Altruista, ¿se hace o se nace? Todo lo que te interesa saber, en la nota.
Por definición, el altruismo es "la tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio". Accionar contra el hambre, una de las necesidades básicas que todo ser humano debería tener cubierta, es quizás uno de los ejemplos más claros de este ejercicio solidario. Es por ello que un grupo de investigadores americanos partió desde esta premisa para probar cuánto tiene una conducta altruista de innata, o de adquirida, tomando como objeto de prueba a la población más "virgen" de contaminación social: los bebés.
En ese camino, el reciente estudio del Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro de la Universidad de Washington (I-LABS), sugiere que una actitud altruista puede comenzar en la infancia. La práctica en la que basan sus conclusiones se realizó con cerca de 100 bebés de 19 meses, a quienes se los "invitó a comer" en un ambiente controlado, y junto a comensales adultos. Fue en esa interacción donde los pequeños no dudaron en compartir sus alimentos con los expertos que los observaban, aún cuando su apetito era intenso.
"Creemos que el altruismo es importante para estudiar porque es uno de los aspectos más distintivos del ser humano. Es una parte importante del tejido moral de la sociedad", refirió Rodolfo Cortes Barragán, investigador del I-LABS y autor del informe. "Los adultos nos ayudamos mutuamente cuando vemos a otro necesitado y hacemos esto incluso si hay un costo para uno mismo. Así que probamos las raíces de esto en los bebés", completó el especialista.
Los investigadores quisieron probar si los pequeños podían actuar más allá del interés propio cuando se enfrentaban a una de las necesidades biológicas más fundamentales, como lo es la alimentación. Bananas, arándanos y uvas formaban parte del banquete saludable elegido para tentarlos, y el cual estaba ubicado sobre una mesa que compartían con un investigador. El objetivo era determinar si el pequeño, sin ánimo, instrucción verbal o refuerzo, daría espontáneamente un alimento atractivo a una persona desconocida.
Una vez compartiendo el espacio, el adulto dejó caer "accidentalmente" la fruta y demostró deseo por recuperarla, pero sin poder alcanzar el objetivo. Esta acción provocó que más de la mitad de los bebés, que quedaban más cerca del alimento, lo recogiera y se lo devolviera al adulto. En apariencia, ese "esfuerzo por alcanzar la fruta, el aparente deseo por la comida" que manifestó el adulto, pareció desencadenar una respuesta solidaria en los chicos.
En un segundo experimento, se les solicitó a los papás de un nuevo grupo de infantes que llevaran a los pequeños en la hora del almuerzo o merienda, cuando el apetito estaba en un nivel alto. La intención fue aumentar el "costo para uno mismo" que define el altruismo. Más allá de las condiciones, los resultados fueron similares a la primera muestra: un 37% de los chiquitos ofreció su colación o parte al adulto desconocido que lo acompañaba en el espacio.
"¡Los bebés en este segundo estudio miraron ansiosamente la fruta, y luego la regalaron! Creemos que esto captura una especie de versión para bebés de ayuda altruista" mencionó Andrew Meltzoff, codirector de I-LABS.Los investigadores también encontraron que los niños con hermanos y que cuentan con ciertos patrones culturales eran especialmente propensos a ayudar al adulto, lo que indica que la expresión de altruismo infantil es maleable. Estudios previos con mayores mostraron influencias positivas de tener un trasfondo cultural que enfatiza la "interdependencia", es decir, un entorno que le da un valor particular al cómo se siente conectado un individuo con los demás.
"Creemos que ciertas experiencias familiares y sociales marcan la diferencia. Si podemos descubrir cómo promover el altruismo de nuestros hijos, esto podría movernos hacia una sociedad más solidaria", alentó Barragán.