La charla de Mauricio Macri con Alberto Fernández fue toda una novedad en medio de la grieta y una necesidad en medio de la crisis.
Lo bueno es que hablaron. Lo también bueno fue el mensaje que transmitieron sobre lo que hablaron. Macri tuiteó que Fernández se comprometió a transmitir tranquilidad a los mercados y “mantener una línea abierta directa entre los dos”. Fernández dijo que le prometió a Macri “ayudarlo en lo que pudiera” y que lo que hace falta es que entre ellos haya “un diálogo franco”.
Lo que no fue tan bueno fueron los cortocircuitos que hubo en el diálogo y de los que por supuesto no hablaron. Macri le pidió a Fernández que le explique a Wall Street qué piensa hacer si llega al gobierno y Fernández le dijo que la crisis no era culpa de él sino de Macri al instalar la idea de que si ellos llegan al poder habrá otra Venezuela. “Cristina fue socia de Maduro hasta hace cinco minutos”, le respondió Macri.
Puesto de otra manera, para Macri todo lo que está pasando es por el miedo que despierta el cristinismo en los mercados y para Fernández la crisis es un problema de Macri que tiene que resolver Macri. Fernández sabe que difícilmente gane más votos distrayéndose de la crisis como si fuera ajena del todo. Macri no puede distraerse de ella: es el presidente. Si se añade racionalidad, ganan todos. Ganamos todos.
Las PASO fueron lo que se suponía que iban a ser: una encuesta para medir la diferencia entre Macri y Fernández. No elegían nada pero para los mercados eligieron todo. La crisis lleva ya tres días y le está pegando un golpe fuerte a la economía que es también pegarle un golpe fuerte a la gente.
El dólar, que nunca tiene techo porque el peso no tiene piso, superó los $60 y la inflación que parecía encaminarse hacia el 2% o debajo del 2% podría llegar a ser casi el doble. Otro dato: el riesgo país bordeó los dos mil puntos. Que es como decir que el crédito externo seguirá cerrado y que hay más dudas sobre el pago de la deuda argentina.
Y junto a los números, la impresión de descontrol y de que todo puede estar incluso peor. Macri reconoció el impacto de la crisis con un paquete de medidas que buscan mejorar los ingresos de la gente y de las muy sacudidas pequeñas y medianas empresas. Subió el mínimo no imponible, anunció bonos para los privados y para los empleados públicos y beneficios fiscales para autónomos y monotributistas. Aumentó la asignación por hijo y otorgó una moratoria a las pymes y se propone congelar por 90 días el precio de los combustibles.
Además del reconocimiento de la crisis, las medidas tienen otro costado evidente: intentar recuperar votos de clase media que el domingo dejó de votarlo. Está claro: Macri sigue dando pelea y apostando a una primera vuelta que lo coloque en el balotaje con el cristinismo. Hasta tiene una fórmula matemática para sostener esa aspiración: el 3 más 3. Tres puntos que pierda Fernández y tres puntos que recupere Macri. La fórmula puede lucir muy linda pero tiene un problema: los 15 puntos de ventaja que le sacó Fernández.
Hubo otro cambio evidente en Macri: entendió que su discurso cargado de bronca del lunes fue un injusto reproche a la gente que no lo votó y a la que ahora pidió disculpas.
Detrás de la batalla por el balotaje, hay otra batalla: la de conseguir la mayor cantidad de legisladores posibles. Un Cambiemos con polenta parlamentaria aunque se pierda la reelección. La aspiración de máxima de Macri es que la factura por la crisis de estos días se la carguen al cristinismo y no a él. Por si no quedó claro, es una aspiración de máxima.
Por Ricardo Roa del Diario Clarín.