Te invitamos a leer la reseña de la nueva película de Quentin Tarantino.
Por Silvio Pratto
Quentin Tarantino ha logrado consolidarse a lo largo de su carrera como el director mimado del mainstream de Hollywood pero también como un realizador de culto, cuyo trabajo es respetado tanto por la crítica como por otros audiovisualistas y esperado con ansias por la audiencia. Así las cosas, consiguió de alguna forma hacer que cada una de sus películas conjuguen elementos aparentemente inmiscibles: Tarantino destroza taquillas con películas de autor que los paladines de "lo culto" idolatran y el público masivo acepta de buena gana.
Pecaré de reiterativo destacando el profundo conocimiento de Tarantino en torno al género western, el cine de artes marciales, la estética pulp, la novela negra y el movimiento blaxploitation, todas estas virtudes evidenciadas en trabajos pretéritos. Y es porque en "Once Upon a Time in Hollywood" -su novena película- además de de brindar una visita guíada por la estética californiana de finales de los 60, desanda una tarea casi antropológica que demuestra además su profunda erudición acerca de la cultura norteamericana y los hábitos de consumo alredededor de la producción audiovisual televisiva y cinematográfica. Tarantino tiene en esta cinta, su propio retrato de una época emblemática para el arte industrial.
A través de un ejercicio referencial el guión presenta una idiosincrasia en ciernes: el movimiento hippie como oposición a lo normativo. Así, cambios culturales como la revolución sexual, el uso recreativo de drogas, la resistencia a la autoridad y los cuestionamientos a las instituciones son puestos en relevancia, enmarcados con sutileza en torno a los integrantes del clan Manson. Tarantino se viste de historiador y hace las veces de cirujano sociológico.
Tarantino no arriesga y recurre a dos bestias interpretativas como
Leo DiCaprio y Brad Pitt para dar vida a un actor de westerns venido a menos y su doble de riesgo. Inspirados en varios personajes reales, sus caracterizaciones solo son opacadas por la terrible estatura de sus actuaciones, donde hay que hacer un apartado para Brad Pitt y su granitico veterano de guerra convertido en un buscavidas hollywoodense. Pitt construye un personaje que sobrevuela al inolvidable Aldo Raine
(Inglourious Basterds, 2009) y pide Oscar a los gritos.
Detrás de ellos, aparece
Margot Robbie interpretando a la malograda
Sharon Tate. La inocencia diáfana de la entonces esposa de Roman Polanski es complementada por la belleza fulgurante de Robbie, cuyo parecido asombra y cautiva. El director logra que el personaje encaje aunque el devenir de la historia haya obligado a su inclusión a favor de cierto rigor histórico. Revolotea alrededor de ella el
Charles Manson de Damon Herriman, que aquí es poco más que un cameo y deja sabor a poco, sobretodo después de su destacadisima versión del mítico criminal que logra en la segunda temporada de "
Mindhunter", quizás la serie más destacada que puede hallarse en esa agenda audiovisual llamada
Netflix.
El climax de la película pone a Tarantino nuevamente en el papel de Dios justiciero. Al igual que en la mencionada "Inglorious Basterds" donde deja caer la espada de Damocles. sobre el cuello del aparato nazi, aquí decide ser el verdugo de los artífices de una de las masacres más recordadas por la mitología hollywoodense. El torbellino de violencia nos recuerda, sobre el ocaso de la película, a las hipérboles que el director logró sostener en películas como
"Kill Bill vol 1" (2003) o
"Death Proof" (2007). Y si bien la apuesta es alta al incluir en este caso crímenes y víctimas reales, Quentin logra una vez más, salir indemne.
De cumplir su promesa, el director logra con la penúltima película previa a su retiro, redondear un derrotero consecuente con elementos que se repiten sin caer en la redundancia. Su sello distintivo, siempre presente en sus trabajos, lo han convertido sin dudas en uno de los directores contemporáneos más relevantes. Una bestia audiovisual que se sostiene no solo por sus recursos técnicos y estéticos sino también por su asombrosa erudición cinéfila.