El Tribunal Especial que investigaba el asesinato de una de las figuras más importantes de la historia moderna del Líbano, Rafic Hariri, cuya muerte inició la 'revolución de los cedros' y la retirada de Siria del país costero –dirigiendo el contexto hacia la invasión israelí del sur de Líbano en 2006–, ha resultado ser un completo bluff; una farsa muy cara, un paripé de 1.000 millones de dólares.
Por Alberto Rodríguez García
Periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo
La investigación por el asesinato de Rafic Hariri se supone que iba a llevar justicia al Líbano y poner fin –o por lo menos justificar para una de las partes– a las tensiones sectarias de los quince últimos años entre Hezbolá y quienes acusan al partido de asesinar al ex primer ministro. Y es que hay sectores entre las élites libanesas que han pasado años frotándose las manos, fantaseando con la idea de un tribunal respaldado por la ONU responsabilizando a Hezbolá y a la Siria de Bashar al-Assad de los problemas internos del Líbano. Pero el veredicto no ha gustado, y es que "no hay evidencia de que la cúpula de Hezbolá estuviese involucrada de cualquier modo en el asesinato de Hariri (…) como tampoco hay evidencia directa que involucre a Siria". Y con este veredicto, la Coalición 14 de Marzo en Líbano y sus aliados entraron en cólera.
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Sin un tribunal que les dé la razón, los belicistas y sectarios más radicales se han agarrado como clavo ardiendo a la conclusión de que "Siria y Hezbolá podrían haber tenido motivos para matar a Hariri", ignorando que poco antes se deja claro que "Hariri y el Secretario General de Hezbolá, el señor Hassan Nasrallah, tenían buenas relaciones en los años previos a la muerte de Hariri, además de que tenían encuentros regularmente". Y es que nunca se quiso justicia, sino reafirmar el sectarismo, la división y el caudillismo; eliminando no solo a rivales políticos, sino dejando fuera de plano al partido más votado de Líbano.
Un sectarismo que al día siguiente del veredicto del Tribunal Especial ya enarbolaban en Khalde, al sur de Beirut, los seguidores más fanatizados del clérigo salafista Omar Ghosn. Un sectarismo que, apenas una semana después del veredicto, se ha cobrado la vida de dos jóvenes después de que salafistas atacasen a los chiíes de Khalde con armamento pesado e incluso lanzagranadas RPG. Una disputa que derivó en tiroteos hasta bien entrada la noche, y que empezó porque los chiíes que celebran la Ashura (a diferencia de los suníes, conmemorando el martirio del imam Hussein ibn Alí, nieto de Mahoma y al que consideran sucesor legítimo del profeta) colgaron una pancarta en la que se leía el 'Nunca la humillación'; declaración del Imam Hussein en la batalla de Karbala cuando el comandante omeya Ubayd Allah b. Ziyad le ofreció rendirse. Unas palabras que ni a Ghosn ni a sus seguidores le gustaron.
Hezbollah
Los que hace una década pedían que un tribunal especial de la ONU investigase el asesinato de Rafic Hariri ahora no reconocen las conclusiones del tribunal. Porque… porque… porque… no sirve para justificar 15 años de divisiones y odio. Porque aunque 'todo el mundo sepa quién mató a Hariri', ni siquiera un tribunal puede afirmarlo, lo que lleva a la conclusión de que ni es tan obvio lo que sucedió, ni lo que 'todos creen' tiene por qué ser verdad. Y es que a pesar del ruido, todavía hoy se desconoce el motivo del crimen, en qué pudo beneficiar mínimamente a los acusados, por qué no se han tenido en cuenta otros responsables, hipótesis y motivos, por qué nadie se pregunta quién grabó el video de Ahmed Abu Adass (el supuesto terrorista suicida que reivindicó el ataque al que el tribunal ha exonerado de culpa), quién envió el video reivindicando el ataque a Al Jazeera, quién se inmoló realmente… Y aunque no hayan respondido a esas preguntas ni aparentemente se vayan a responder jamás, en la inversión millonaria de los Hariri, de Arabia Saudí y de Israel podemos ver que el juicio siempre fue sectario y político. Tanto como, o incluso más, que el asesinato de Rafic Hariri.
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Y a pesar de los 1.000 millones de dólares invertidos, no se ha cumplido ninguno de los objetivos de la Coalición 14 de Marzo para ganar relevancia política. Los mismos que aseguraban que la explosión del puerto de Beirut era obra de Hezbolá para silenciar al Tribunal Especial de Líbano y su veredicto, son los mismos que intentan silenciar a toda costa el Tribunal Especial de Líbano y su veredicto. Son los mismos que soñaban con una nueva revolución de los cedros que relegase a los chiíes a su posición de segunda en la sociedad; con Amal asegurando el statu quo y Hezbolá completamente fuera del escenario político y social del país. Pero ha salido mal, por lo que solo les queda volver a azuzar el sectarismo para, mediante la confrontación, legitimar de algún modo su odio más visceral.
A falta de argumentos para un golpe total por parte del 14 de Marzo, solo les queda seguir como los últimos quince años:
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Discursos de crispación, sectarismo, utilizar a Hezbolá como cabeza de turco a quienes culpar de los mismos problemas de los que Futuro, Fuerzas Libanesas, Falange, Partido Socialista Progresista… también son parte. Una crispación absurda pero que, como ha sucedido esta semana en Khalde, mata; aunque sea 'el Partido de Dios' (traducción de Hezbolá) el mediador que está calmando la situación ante la inoperancia del Ejército.
Y mientras el país distrae con el odio y la división, Israel continúa hostigando al único Ejército contra el que han perdido una guerra. En apenas un mes las fuerzas israelíes han bombardeado en dos ocasiones territorio libanés, dañando el hogar de algunos de los civiles que habitan la zona y provocando incendios en un verano que está siendo realmente cruel con la población.