Instalada en Marbella con su familia, la modelo cuenta su experiencia como voluntaria en un geriátrico. Y su trabajo especial con un chico discapacitado. "Es mi vocación, dice ella.
Fue tapa de revistas, figura del Bailando, actriz exitosa en teatro y televisión, y durante mucho tiempo una de las argentinas más lindas del ambiente. Pero un día, Evangelina Andersondecidió dejar todo para acompañar a su marido, el ex futbolista Martín Demichelis. Estuvo a su lado en la fría Alemania, en la siempre gris Inglaterra y luego llegó España, más precisamente a la paradisíaca ciudad de Marbella. En estos diez años, Eva tuvo tres hijos, Bastián, Lolay Emma, y se casó con Micho.
Maduró y se hizo mujer, pero nunca perdió su amabilidad. Atiende el teléfono mientras recorre el súper, llenando el changuito junto a Bastián, que le recuerda dónde dejó estacionado su auto. Desde que Demichelis se retiró del fútbol, hace dos años, la dinámica familiar se volvió más sencilla. “Yo estoy feliz, le digo que es mi jubilado, pasamos todo el tiempo juntos, entrenamos juntos, llevamos a los chicos a sus actividades, hacemos todo de a dos. Y no, no discutimos casi nunca… nos volvimos viejos, ¡ja, ja! A veces no estamos de acuerdo con algo, pero lo hablamos y lo resolvemos”, dice Eva.
El ex River estudia para convertirse en DT, y en dos años recibirá su título. A ella le faltan dos años para convertirse en profesora de yoga. “Cuando vamos a estudiar es el único momento en que nos separamos, y nos extrañamos mucho”, dice la rubia. Como Martín forma parte del equipo de las leyendas del Bayern Munich, muchas veces viaja invitado por el club, y la familia lo acompaña en cada evento.
Qué maestra. Eva está muy avanzada en su compromiso con el yoga. Y el año pasado comenzó a dar clases de manera voluntaria en un hogar, supervisada por profesionales, y a ella le tocó ayudar a un chico con discapacidades. “Trabajamos el tema de la respiración, la meditación y estirar los músculos, que los tenía un poco atrofiados. Fueron tres meses hermosos, con dos clases por semana, que los disfrutamos mucho. Yo fui maestra jardinera, y siento la vocación de estar con chicos”, comenta Eva. Luego le tocó colaborar en un geriátrico, dando clases a un grupito de abuelos. “Me esperaban con unas ansias terribles, nos la pasábamos charlando, hacíamos juegos, fue un trabajo muy lindo”, recuerda Eva. Este año espera volver a trabajar con chicos, aunque se ilusiona con tener un grupo más numeroso. “No lo veo como un trabajo, lo siento más como mi manera de devolver todas las cosas buenas que me dio la vida”,dice. La chica de Villa Devoto disfruta feliz su nueva vida pero no olvida sus raíces.