Una comisión de padres de escuela Tàber situada en Barcelona decidió prescindir de 200 cuentos infantiles por no contar con perspectiva de género.
Cuentos como "Caperucita roja" o "La bella durmiente" son clásicos de la literatura infantil, presentes en todas las bibliotecas de los chicos y reversionados por la industria del cine. Cierto es que muchos de ellos han sido cuestionados en las últimas décadas por el movimiento feminista, acusados de reproducir estereotipos de género.
En la escuela Tàber, situada en Barcelona, se tomaron este tema muy en serio, negándose a que sus hijos fueran educados en este tipo de historias. Formaron una comisión que, en una de sus iniciativas, revisó la biblioteca escolar para dejar sólo aquellos libros que tuvieran cierta perspectiva de género y una mirada igualitaria para niños y niñas. Estos representaban el 70 por ciento del total, y 200 libros fueron retirados, para horror de muchos.
Anna Tutzó, una de las madres que integran la comisión que revisó el catálogo, aseguró que “estamos lejos de una biblioteca igualitaria en la que los personajes sean hombres y mujeres por igual y en la que las mujeres no estén estereotipadas”. En una entrevista de Betevé dijo que las situaciones más habituales que hallaron en esa literatura fue asociar la masculinidad a valores como la valentía y la competitividad. “También en las situaciones de violencia, aunque sean pequeñas, es el niño el que las realiza contra la niña. Con ello se da un mensaje de quién puede ejercer la violencia y contra quién”, agregó.
Esta iniciativa no es la única en ese país, pero es resistida por muchos padres y educadores que consideran que es mejor dejar los libros para discutirlos en clase y realizar una lectura crítica de ellos en lugar de expulsarlos. Los bibliotecarios explican que intentar borrar la historia de la literatura de un plumazo es peligroso porque sería como borrar la memoria. “Los cuentos populares tienen un valor en sí mismo, forman parte de siglos de historia, de una tradición milenaria que ayuda a los niños a comprender la realidad”, sostiene Montse Vila, una bibliotecaria española.
En este caso de la escuela secundaria, según Tutzó, no se han planteado retirar ningún título. “En la primera infancia los niños son esponjas y absorben todo lo que hay a su alrededor, así que pueden naturalizar los patrones sexistas. En cambio, en primaria los estudiantes ya tienen más capacidad crítica y los libros pueden ser una oportunidad para aprender, para que ellos mismos se den cuenta de los elementos sexistas”. Pero nos preguntamos, ¿todos los libros que leemos son políticamente correctos? ¿Dónde pondremos el freno? Nos horrorizamos de la reciente quema de libros de Harry Potter en Polonia por unos fanáticos religiosos, ¿aplica a este caso la censura?