Las malas noticias que ayer llegaron desde Wall Street no son un buen augurio. Lacunza define el programa que pesentará ante el FMI.
Se sabe, al menos en la Argentina, que las tormentas cambiarias y las disparadas del dólar son poco menos que derrota política segura. Y debiera saberse, también, que la paz de los mercados y el dólar planchado no garantizan por si mismos un triunfo, sobre todo cuando la economía y los coletazos de la economía pesan decididamente en el resultado electoral.
Fue el caso, ni hace falta aclararlo, de Mauricio Macri versus Alberto Fernández. Y del choque entre las expectativas que había despertado un tipo de cambio durante varias semanas controlado y una recesión, cargada de consecuencias sociales, que ya acumulaba un año. El saldo no fue la elección apretada que algunos proyectaban: fueron nada menos que 15 puntos de ventaja a favor del cristinista Frente de Todos y una debacle del macrista Juntos por el Cambio.
Evidente por donde se mire, el Gobierno nunca supo calibrar las luces amarillas tirando a rojo que las estadísticas económicas del INDEC emitían, una tras otra, de semana en semana. Tampoco advirtió que esa seguidilla, tupida e interminable, podía estar reflejando un descontento extendido que iba camino de estallar en las urnas.
Nada al fin casual y presente pleno o presente griego, luego del sacudón de las PASO Hernán Lacunza tiene hoy el ministerio de Hacienda que dejó Nicolás Dujovne y tiene el peor de los mix imaginables: un tembladeral en los mercados y una crisis en la economía real que amenaza escalar hacia zonas peligrosas. Y encima debe armar contrarreloj un plan de acción enfocado hacia ambos frentes y simultáneamente, aunque se puede suponer, con muy escaso margen de error, que su nombramiento no lo sorprendió demasiado: finalmente, vino del gobierno bonaerense de María Eugenia Vidal.
Como si fuese posible soplar y hacer botellas, un analista sintetiza: “Lacunza tiene que estabilizar los mercados y recuperar la confianza perdida”. Otro afirma, en un discurso parecido: “Debe operar sobre un cuadro productivo y social que se puede tornar más espeso de lo que está”.
Y en el medio, una devaluación que en sólo una semana, la pasada, acumuló 25% y le metió presión a los precios justo cuando los precios tendían a enfriarse. Pasa eso y más que eso, con el salto cambiario.
Dice a cuento un consultor: “Está pegándole duro a las empresas endeudadas en dólares, que son la mayoría porque para ellas el crédito en pesos no existe. Y tienen dificultades con los vencimientos, porque por la misma devaluación también se les caen las ventas”.
Sólo para agregar al panorama, una estadística muy reciente del INDEC habla sobre el consumo y el uso de servicios públicos clave y esenciales, tanto en actividades productivas como en las casas de familia. Y no habla precisamente de la mejor manera.
Los datos de mayo contra mayo de 2018 dicen caída del 3,9% promedio; del 4,3% en electricidad, gas y agua; un 3,9% el transporte de pasajeros; 11,4% la recolección de residuos y 8,4% el pago de peajes en rutas y autopistas. Apuntalado por la cosecha récord, el transporte de cargas creció 20%.
Pero el dato más fuerte de una muestra poco difundida aunque reveladora aparece en una serie: canta que de los últimos 17 meses solo uno anotó un registro positivo.
Así, de tumbo en tumbo, la actividad económica pinta ahora para retroceder más del 2%, quizás 3% según algunas consultoras. Y la inflación va decidida a pasar el 50%; un 55% proyectan hoy estudios privados.
Salta evidente que a Lacunza le sobran motivos para andar preocupado y preocupado por que la recesión pueda escalar hacia zonas conflictivas. Obvio, es su preocupación y la preocupación del Gobierno y el motivo detrás de medidas que tienen color social y, a la vez, color electoral.
¿Y cómo vienen hoy los mercados?, le preguntó Clarín a un especialista con años de mercados.
Respuesta: “Si es por lo que hoy (por ayer) se vio en Wall Street, yo diría que vienen bien complicados, tal vez para agarrarse fuerte si no aparece alguna soga.
Para que se entienda, en Wall Street se vio lluvia de malas noticias. Las acciones de grandes empresas argentinas, sobre todo bancos y energéticas, cayeron hasta un 15%; los bonos, 6% y el riesgo país, o sea, los temores acerca del pago de la deuda, subió 13%. Queda claro, todo en un día.
Según el especialista, afuera pegó mal la renuncia de Nicolás Dujovne. Dice: “Era considerado el soporte del ajuste fiscal y del acuerdo con el Fondo Monetario, por más serio que también sea Lacunza”.
La semana próxima será el momento en que el nuevo ministro presentará ante una misión del FMI el programa que arma estos días. Se supone que incluirá nuevas metas fiscales, dado que las PASO les pasaron por encima a las que había comprometido Dujovne.
Hay algo que toca al FMI y al pago de la deuda que parece libre de cualquier problema: el desembolso de US$ 5.500 millones previsto para septiembre. “Va a salir aunque sea con fórceps, porque sería una verdadera locura que el Fondo resolviese meterlo en el freezer”, afirma un banquero. Su argumento, que es contra metas que la Argentina ya cumplió.
Por Alcadio Oña para Clarín.