenaje hacia la zona interna y se la jugó por adentro, mientras Peterson y Cevert doblaron más abiertos, cerca del guardarrail, para conseguir una mejor entrada a la recta principal. Peter dobló por la cuerda, logró mantener su línea y exprimió al máximo su impulsor (al límite de la rotura) y antes de cruzar la meta superó a Peterson que se preocupó por Cevert. El inglés rompió todos los pronósticos y cuando recibió la bandera a cuadros levantó su brazo derecho en una definición donde superó a Peterson por 20 centímetros. También sobre la meta, Howden Ganley (BRM) dio cuenta de Amon.
“Me la jugué en la última curva y me salió bien”, declaró Gethin según la crónica de la revista CORSA. En diálogo con Autosport, sostuvo que “en los últimos metros pensé: ‘trabajé tan duro para llegar a esto, lo voy a ganar ahora’ ¡No iba a perderla ni terminar donde estaba! Sentí que necesité estar junto a los dos primeros al salir de la última curva, la Parabólica”.
“Dio la casualidad de que entré a la Parabólica en tercer lugar en la última vuelta. Cevert fue superado por Peterson y Ronnie se abrió un poco. Estaba justo detrás de él y me metí a la altura de él, perfectamente. Estaba al lado, pero aceleré a fondo. Fue una mini carrera entre Ronnie y yo. Llegamos a la meta y él estaba muy cerca. Recuerdo que pensé: ‘Estoy en Italia, hay muchos italianos que son muy exitistas’. Es probable que vayan con quien se les ocurra, sin pensarlo. Así que para tratar de convencerlos de que yo era el ganador y levanté la mano para que pensaran que había ganado”, agregó.
Estuvieron la audacia y pericia de Gethin, pero también la fiabilidad de su motor, al que exigió al máximo. “El límite de revoluciones era de 10.500”, se rió Gethin en diálogo con Motor Sport Magazine. “Pero lo llevé a 11.500 RPM (revoluciones por minuto) antes de acercarme a la punta y pensé que probablemente volaría en pedazos, pero si no lo hiciera, ¡ganaría! Y así fue”, afirmó.
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“Merecía ganar en Monza”, dijo Gethin en declaraciones que recogió The Guardian. “Algunas personas pensaron que tuve suerte, pero en un deporte como el automovilismo uno hace su propia buena fortuna en gran medida. Le di una paliza a ese motor BRM V12 durante gran parte de la carrera para atrapar al grupo líder. Y yo fui el que se colocó en el lugar correcto en el momento adecuado cuando salimos de Parabólica por última vez y logré superar a Ronnie Peterson para llevarme la victoria”.
Fue el final más apretado de la historia con cinco autos encerrados en 0.61 segundos: Gethin cruzó la meta luego de 1h18m12.600s y detrás llegaron Peterson (0.01 segundos), Cevert (0.09s), Hailwood (0.18s) y Ganley (0.61s).
Ese día en Monza hubo 26 cambios en la punta de la carrera y 8 pilotos que se alternaron el liderazgo en las 55 vueltas: Peterson (22 giros), Amon (9), Cevert (8), Hailwood (5), Regazzoni (4), Siffert (3) y Stewart (1). Gethin solo estuvo primero en 3 rondas, pero una de esas fue en la última y la que más importó. Nadie lo tuvo como vencedor y terminó siéndolo.
De los 24 corredores que largaron, fueron 10 los que llegaron al final y entre los abandonos estuvo un tal Helmut Marko (BRM), el actual asesor de la escudería Red Bull y uno de los responsables en manejar el programa de jóvenes pilotos que promovió a Sebastian Vettel y Max Verstappen, entre otros.
Con un promedio de velocidad de 242,625 km/h, fue la carrera de F1 más rápida hasta 2003, cuando en el mismo escenario, pero con otro dibujo y ya con chicanas, Michael Schumacher (Ferrari) venció con un promedio de 247,585 km/h.
Aquella fue la única victoria de Gethin en la F1, donde corrió 30 competencias puntuables y tuvo 16 abandonos. Nunca más consiguió un podio y solo volvió a sumar un punto al año siguiente, otra vez en Monza, donde culminó sexto.
Peter nunca consideró ese triunfo en Monza como el mejor de su carrera. Estuvo más orgulloso del conseguido en las calles de Pau, en el suroeste de Francia, al volante de un Chevron de Fórmula 2 el año siguiente, en un circuito que consideró tan exigente como Montecarlo.
Pero lo que no pudo negar el inglés es que por ese éxito en Italia se hizo conocido en todo el mundo. Falleció el 5 de diciembre de 2011 a los 71 años luego de una larga enfermedad y siempre será recordado por haber ganado la mejor carrera de la historia de la F1 y en una época increíble de la categoría. Ese día en Monza tuvo sus cinco minutos de gloria, pero pasó a la eternidad.