Casi nueve meses después de dar a luz a Francisco, la modelo recuperó sus delineadas curvas. Vivió momentos de angustia, que ya son parte del pasado: "Quería que me entrara la ropa que usaba antes del embarazo".
Nacida en Darregueira, un pequeño pueblito de tan sólo 5.500 habitantes ubicado en la Provincia de Buenos Aires, casi al límite con La Pampa, creció persiguiendo un sueño. Atravesó parte de su adolescencia sabiendo que quería tener un lugar en los medios, ser modelo y convertirse en toda una estrella. Soñaba con ser famosa y que la gente la reconociera en la calle. Que su nombre apareciera en revistas y que su rostro fuera parte de la pantalla chica.
Con esa valija cargada de incertidumbre, Ailén Bechara (28) llegó a probar suerte a la gran ciudad. Si bien cursó durante algunos meses la carrera de ciencias políticas, más que nada por mandato familiar, en su interior sabía que su deseo iba por otro lado. Mientras estudiaba en la UBA se presentaba en cuanto casting se le cruzaba en el camino. Lo que vino después de A todo o nada, como azafata de Guido Kaczka, es historia conocida. Sin embargo, en lo mejor de su carrera, en la cresta de la ola, decidió bajarse para llevar adelante otros de sus anhelos: el de ser madre joven y poder formar una familia. La rubia paró la pelota cuando la pantalla chica y el teatro estaban rendidos a sus pies. Cuando los productores pensaban en ella como figura.
A fines de 2016 conoció al representante de futbolistas Agustín Jiménez (33) y sus caminos se unieron. Se vieron en una fiesta y fue amor a primera vista. Un año después, en noviembre de 2017, contó que estaba embarazada de Francisco, el pequeño que el 20 de marzo cumplirá 9 meses. La llegada del nene le cambió la vida. Incursionar en este nuevo mundo fue todo un desafío. Mientras va transitando este camino va aprendiendo el oficio de madre. Sobre todo, porque por cuestiones laborales su pareja suele estar mucho tiempo viajando, de un país a otro.
“Con la llegada de Fran colapsé. Fueron muchas cosas nuevas, muchas veces me encontraba sola frente a estas novedades, y llegó un momento en el que se fue todo al demonio. Yo hice terapia toda mi vida. Después empezaba y dejaba, pero desde que soy mamá retomé de nuevo. Me di cuenta de que no puedo con todo. Uno, muchas veces, se carga con esto de que porque es mujer tiene que poder con todo lo de la maternidad. Pero no podés con todo… yo ya lo conté, que cuando el nene tenía dos meses viví una situación que marcó un antes y un después. Era un domingo a la tarde, Agustín no estaba, mi suegra no estaba, estaba sola y Fran no paraba de llorar, no se consolaba con nada y se me ocurrió ponerle dibujitos en la tele. No sé si por este acto soy mala madre, pero me salió hacer eso y me sirvió”.
Con el correr de los meses, esta madre primeriza se fue poniendo más canchera y hoy se permite disfrutar de su bebé. La vida en familia le sienta bien. En otra etapa, la pareja disfruta de las vacaciones. Luego de pasar por Miami, donde aprovecharon no sólo para descansar sino para ir de shopping y comprarle de todo al nene, partieron rumbo a Playa del Carmen. En tierras mexicanas la diosa luce sus curvas para el infarto.
¡Qué diosa! A los dos meses de la cesárea comenzó con el plan de recuperar su silueta. Verse frente al espejo con algunos kilos de más y sin sus curvas habituales le significó un trauma del que afortunadamente pudo salir rápidamente. “Básicamente volví a entrenar y a cuidarme en las comidas. Necesitaba que me entrara la ropa que usaba, y lograrlo fue sentirme a gusto conmigo misma. Durante el embarazo no tuve ningún reparo, y bueno: aumenté 17 kilos que no fueron fáciles de bajar”.
Más allá de esto, con mucha fuerza de voluntad, Ailén pudo volver a lucir como en su época de esplendor, como estaba antes de quedar embaraza. Entusiasmada con la imagen que le devuelve el espejo, la modelo no deja de entrenar ni siquiera en vacaciones. Nada de descansar. “En Miami, más allá de disfrutar en familia, de ir a la playa, también le dedico tiempo a la actividad física; salgo a trotar, me muevo un poco. Sinceramente puedo decir que estoy orgullosa de mí. Después de tener a Fran me puse un objetivo y estoy feliz de haberlo logrado. Quería recuperar mi figura y a los seis meses del nacimiento de él casi lo cumplí. Las ganas de comerme todo, como me pasó en el embarazo, se me fueron y me doy permitidos los fines de semana. El resto de los días como de todo, pero sano y entreno mucho”.