Se trata de unos pájaros especialmente ruidosos que han aprendido a actuar con sigilo para no llamar la atención de los agricultores cuando se acercan a sus plantaciones.
Los propietarios de las plantaciones legales de opio en India llevan varios años enfrentándose a una plaga que no encuentran manera de combatir de manera efectiva. Se trata de los loros adictos a su cultivo que les roban varias veces al día causando estragos en las cosechas. Han pedido ayuda al Gobierno, pero esta no llega y ya no saben cómo combatir a estos animales que ni siquiera temen por su vida a la hora de conseguir su dosis de opiáceos.
Los principales afectados, según informan medios como IFLScience y Vice, son los agricultores de la región de Madhya Pradesh, donde los campos de cultivo de adormidera ocupan alrededor de 40.000 hectáreas de terreno. Del interior de la flor que nace en esta planta es de donde se extraen las semillas que proporcionan el opio que luego es vendido a las farmacéuticas para que estas elaboren medicamentos. Especialmente, morfina.
Un uso médico al que están destinadas estas plantaciones que no está llegando al 100% a su destino en los últimos años por la adicción de los loros al opio. Los primeros ataques de los que se tiene constancia se remontan a 2015, pero en los últimos meses la situación se ha recrudecido y no se limita ya solo a Madhya Pradesh, sino que otras regiones como Rajasthan, Chittorgarh y Pratapgarh han registrado algunos casos.
Lo que ha ocurrido es que los loros se han vuelto adictos a esta droga. Hasta tal punto llega su adicción que no temen poner en riesgo su vida para conseguir su dosis y han cambiando su comportamiento para llegar hasta las semillas. Según relatan en IFLScience, las especies de loro enganchadas son la conocida como cotorra de Kramer (Psittacula krameri) y la cotorra ciruela (Psittacula cyanocephala).
Se trata de unos pájaros especialmente ruidosos que han aprendido a actuar con sigilo para no llamar la atención de los agricultores cuando se acercan a sus plantaciones. Las sobrevuelan, se acercan de manera sigilosa y se llevan con ellas su preciado tesoro. Cuando ya lo tienen en su pico es cuando comienzan a hacer el ruido que les caracteriza. Algunas van directas a la semilla y otras arrancan el tallo entero y después acceden a la parte que realmente les interesa.
Nada les asusta. Ni siquiera la presencia del ser humano o el ruido salido de los altavoces que algunos propietarios han colocado como medida disuasoria. Algo que en condiciones normales evitaría que se acercasen. Su adicción puede más que el temor. Dicen quienes han observado su comportamiento que tras ingerir las semillas se las ve chocándose entre los árboles o tiradas en el suelo.
En el último año el problema ha ido a más sin que desde el Gobierno se hayan tomado medidas, como han solicitado los afectados. Una plantación puede llegar a sufrir entre 30 y 40 ataques por día.
En declaraciones a NDTV, un agricultor de opio explica que “una flor de amapola da alrededor de 20-25 gramos de opio. Pero un gran grupo de loros se alimentan de estas plantas alrededor de 30-40 veces al día y algunas incluso vuelan con vainas de amapola. Esto afecta el producto”. Una situación que está “causando estragos”.