En septiembre de ese 1929, un trimotor se estrelló en Mount Taylor, matando a todos a bordo. Para 1938, teníamos aviones en los que toda la cabina estaba presurizada.
El 17 de diciembre de 1903 se realizó un sueño compartido por generaciones: volar.
Wilbur y Orville Wright hicieron el primer vuelo propulsado de la historia.
Durante la siguiente década, la aviación se desarrolló a una velocidad vertiginosa, acelerada por el advenimiento de la Primera Guerra Mundial.
Y cuando llegó la paz, la aviación comercial comenzó en serio.
En 1929 fue lanzado el primer servicio de línea aérea de costa a costa de Estados Unidos, que se promocionó resaltando el increíblemente corto tiempo de viaje: 48 horas desde Nueva York a Los Ángeles.
Costaba US$5.000 en dinero de hoy, por trayecto, y embarcarse en tal peripecia era el colmo del glamur.
La verdad
En realidad, el viaje era una tremenda prueba de resistencia.
Los pasajeros tenían que abordar, primero, un tren nocturno para que los llevara al aeropuerto de Columbus, Ohio, a 850 kilómetros de distancia.
Desde ahí partían en un avión de tres motores Ford para su primer día de vuelo.
El avión tenía que detenerse 4 veces para reabastecerse de combustible antes de llegar a Oklahoma, donde abordaban otro tren nocturno en el que pasaban la noche y llegaban al siguiente aeropuerto.
Ese segundo día, los pasajeros tomaban otro avión, que también tenía que detenerse 3 veces en el camino antes de aterrizar, finalmente, en Los Ángeles.
Con todo y eso, tenía el atractivo de ser una aventura pionera y divertida... dependiendo del clima.
Volando a solo 1.500 metros de altura, el trimotor era vulnerable al mal tiempo, lo que lo hacía un viaje desagradable.
Y peligroso.
En septiembre de ese 1929, un trimotor se estrelló en Mount Taylor, matando a todos a bordo.
Fue el primer desastre de una aerolínea comercial.
Volar más alto
La historia de la aviación lamentablemente está plagada de tragedias.
Pero había quienes se niegan a aceptar el statu quo, y estaban dispuestos a arriesgar todo para mejorar la tecnología.
¿Tal vez un avión podría evitar el mal tiempo volando sobre él y viajar más rápido a través de un aire menos denso?
Eso haría que los viajes aéreos fueran más seguros y rápidos, y la idea para poder volar por encima de las nubes surgió de debajo de las olas: utilizar la tecnología de buceo en aguas profundas para explorar la atmósfera superior.
Significaba visitar un lugar nunca explorado, y la dificultad no solo era llegar tan alto, sino vivir para contarlo.
El Capitán Hawthorne C. Gray había volado a más de 12.000 metros ese mismo año en globo de helio. Pero, cuando el globo aterrizó un día después, fue encontrado muerto en los controles.
A toda velocidad
Wiley Post era un aviador obsesionado por la velocidad.
Había perdido un ojo en un accidente industrial y utilizó el dinero del seguro para ingresar a la aviación.
En 1931, él y su navegante, Harold Gaddy, dieron la vuelta al mundo en solo 8 días, obteniendo un récord mundial y fama instantánea.
Pero Wiley Post quería ir aún más rápido y creía que volar alto era la solución. Cuanto más alto vayas, más delgado se vuelve el aire y menos arrastre atmosférico produce en el avión.
Eso significa que, para una cantidad dada de potencia del motor, el avión puede ir más rápido.
Wiley Post pensó que esa sería la clave.
Pero antes, tendría que derrotar al asesino oculto que yace sobre las nubes.
Altura mortal
Tanto Post como otros que estaban explorando ese entorno notaron que con una exposición sostenida incluso una altitud por encima de los 10.000 pies tenía graves efectos fatigantes en sus procesos mentales.
Esta confusión mental puede conducir a errores que, en el aire, pueden ser fatales.
Si ocurre una emergencia, tienes que reaccionar bien y rápido, algo que se dificulta si cuentas con menos de tu capacidad mental completa.
A medida que la presión cae aún más, entran en juego nuevos peligros.
En la línea de Armstrong -63.000 pies de altura- el agua hierve a 98,6º, y el cuerpo humano tiene aproximadamente dos tercios de agua, así que la sangre en las venas literalmente comienza a burbujear.
Un buzo en el aire
Post necesitaba una forma de proteger su cerebro de la falta de oxígeno y al cuerpo de la presión.
Trabajando con B.F. Goodrich Company, ahora famosa por sus neumáticos, pero en ese momento uno de los fabricantes aeronáuticos más respetados de EE.UU., ayudó a desarrollar un atuendo inspirado en el traje de un buzo de aguas profundas. Solo que, en lugar de mantener el agua afuera, mantenía el aire adentro.
El traje creaba una nueva atmósfera habitable alrededor del aviador.
En un vuelo de prueba en 1934, Post arriesgó su vida, poniendo a prueba los límites del cuerpo humanos.
Desafortunadamente, los instrumentos que medían su altitud fallaron, pero superó los 40.000 pies y alcanzó los 540 km por hora, casi el doble de la velocidad que el avión podía hacer al nivel del mar.
Los vuelos pioneros de Post cambiaron completamente el rostro de la aviación pues se pudo volar mucho más alto y, por lo tanto, mucho más rápido.
Para 1938, teníamos aviones en los que toda la cabina estaba presurizada.
Desde entonces, los pilotos y los pasajeros pueden viajar con comodidad sin la necesidad de trajes de presión voluminosos, como el que usó Post.