Nicholas Sutton confesó otros tres asesinatos y prefirió morir electrocutado. Eligió ese método ya que tenía miedo de la inyección letal. Un guardiacárcel pidió clemencia.
El estado de Tennessee, sur de Estados Unidos, ejecutó el jueves en la silla eléctrica a Nicholas Sutton. El hombre de 58 años había sido condenado a muerte por matar en 1985 a otro preso cuando cumplía cadena perpetua por otros tres asesinatos, entre ellos el de su abuela.
A Sutton lo declararon muerto a las 19.26 hora local (01.26 del viernes GMT) tras recibir dos descargas eléctricas en la Institución de Máxima Seguridad Riverbend, en Nashville, según notificó el Departamento Correccional de Tennessee.
Sutton fue el quinto preso en menos de dos años al que le dieron a elegir entre la silla eléctrica y una inyección letal, prefirió morir electrocutado en Tennessee. Ningún otro estado ha hecho uso de la silla eléctrica desde 2013.
Primero, recibió una descarga de 1.750 voltios durante 20 segundos, seguida por una pausa de 15 segundos y una segunda descarga de otros 1.750 voltios en 15 segundos antes de ser declarado muerto.
Cuando cometió el crimen que le llevó al corredor de la muerte, Sutton cumplía condena por otros tres asesinatos consumados con apenas 18 años en 1979, incluido el de su abuela paterna, Dorothy Sutton, con quien se había criado.
Asesinatos
De acuerdo a la investigación, Sutton dejó primero inconsciente a su abuela de un golpe en la cabeza, la envolvió en sábanas y bolsas de basura, la encadenó a un bloque de cemento y la arrojó viva desde un puente al río Nolichucky, donde murió ahogada.
Las autoridades determinaron que el suceso había ocurrido el 22 de diciembre porque la abuela no quiso darle dinero al nieto.
Sutton recibió una pena de cadena perpetua por ese asesinato, pero una vez condenado confesó otros dos homicidios, el de su amigo de la infancia John Large y el de un hombre identificado como Charles Almon.
El cuerpo de Large, desaparecido desde hacía meses, lo hallaron enterrado cerca de una cabaña que una tía de Sutton tenía en Carolina del Norte, mientras que el de Almon estaba bajo el agua en una cantera minera.
Sutton siguió su pena de cadena perpetua durante casi tres años hasta que en enero de 1985, junto a otros dos presos, asesinó en la cárcel a Carl Estep, un pedófilo que murió de unas 35 heridas de arma blanca.
Fue por ese crimen que Sutton fue finalmente condenado a muerte y ejecutado este jueves, más de 35 años después.
Pedido de clemencia
Una vez agotados sus recursos legales, la defensa de Sutton tenía depositadas sus esperanzas en la petición de clemencia al gobernador de Tennessee, Bill Lee, apoyada por familiares de sus víctimas y por varios guardias de prisiones.
En una apelación en la que Sutton pidió clemencia, sus abogados hablaron sobre la transformación de su cliente en más de 35 años que llevaba en prisión. La madre de uno de sus compañeros presos, que sufría esclerosis múltiple y no recibía tratamiento, dijo que Sutton había cuidado a su hijo e incluso lo había cargado, relataron los abogados. Algunos oficiales de la correccional también declararon que “le debían la vida” a Sutton porque los había rescatado cuando otros prisioneros iban a atacarlos.
“Puso mi seguridad y mi bienestar antes que los suyos”, escribió un oficial de la correccional, Tony Eden, en un artículo de opinión publicado en The Tennessean, en el que también describió a Sutton como el “preso más rehabilitado que he conocido en mi vida”.
“En esencia”, añadió, “la prisión será más segura si Sutton cumple su condena vitalicia que si lo ejecutan”.
Errores
Tennessee es uno de los estados que, hace más de dos décadas, decidieron emplear la inyección letal como el principal método para las ejecuciones, ya que en apariencia era una alternativa más tranquila y menos violenta que la electrocución.
Sin embargo, esa percepción se ha puesto en duda desde hace algunos años debido a la amplia difusión de información sobre algunos errores y ejecuciones problemáticas, incluida una en Oklahoma, en 2014, en la que el condenado recuperó la conciencia. Además, muchas empresas farmacéuticas han puesto más trabas para que los estados adquieran las sustancias adecuadas, pues no quieren que se les asocie con el término de una vida.
Hace un año, Ohio suspendió las ejecuciones mientras los funcionarios estatales estudiaban un nuevo protocolo para la inyección letal, pues no fue posible obtener los fármacos y un juez federal determinó que el método podía causarle a los internos “dolor agudo y sufrimiento innecesario”.
“Ohio no va a ejecutar a nadie durante mi mandato si un juez federal afirma que es un castigo cruel e inusual”, aseveró el gobernador republicano Mike DeWine el año pasado.
Otros estados, en cambio, han vuelto a aplicarla todavía con más resolución. La semana pasada, funcionarios estatales en Oklahoma anunciaron que volverían a aplicar la inyección letal tras una suspensión de cinco años y una serie de ejecuciones mal logradas.
En Tennessee, el protocolo establece que deben inyectarse tres sustancias distintas: midazolam, que funciona como sedante, bromuro de vecuronio, que paraliza al reo, y cloruro de potasio, que hace que se detenga el corazón. Dorinda Carter, vocera del Departamento de Correccionales del estado, hizo notar que “la inyección letal se ha considerado constitucional en varias ocasiones en Tennessee”.
Algunos expertos médicos refutan este argumento, pues dicen que la inyección letal fuerza al máximo los límites constitucionales en el tema de qué se considera un castigo cruel. Joel Zivot, profesor adjunto de Anestesiología y Cirugía en la Universidad Emory, comentó que el sedante incluido en el grupo de tres fármacos no ayuda a los condenados a soportar el dolor y el paralizante disfraza el tormento que experimentan.
“No se percibe mucho”, dijo Zivot. “Ves a una persona acostada ahí”. Añadió que crea la impresión de que los reos tan solo “se quedan dormidos y luego mueren”. Más bien, los fármacos pueden provocar que sus pulmones se llenen de líquido, y así causarles asfixia, además de producirles la sensación de estarse quemando.