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La riqueza que juntó el rey de Bélgica cortando manos y matando a millares

Impuso un régimen de terror en el Congo, su colonia en el África, que la usó como si fuese de su propiedad. Las cifras van entre los tres y más de 20 millones de personas muertas por sus órdenes.

07/06/2020

Se calcula que entre tres y más de 20 millones de personas murieron víctimas del régimen establecido por Leopoldo II en el llamado Estado Libre del Congo, que el monarca administró como su propiedad privada a finales del siglo XIX y principios del XX.

A medida que en EE.UU. y otros países se desarrollan protestas contra el racismo y la brutalidad policial, en Bélgica la ira de los manifestantes se dirige contra el símbolo histórico de las atrocidades de la política racial: el rey Leopoldo II.

Estatua vandalizada del Rey Leopoldo Bélgica. Estatua vandalizada del Rey Leopoldo Bélgica.

Una petición que exige eliminar todos los monumentos al monarca en la capital del país, Bruselas, ha sido suscrita ya por más de 42.000 personas desde el lunes. Otra petición análoga, dirigida a las autoridades de la ciudad de Ostende, cuenta con más de 7.000 adhesiones.


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Entre tanto, varias estatuas de Leopoldo II han sido atacadas en distintas partes del país. Por ejemplo, en Gante un busto del rey fue cubierto con una tela con la inscripción 'I can't breathe' ('No puedo respirar' en inglés), las últimas palabras que pronunció el afroestadounidense George Floyd antes de morir como consecuencia de la brutalidad policial en Mineápolis. En un suburbio de Amberes, un grupo de desconocidos prendió fuego a una estatua del monarca.

Algunas de las víctimas del régimen de Leopoldo II Algunas de las víctimas del régimen de Leopoldo II

Para entender la repulsión que sienten algunos belgas hacia la figura del rey, hay que echar un vistazo a la colonización del Congo, considerado por varios contemporáneos e investigadores como uno de los peores ejemplos del colonialismo europeo.

Administrar el Congo como una propiedad privada

Nacido en 1835, Leopoldo II ascendió al trono en 1865 y gobernó Bélgica hasta su muerte en 1909. Casi la mitad de este periodo, entre 1885 y 1908, fue el monarca absoluto y el único propietario del Estado Libre del Congo, que gestionó como una posesión privada con el beneplácito de las otras naciones europeas con intereses coloniales en África.

Léopold de Saxe-Cobourg et Gothase, Leopoldo II, Rey de los belgas a finales del siglos XIX, y tras su reinado en el Congo dejó una población de casi 10 millones de personas, que para ese momento era alrededor de la mitad de la que tenía.

Nsala, de la aldea de Wala, mira la mano cortada de su hija, de cinco años, 1904, Estado Libre del Congo. Nsala, de la aldea de Wala, mira la mano cortada de su hija, de cinco años, 1904, Estado Libre del Congo.

 Lo más sorprendente de todo es que el Monarca, perteneciente a la dinastía Sajonia-Coburgo Gotha, no tuvo que disparar una sola bala para hacerse con este territorio. Leopoldo no heredó o conquistó el Congo (de hecho solo a su muerte se integró en Bélgica), le bastó con convencer a la comunidad internacional de que si le daban su soberanía protegería a sus habitantes de las redes de traficantes de esclavos árabes. Nada más lejos de la realidad, el verdadero objetivo del belga, que solía definir a su pequeño reino europeo como «Petit pays, petit gens» («Pequeño país, gente pequeña»), era hacerse con una colonia y exprimir hasta la última gota de sus recursos económicos.


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Leopoldo, no obstante, supo disimular su afán económico generando una imagen de monarca humanitario y altruista, que financiaba asociaciones benéficas para combatir la esclavitud en el África Occidental y costeaba el viaje de misioneros a esas regiones. En 1876 convenció con su elegancia y buenos modales a un selecto grupo de geógrafos, exploradores y activistas humanitarios en una Conferencia Geográfica, celebrada en Bruselas, de que su interés era «absolutamente humanitario». Fue, además, elegido aquí presidente de la recién creada Asociación Africana Internacional, transformada con el tiempo en la Asociación Internacional del Congo. 

