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Somos Deporte

Relato: ese gol que quizás pocos recuerdan, ¡Buen viaje Huevo!

Una historia sobre la vida, la muerte y el fútbol, recordando a Julio 'Huevo' Toresani.

22/04/2019

Por Pablo Abelleira*

En ocasiones me gusta pensar que todo lo trascendental sucede en días de lluvia. Quizás uno se ponga más sensible, te invade la nostalgia. Tal vez sea solo una sensación pero hoy cuando me encontré con Juan casi que me convencí que es más que un mero sentimiento.

Caminaba al auto apresurado porque ya era tarde, después de un fin de semana largo, el lunes es un karma. Y en el café de la esquina estaba Juan, sentado debajo de una sombrilla; sospecho que el mozo lo habrá odiado, llovía de forma copiosa y era la única mesa afuera en toda la cuadra.

Hacía tiempo que no lo veía y me detuve para darle un abrazo.

Juan es aquél amigo que conoces por una pasión y con los años sentís que fueron de toda la vida. A pesar de ser diez años mayor, el fútbol y la locura por los colores nos unieron después de un sábado de tercer tiempo.

Las obligaciones hacen que hoy no sea diario nuestro trato como antes pero el afecto perdura. Por eso me sorprendió su abrazo frío y el ceño adusto. Lo miré fijo y adiviné al instante que había llorado.

Mandé un mensaje rápido desde el celular avisando que llegaba tarde, le hice señas al mozo que trajera otro café y acerqué una silla.

El camarero se acercó rápido con un trapo para secar la silla y volvió en búsqueda del pedido, pesando para sus adentros que los locos abundan y en ocasiones se sientan bajo una lluvia helada con viento del sur a tomar café en la vereda.

-¿Qué pasa hermano?- le solté sin más preámbulos.

-Se murió el tipo que hizo el gol que más grite en mi vida- me respondió con la mirada esquiva.

Yo intenté comprender. Si hubiese muerto Quinteros o el Pity Martínez estaría en la boca de todos.

Porque de algo estaba seguro, el gol del que hablaba era de River. Eso fue lo que hizo más fuerte nuestra amistad. Pero ahora estaba descolocado cómo arquero que elige el otro palo en un penal.

Él observó mi rostro y sacó de su bolsillo un papel desgastado por el paso de los años pero que se podía aún adivinar que era una entrada.

-19 de Marzo de 1994, empatamos 1-1 con Argentinos Juniors y fuimos campeones-. Fue todo lo que dijo antes que se le cortará la voz.

El gol de aquel partido fue de Julio César Toresani. Ahora todo me cerraba. Sin embargo aún no lograba comprender porque aquel título fue tan importante que superará a todo lo que después vendría.

Tomó un sorbo de café y continuó. – Yo se que “el huevo” después se fue a jugar de ellos y hasta nos gritó un gol la noche que se retiró Maradona pero yo al tipo no podía insultarlo.-

Junte el mismo coraje que hasta ese momento había tenido mi cuerpo para aguantarle al frío que se colaba por cada espacio y pregunté:

-Yo sé que fue un título, que estuviste ahí; pero… que lo vuelve tan valioso?-.

Él acomodó su garganta y se dispuso a contarme una de esas historias que a veces las personas guardan por miedo a llorar en público:

-Después de pelearle un año al cáncer mi viejo no aguantaba más. Encima no dejaba el cigarrillo y nos decía que si la muerte lo llevaría pronto disfrutaría hasta el final de todos sus vicios. Mi casa era una sala velatoria anticipada. Cada uno lloraba en las esquinas cuando él no veía. Y yo buscaba una despedida feliz-.

Yo para ese momento empezaba a ordenar el rompecabezas pero quería que termine de contar. El flaco estaba como poseído y solo tomaba aire para seguir.

-Fue el peor torneo de todos, nadie se sacaba de diferencia y encima lo frenaron en Diciembre no me acuerdo porqué hasta Febrero del 94. Aquella Navidad solo pedí que el viejo aguantará hasta el final y que se nos diera. Tras haber estado novenos en un pasaje del torneo, empatamos en la penúltima con Central en Arroyito a Racing lo golearon en la Bombonera pero Vélez ganó en La Paternal y nosotros necesitábamos un empate ante Argentinos en la última para ser campeones-.

Mi única respuesta fue -Aja!- porque yo también comenzaba a verme poseído por el relato. Y Juan siguió elevando la voz.

-Mi viejo aquel sábado amaneció radiante en contraste con un día gris. Preparamos la camiseta y nos fuimos. Yo me prometí guardar ese día para toda la eternidad. Ensayamos canciones en el colectivo y evaluamos posibilidades. Fuimos sin radio porque él insistía que dependía de nosotros y un equipo grande como River no debe estar pendiente de otros resultados.

Cuando subíamos los escalones del Monumental la lluvia era torrencial. El árbitro salió como tres veces para observar el estado del campo y la amenaza de suspensión estaba latente. Yo imploraba que eso no pasará porque el tiempo se agotaba. Mi papi cantaba, reía y por momentos me miraba; él también era consciente de que era una despedida-

Para ese momento yo no aguantaba las lágrimas, lo miré y Juan a punto de estallar en llanto siguió.

-La jugada vino por izquierda, una serie de rebotes en el camino y como si fuera el único rayo de sol de esa tarde, de un zurdazo sublime, Toresani clavó la bola del tiempo para siempre entre medio de las piernas rivales.

Nos abrazamos y lloramos. Los jugadores vinieron a gritar la conquista de cara a nuestra tribuna y yo me agarraba fuerte a la cintura de mi viejo y seguía llorando sobre su pecho. Le grité a la vida que no me lo iba a llevar, le grité al cáncer que se fuera a la mierda que el gol del “huevo” nos sacaba campeones y vendrían muchos títulos más.

Sufrimos hasta el cierre porque nos empataron. El pitazo final con el encuentro 1-1 nos hizo el mejor. Nos quedamos hasta la noche cantando y festejando. En el colectivo de vuelta, el viejo dijo que me amaba y después de eso podía partir feliz. Yo lo volví a abrazar con fuerza.

Cuando me acosté le di por última vez las gracias a Dios, no volvería a hablarlo por años. Al día siguiente mi madre entro llorando a mi pieza. Yo lo sabía, esa fue la despedida-.

Cuando Juan completó su relato yo estaba abrazándolo y lloramos como niños huérfanos. La lluvia continuaba y él me miró para expresarme con tristeza:

-Y ahora este tipo se murió solo y yo no le pude decir que fue artífice de tamaña alegría. La mayoría lo recuerda por “Segurola y Habana 4310” pero para mí fue aquél gol-.

-Tranquilo hermano, que con está charla ellos volvieron. Y allá arriba tu viejo le debe estar dando las gracias-.

Pagué los cafés, le di un abrazo fuerte y le dije que debíamos volver a juntarnos seguido.

La lluvia no había parado, antes de doblar la esquina me di la vuelta y lo pude ver besando la entrada y volviendo a gritar ese gol que quizás pocos recuerdan.

Descansa en Paz Huevo.

*Nacido en Quimilí, Santiago del Estero, periodista, escritor, comentarista y relator de fútbol. IG: @abelleira_the_poet Tw: @1abelleira