Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte y de la Universidad de Kansas dieron a conocer los resultados de un nuevo estudio realizado a ciudadanos que se entrenaron en el gimnasio
Un reciente estudio de la Universidad de Carolina del Norte y la Universidad de Kansas, publicado en el International Journal of Obesity, determinó cuál es la mejor hora para hacer ejercicio y bajar de peso.
Para llegar a esta conclusión, el equipo de expertos estudió el desempeño de 100 adultos físicamente inactivos que comenzaron a entrenar cinco veces por semana en un laboratorio de fisiología. Se ejercitaron en un horario entre las 7:00 y 19:00 horas, durante 10 meses.
Los participantes podían elegir la hora en que entrenaban, pero se les exigía quemar hasta 600 calorías por sesión.
Tras analizar los resultados, se descubrió que las personas que hacían ejercicio por la mañana, perdieron más peso que aquellos que realizaron los mismos ejercicios durante la tarde.
De hecho, quienes sudaban antes del mediodía, bajaron más kilos que aquellos que lo hicieron después de las tres de la tarde.
Para comprobarlo, Erik Willis, analista de datos del Centro para la Promoción de la Salud y la Prevención de Enfermedades de la Universidad de Carolina del Norte y líder de la investigación, se basó en la información recopilada en un estudio que había realizado en 2015 en el que habían pedido a 100 personas con sobrepeso que entrenasen cinco veces al día hasta haber perdido 600 calorías por cada entrenamiento.
Pasados 10 meses, todos los participantes habían conseguido perder peso. Sin embargo, algunos habían perdido mucho más que otros y los expertos no fueron capaces de encontrar grandes diferencias en los estilos de vida entre los que más habían bajado de peso y los que menos.
En este nuevo estudio y tras revisar los datos anteriores, Willis y su equipo se han dado cuenta de un factor que parece determinante: la hora de ejercitarse. Los participantes en aquella investigación podían acudir a entrenar a cualquier hora entre las 07:00 y las 19:00. Resulta que las personas que iban antes de las 15:00 fueron quienes consiguieron bajar los números de la báscula.
Los expertos, que básicamente monitorizaron la vida entera de los participantes durante esos 10 meses, también se dieron cuenta de que el solo hecho de hacer ejercicio antes de las tres de la tarde cambiaba pequeñas cosas de la rutina de las mujeres y hombres que formaron parte del estudio: tendían a estar más activos físicamente durante el resto del día y también comían unas 100 calorías menos que aquellos que entrenaban por la tarde.
Por todo esto, Willis y sus colegas creen que la hora del día a la que hacemos ejercicio puede influir en la cantidad de kilos que perdemos.
Una posible estrategia para bajar de peso: ayunar antes de ejercitarte
Ayunar antes de ejercitarte puede reducir la cantidad de alimento que ingieres durante el resto del día, de acuerdo con un interesante estudio en pequeña escala de hombres jóvenes en forma.
El estudio reveló que la decisión de desayunar o no antes de ejercitarte por la mañana puede influir en tu relación con la comida durante el resto del día, de formas complejas y en ocasiones inesperadas.
Por supuesto, el control de peso es una de las principales preocupaciones públicas (y privadas) de nuestra época; sin embargo, el papel del ejercicio para ayudar a las personas a bajar de peso, mantenerlo o, en algunos casos, subir algunos kilos es problemático. El ejercicio quema calorías, pero en muchos estudios previos se ha descubierto que las personas que comienzan un nuevo programa de ejercicios no bajan tanto de peso como esperaban porque a menudo compensan la energía utilizada durante el ejercicio comiendo más después o moviéndose menos.
Estas compensaciones, por lo general sutiles e involuntarias, indican que nuestro cerebro recibe comunicados internos que detallan cuánta energía utilizamos durante nuestro entrenamiento más reciente y, en respuesta, envía señales biológicas que aumentan nuestro apetito o reducen nuestras ganas de estar en actividad. Nuestro servicial cerebro no quiere que padezcamos un déficit de energía ni que muramos de inanición.
Estudios anteriores demuestran que muchos aspectos de la alimentación y el ejercicio pueden afectar la medida en que cada persona compensa las calorías quemadas durante el entrenamiento, incluyendo el tipo de ejercicio, su duración, la condición física y el peso.
Ayunar o desayunar también puede tener relevancia. Cuando hacemos una comida, nuestro cuerpo recurre a los carbohidratos de dicha comida como fuente primaria de energía. Parte de esos carbohidratos se almacena en nuestro cuerpo, pero ese almacenamiento interno de carbohidratos es minúsculo en comparación con el almacenamiento de grasas. Algunos investigadores creen que nuestro cerebro presta particular atención a cualquier reducción en los niveles de carbohidratos y se apresura a remplazarlos.
Aquí es donde el desayuno hace su entrada. Si no desayunamos por la mañana, no tendremos calorías derivadas de esa comida disponibles para producir energía durante el ejercicio y, en su lugar, el cuerpo usará (y reducirá) nuestras reservas internas de carbohidratos, además de parte de nuestra grasa.
No obstante, cuando se comieron el tazón de avena y luego se ejercitaron, mantuvieron el equilibrio de energía con gran precisión, pues quemaron y consumieron casi la misma cantidad de calorías ese día.
Lo más interesante sucedió cuando ayunaron antes de la sesión de ejercicio.
Al haber consumido la mayoría de las reservas de carbohidratos de su cuerpo durante la sesión de bicicleta ese día, los hombres mostraron un apetito voraz durante el almuerzo y consumieron muchas más calorías que durante las otras visitas al laboratorio.
Pero después de que dejaron de comer y al final del día, mantuvieron un déficit de energía de casi 400 calorías, lo que significa que recuperaron muy pocas de las calorías que quemaron durante la sesión de bicicleta.