Para quienes añoren las intrigas enmarcadas en la alta burguesía de Chabrol.
Por Jordi Batlle Caminal
Para Fotogramas
Esta película se sostiene sobre dos sólidos pilares. Uno es el guion, construido con habilidad: cada cinco minutos sucede algo que altera lo acontecido, hace avanzar la historia y mantiene atado y bien atado nuestro interés; de hecho, lo que al principio prometía una trama de infidelidad con un suave manto de comedia deriva de pronto en una doble trama de infidelidad y más tarde en un melodrama criminal. El otro pilar es la elegancia.
Aquí todo es elegante: Viena, los escenarios, la propia puesta en escena de Marc Fitoussi y los personajes centrales. Es modélico el matrimonio de clase alta aparentemente feliz formado por Karin Viard y el algo siniestro Benjamin Biolay (un perfecto cruce entre Benicio del Toro y Vicente Parra), gente respetable donde las haya (él es un prestigioso director de orquesta, ella dirige la biblioteca francesa de la capital austríaca) y tiene también un toque de inquietante elegancia Lucas Englander, el joven enamorado y se diría que un tanto perturbado.
Aunque el trabajo es digno y se disfruta sin molestia, se agradecería el talento del Woody Allen de Match Point (2005), otro thriller elegante entre gente fina, o las generosas dosis de vinagre que sobre esta intriga juguetona habría vertido Claude Chabrol.