Como consecuencia en febrero de 1885, catorce naciones reunidas en Berlín, y encabezadas por Gran Bretaña, Francia, Alemania y los Estados Unidos, le regalaron a  Leopoldo II todo el Congo a través de la asociación que él presidía. 

Las grandes potencias concedieron al rey de los belgas el Congo, sin saber qué clase de persona era y, sobre todo, porque desconocían el gran tesoro que se escondía entre sus árboles.

Mutilizaciones, en nombre del caucho

Además del marfil de sus elefantes, Leopoldo se sintió atraído por el Congo debido a sus grandes reservas de caucho. Durante su reinado se disparó la demanda internacional de goma, que se extraía de los árboles del caucho que se contaba muy numerosos en el Congo. El problema de la recolección de esta materia resultaba la ingente cantidad de mano de obra que se necesitaba y las duras condiciones para estos empleados. Para solventar el asunto, el rey de los belgas diseñó un sistema de concesiones que, en esencia, condenó a la esclavitud a la totalidad de los congoleños. 

Niños y mujeres amputados por no reunir la cuota de caucho Niños y mujeres amputados por no reunir la cuota de caucho

A pesar de que formalmente el objetivo del proyecto era 'civilizar' a los habitantes locales y mejorar sus condiciones de vida, pronto la empresa se redujo a la explotación ilimitada de las riquezas de la enorme colonia, 80 veces más grande que Bélgica.


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Debido a la falta de contabilidad, el volumen de los recursos extraídos por los funcionarios del monarca, que nunca puso un pie en el Congo, sigue siendo desconocido. Se estima, sin embargo, que en los 23 años que el territorio africano estuvo bajo la dominación personal de Leopoldo II el rey ganó cerca de 220 millones de francos de la época, equivalentes a más de 1.000 millones de dólares de hoy.

El corazón de las tinieblas

Estos niveles de explotación podían lograrse solo mediante un régimen de terror generalizado y con la ayuda de la impunidad de los oficiales europeos. En el Congo de Leopoldo II eran comunes prácticas como la toma de rehenes entre la población local, así como los castigos corporales, las mutilaciones y las expediciones punitivas contra aldeas que no hubieran cumplido la cuota de producción de marfil o caucho.

A partir de los años 1890, varios contemporáneos —entre ellos Anatole France, Mark Twain y Arthur Conan Doyle— denunciaron el régimen de terror establecido en el Congo. El texto más famoso que refleja las atrocidades que se cometían diariamente en la colonia privada del rey belga es la novela 'El corazón de las tinieblas', del escritor británico nacido en el Imperio ruso Joseph Conrad.

Funcionarios coloniales  Funcionarios coloniales

Antes de que una campaña pública internacional obligara a Leopoldo II a vender su posesión africana al Estado belga, su existencia resultó en la muerte de una gran parte de la población congolesa.

A falta de censos, el número exacto de las víctimas del régimen colonizador se desconoce, aunque las estimaciones varían entre tres y más de 20 millones de personas.

"En Berlín no hay estatuas de Hitler"

En ese contexto, es comprensible que una parte de la sociedad belga repudie la figura de Leopoldo II.

"Muchos turistas vienen a Bruselas cada año. ¿Es esta realmente la imagen que queremos darles de esta ciudad?", dijo al diario belga De Standaard el impulsor de la petición, Noah, un adolescente de 14 años.

Castigos corporales, práctica habitual en la colonia. Castigos corporales, práctica habitual en la colonia.

"En Berlín no hay estatuas de Adolf Hitler, ¿verdad? Me molestan las estatuas y me siento mal cuando las veo en Bruselas", agregó Noah, que asegura que el racismo sigue vigente en el país.

"Apuesto a que todas las personas negras en Bélgica han tenido alguna experiencia relacionada con el color de su piel. Finalmente, después de un tiempo te pones un arnés para dejar de sentir emociones cuando experimentas algo racista. Me temo que es una armadura que tendré que usar el resto de mi vida", confesó el chico, cuyos padres inmigraron a Bélgica desde el Congo.

Sin embargo, hay otra visión de la polémica. En una publicación en Facebook, el alcalde de Ostende, Bart Tommelein, se negó a retirar las estatuas del monarca, argumentando que esta medida no resolverá el problema.

"La eliminación de una estatua histórica no elimina el racismo en nuestra sociedad. Es mejor informar claramente sobre él", escribió Tommelein.