Con esta frase se podría resumir lo que sienten los excombatientes de Malvinas. David Diaz, Abel Ramallo, Segundo Sánchez y Antonio Alcalde, contaron su experiencia en Libertad de Opinión.
Se cumplieron 37 años de la gesta de Malvinas. 37 años desde que un grupo de soldados, muchos de ellos adolescentes, tuvieron que defender y tratar de recuperar un pedazo de territorio argentino.
Un pequeño grupo de excombatientes estuvieron en Libertad de Opinión y contaron sus vivencias.
David Diaz actual presidente del Centro de Excombatientes de Malvinas de Santiago del Estero, quien pertenecía a la Fuerza Aérea Argentina y estuvo en Ganso Verde en Islas Malvinas.
Abel Ramallo del Regimiento de Caballería Mecanizado y estuvo apostado a 7 kilómetros de Puerto Argentino.
Segundo Sánchez del Batallón 3 Infantería de Marina y destinado a la Isla Borbón en la Gran Malvina.
Antonio Alcalde actual Vicepresidente del centro de veteranos, quien también estuvo en el Batallón 3 Infantería de Marina en la Isla Borbón en la Gran Malvina.
Comienzan las preguntas y lo primero que hacen es agradecer: que los inviten a contar sus experiencias, que los reconozcan, que están vivos, que pudieron volver a ver a sus familias.
Dan las gracias.
Cuando debería ser al revés.
Diaz comienza a hablar y allí resalta que en contraposición a lo que fue cuando regresaron al continente “nos metieron por la puerta de atrás y no podíamos hablar con nadie” pero ahora los llaman de todos lados para dar a conocer como fue estar defendiendo la patria.
Agrega “fui prisionero de guerra más de 20 días, nos dejaron en Uruguay. Nos entregaron a un país neutral” y luego su traslado en barcos hacia el sur “hasta Río Santiago”.
Antonio Alcalde también recuerda ese momento del regreso “nos informan que se replegaban las fuerzas y que el único batallón que quedaba era el nuestro. Volvimos el 16 de julio al continente.
Nos llevan a Puerto Madryn pero nadie nos recibe, solo el jefe de nuestra unidad” de allí a un revisión médica “teníamos unos 16 kilos menos de cuando partimos a Malvinas” pero que nadie se había enterado de eso “no había medios de prensa, nada”.
Frío, lluvia, pies mojados y hambre.
Mucha hambre.
Así recuerdan también los días que pasaron en las islas.
“Estaba a 700 metros del camino colina arriba. Bajé dos veces a buscar comida para el grupo. Cuando destaparon la cocina de campaña, eran grumos de polenta y dos o tres rodojas de zanahorias floando. Casi no tenía fuego. Así que cuando llegué con la comida estaba fría, era incomible eso” recuerda Abel Ramallo.
Pero en su zona había ovejas “las comíamos como sea, hervidas, asadas, con sal, sin sal” cuenta.
“Lo que no me puedo sacar de la mente fue el día que nos dieron la orden de repliegue, entregamos las armas, entrar al pueblo y encontrarlos a los de mi grupo comiendo con las manos desesperadamente. Cuando entramos al pueblo encontramos tres depósitos llenos de mercadería, de lo que busquen. Era tanta la indignación de los compañeros al ver todo eso que uno quiso prender fuego. Luego ver a los habitantes llevarse todo lo que había de mercadería que era para nosotros. Creo que había para alimentarnos bien a los 15 mil que mandaron durante un año. No se todavía que quisieron hacer con todo eso” relata Alcalde sobre los alimentos que guardaban los superiores y nunca se los dieron a ellos mientras duró el conflicto.
Segundo Sánchez también resalta el tema del frío y la lluvia “y vivir con los pies mojados en los pozos de zorros. Los únicos momentos que teníamos para calentarnos un poco era cuando íbamos a buscar la comida, que era muy poca”.
El retorno al continente, a la vida en familia y a la sociedad, después de haber atravesado la guerra.
“No fue fácil reinsertarse a la sociedad. Cuando llegan estas fechas vuelven las faltas de sueño y los nervios. Debemos resaltar a la familia del veterano que es la que nos ayuda” destaca Diaz.
Habla Diaz y dice una frase. Todos asienten, también la sienten suya, que a pesar de todo el dolor y el sufrimiento “tuve la dicha de defender mi patria”.