Sara Moyano de Figueroa, un emblema de la empanada tucumana, murió a los 89 años. "Llevó nuestro producto gastronómico a todo el país”, dijo la secretaria de Turismo de Tucumán.
“Ese puesto de venta de empanadas era su vida”, expresó emocionado Américo Figueroa, uno de los hijos de la recordada Sara Moyano de Figueroa, la empanadera más reconocida de la provincia. “ No hay nada mejor que recordarla con toda su gloria y fama”, dijo.
La señora falleció el viernes cerca de las 19 en el hospital Roca, en donde se encontraba internada desde hacía varias semanas debido a problemas de salud. La empanadera tenía 89 años.
Según cuenta su hijo, Sara tenía problemas de anemia y deshidratación. “Fue una mujer muy luchadora y trabajadora”, expresó Delia Fiad, secretaria de Turismo de Famaillá. “Era una marca registrada tanto en Tucumán como en el país. Hasta los artesanos se inspiraron en ella para crear sus obras”, dijo.
La cocinera del producto tradicional tucumano alquiló durante mucho tiempo un cuarto de pensión y un local para poder vender sus empanadas. “Tanto que he trabajado en la vida, esta viejita no tiene ni una casita para morirse tranquila”, había expresado Sara en una entrevista con el diario La Gaceta hace cuatro años. A los 54 años ganó su primer concurso en el Festival Nacional de la Empanada, allá en Famaillá. Luego de ese premio, se instaló en el paseo de artesanos que estaba ubicado en 24 de Septiembre 351 (el actual restaurante El Portal), y luego puso un local justo enfrente. Era oriunda de Leales pero desde chica vivió en la ciudad de la empanada, donde conoció al señor Figueroa. A los 86 años, viajó a Buenos Aires y estuvo vendiendo sus productos en Ingeniero Maschwitz. “Ella tenía familia allá”, contó su hijo.
Durante varios años ofreció las empanadas en un puesto frente a la Casa Histórica, por calle Congreso. “Ahora tengo un lugar para trabajar con tranquilidad. Mucha gente me conoce y compra las empanadas. Antes andaba en la calle vendiendo y con esta ayuda (del Gobierno) tengo mi puesto”, relató Sara hace dos años. “Le dieron su quiosquito móvil para que ella pueda vender frente a la Casa Histórica”, había expresado el entonces secretario general de la Gobernación Pablo Yedlin.
Sara era madre de cuatro hijos, cuenta Américo. “Somos cuatro hermanos, de 42, 44, 61 y 70 años”, detalló. El hombre contó que su madre peleaba con sus hijos por quién cocinaba más rápido las empanadas. “Yo la ayudaba porque heredé el don. Competíamos para ver quién terminaba antes”, relató.
“Una vida de película”
Entre tristeza y ternura, Américo recuerda a su madre como una persona muy trabajadora y decidida. “Por las mañanas estaban unas señoras que la ayudaban a cocinar. Ellas picaban la carne y mi mamá preparaba la pasta. Le encantaba hacer los famosos bollitos. Lo que sí, no la dejábamos oflar”, relató.
“Ese lugar siempre fue su vida. Una vez nos dijo que si por un día no la dejábamos trabajar, ella moriría de tristeza”, dijo. “Amaba hacer empanadas”. “La verdad que tuvimos una vida de película”, añadió.
Dijo que ella “siempre fue una persona correcta. No quería que me presente a los campeonatos que se realizaban porque decía que iban a pensar que hacíamos trampa”. “Como ella siempre estaba de jurado, mi mamá pensaba que la gente podía pensar mal de nosotros”. Sara obtuvo muchos premios por sus empanadas. “Tuvimos grandes satisfacciones, la verdad. Recibió muchas premiaciones y la homenajearon mucho. Eso es hermoso”, relató.
Subida a la carroza
"Todas nuestras campeonas son importantes, pero ella fue un emblema para todos”, dijo la secretaria de Turismo de la capital de la empanada. “Ella vendía con su nombre. Llevó nuestro producto gastronómico a todo el país”, relató. “Tenía una manera especial de tratar a la gente. Ella siempre era la elegida para ir subida a nuestras carrozas en los desfiles”, dijo. “Qué hermoso que la recuerden con tanto amor”, concluyó Américo.
Fuente: La Gaceta.