Probablemente Fernando De la Rúa no lo sabía, pero la cadena nacional del 19 de diciembre de 2001 se transformaría en una de las últimas de su gestión. Eran días muy difíciles. En las calles se vivía un clima muy caliente.
En las protestas se mezclaban los reclamos de las personas que no tenían para comer con las de los ahorristas que habían sido despojadas del esfuerzo de años y años de trabajo a través del corralito de Domingo Cavallo.
Fue a través del decreto 1678 que el gobierno de la Alianza estableció el estado de sitio en toda la Argentina por el término de 30 días. Durante su mensaje, De la Rúa dijo que tenía conciencia del "sufrimiento de la gente" y que sabía distinguir entre "los necesitados y los delincuentes". "La mayoría sabe que con violencia e ilegalidad no se sale de los problemas. Los problemas hay que afrontarlos y eso estamos haciendo", sentenció.
Algunos medios se quedaron con un gesto que quedó grabado en el video. Mientras el jefe de Estado le hablaba al país tomó sus lentes y se los puso sin parpadear. Mucho se especuló sobre el mensaje que se quiso dar, pero está claro que el resultado no fue el deseado.
Minutos después de que se transmitiera el mensaje presidencial, el ruido de las cacerolas empezó a expandirse en los barrios hasta que espontáneamente miles y miles de personas empezaron a llegar a Plaza de Mayo. Ése fue el inicio de 48 horas de locura en la calle que terminaron con 39 muertos y decretaron el final de un gobierno que duró menos de dos años.
El 21 de diciembre, en su último acto de Gobierno, De la Rúa levantó el estadio de sitio antes de renunciar. El Congreso de la Nación nombró como presidente provisional al titular del Senado, el peronista Ramón Puerta. Se abrió una grieta institucional en el país. A Puerta lo sucedieron Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde. Este último fue el que logró pacificar el país e instrumentar la transición hasta el 25 de mayo de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner.