“Una amenaza para la Humanidad” lo asegura un informe del Consejo de Seguridad de la ONU. Está nueva arma tecnológica de fabricación turca fue utilizada en la guerra civil de ese país.
Es oficial: los “drones asesinos” ya están entre nosotros. Lo que hasta ahora parecía una ficción de Black Mirror o parte del video de difusión y concientización Slaughterbots -que tiene tres millones de visualizaciones en YouTube-, ya es una realidad. Un informe encargado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y divulgado esta semana detalla cómo un dron militar sin control humano participó en una batalla en la guerra civil de Libia. El dron, que el documento describe como “un sistema de armas autónomo y letal”, estaba dotado de inteligencia artificial y fue utilizado por las fuerzas respaldadas por el gobierno con sede en Trípoli contra los combatientes de las milicias enemigas cuando huían de los ataques con cohetes. Los combatientes “fueron perseguidos y atacados a distancia por los vehículos aéreos de combate no tripulados o los sistemas de armas autónomas letales”, escribieron los analistas sin precisar el número de víctimas que se produjeron en la acción.
El dron utilizado es un Kargu-2 construido por Defense Technologies and Trade Inc. (STM), una empresa de defensa con sede en Turquía. En su sitio web, STM describe el arma como “un dron de ataque de ala rotatoria” que puede utilizarse de forma autónoma o manual. “El sistema está programado para atacar objetivos sin requerir la conectividad de datos entre el operador y la munición: en efecto, una verdadera capacidad de `encontrar, disparar y olvidar´”, especifica. También cuenta con tecnología de reconocimiento facial, “lo que supone una gran ventaja para las fuerzas de seguridad turcas a la hora de identificar objetivos individuales para poder neutralizarlos sin necesidad de desplegar fuerzas sobre el terreno”.
El informe no especifica cuántos drones del tipo del Kargu-2 fueron lanzados. El objetivo fue “neutralizar” a los milicianos que huían tras una dura batalla en el desierto libio ocurrida en marzo del año pasado. “Una vez en retirada, fueron sometidos a un acoso continuo por parte de los vehículos aéreos de combate no tripulados y los sistemas de armas autónomas letales”, según el informe, redactado por el Grupo de Expertos de la ONU sobre Libia y presentado en forma confidencial. Las conclusiones sobre el ataque con aviones no tripulados, descritas en el documento de 548 páginas, habían sido mencionadas el mes pasado por la revista especializada The New Scientist pero no se conocían hasta ahora los detalles.
Los aviones no tripulados se han utilizado en ataques militares durante más de una década. La Administración de Barack Obama utilizó durante años acciones con drones como estrategia antiterrorista, y el ex presidente Donald Trump amplió su uso en varios conflictos de África. China, Rusia e Israel también operan flotas de aviones no tripulados. La guerra entre Azerbaiyán y Armenia del año pasado fue un importante campo de ensayo y desarrollo de drones militares. Pero hasta ahora no había evidencias claras de fuentes independientes, como se describe en el informe de la ONU, de la utilización de estas máquinas de destrucción que se manejaran en forma autónoma después de programarlas con un objetivo específico.
Los drones del inventario bélico turco pueden operar de forma autónoma en entornos sin GPS. Tienen la capacidad de fijar objetivos mediante algoritmos informáticos en lugar de recibir órdenes del operador sentado en otro lugar. Pueden atacar instalaciones enemigas a gran velocidad y detonar sus ojivas. Los Kargu-2 se desplegaron en Libia para lanzar “ataques enjambre” contra las milicias del caudillo Khalifa Haftar. “Los drones autónomos proporcionan una ventaja operativa en cualquier conflicto y Turquía ya tiene un desarrollo muy avanzado de una flotilla de cientos de estas naves”, explicó a la cadena de televisión TRTWorld, Merve Seren, profesora de la Universidad Yildirim Beyazit de Ankara.
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El informe señala que el ataque se produjo en un enfrentamiento entre combatientes del gobierno con sede en Trípoli, apoyado por Turquía y reconocido oficialmente por Estados Unidos y otras potencias occidentales, y las fuerzas de la milicia dirigida por Jalifa Hifter, que tiene el respaldo de Rusia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y, en su momento, de Francia. En octubre del año pasado se alcanzó un alto al fuego y un acuerdo para la distribución de las regalías petroleras, así como unas elecciones generales que se llevarán a cabo en diciembre 2021 y en la que se espera que se presente Hifter como candidato presidencial. De todos modos, se siguen registrando combates y ataques de otras fuerzas como las filiales del ISIS, el Estado Islámico, y de la red terrorista Al Qaeda que operan en Libia.
Hay, precisamente, una gran preocupación en los expertos en Defensa de todo el mundo por la posibilidad de que esta tecnología de inteligencia artificial pueda caer en manos de los grupos terroristas. Varias organizaciones de derechos humanos también advirtieron que los “drones asesinos” pueden desatar una carrera armamentista global. El costo relativo de estas armas es bajo y la tecnología bastante accesible. Y el prestigioso Bulletin of the Atomic Scientists de la Universidad de Chicago asegura que “aún no se logró la estabilidad del control de la IA en los sistemas armamentistas” por lo que convierte a estas máquinas en “una amenaza para la Humanidad”.
El especialista en el tema, el profesor James Dawes del Macalester College en St. Paul, Minnesota, cree que “se está perdiendo la carrera por regular estas armas, un hecho potencialmente catastrófico. Y la fuerte inversión que están haciendo los ejércitos de todo el mundo en sistemas de armas autónomas nos pueden llevar a una confrontación de consecuencias que los humanos podríamos no controlar”. Por la información que maneja la industria bélica internacional, hasta ahora los aviones no tripulados todavía están muy por debajo de la inteligencia de los seres humanos. “Las máquinas pueden cometer errores con facilidad, como confundir a un agricultor que sostiene un rastrillo con un soldado enemigo que sostiene un arma”, sostiene Dawes. Pero esto puede estar cambiando. “No sabemos exactamente la autonomía de acción de estos drones, pero la sola mención de su existencia ya debería haber encendido todas las luces rojas de los poderes globales”, agrega.
“Este tipo de armas `de merodeo´ muestran cómo el control humano y el juicio en las decisiones de vida o muerte se está erosionando, potencialmente hasta un punto inaceptable”, escribió Mary Wareham, directora de defensa de armas de Human Rights Watch, y coordinadora de la “Campaña para Detener los Robots Asesinos”, que busca prohibir las armas totalmente autónomas. Wareham cree que los países “deben actuar en interés de la humanidad negociando un nuevo tratado internacional para prohibir las armas totalmente autónomas y mantener un control humano significativo sobre el uso de la fuerza”.
En tanto, las máquinas de guerra autónomas como los drones que actúan en Libia están ya aquí para quedarse y los ejércitos de las grandes potencias trabajan en el desarrollo de sus propios modelos. El Kargu-2 turco es apenas un ejemplo que salió a la luz. Y deja en claro que se está poniendo en cuestionamiento la famosa primera ley de la robótica que lanzó Isaac Asimov en 1942: Un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá que un ser humano sufra daño.