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Espectaculos

Sol Pérez: "Que sea sexy no significa que esté pidiendo sexo"

Se luce como vedette en Nuevamente juntos, la revista de Carmen Barbieri que dirige Fede Bal. Aquí habla de sus comienzos en la tele y de sus problemas con la alimentación, de su pasión por el Derecho –“no creo en herir, sino en argumentar”– y reflexiona sobre su feminismo. Y confiesa: “No busco enamorarme. No dedicaría mi tiempo a estar con alguien”.

21/01/2019

Un día, Sol Pérez (25) decidió que quería ser huérfana. Agarró sus cosas, las metió en la mochila y le dijo a su mamá que se iría a vivir a Rincón de Luz, el hogar de Chiquititas. Tenía algo así como diez años, un televisor siempre a mano y Villa Ballester como escenario para que su propia novela infantil –al mejor estilo Cris Morena– cobrara fuerza.

"Quería ser vedette. Caminaba con tacos. Soñaba con el Carnaval de Gualeguaychú", cuenta la chica que hoy se pone las plumas para bajar las escaleras del teatro Atlas, donde integra Nuevamente juntos, la revista de Carmen Barbieri.

–¿Se puede trascender y ser más que una cola con un cuerpazo?

–Creo que sí. Antes estaba el prejuicio de que la mina del cuerpo era sólo eso. Yo demostré que podés tener un lomazo y también leer. Estudio porque me nutre. De hecho, estoy haciendo el analítico para terminar Derecho en una universidad privada. Me encanta cursar en la UBA, pero es muy complicado por los horarios. Con tanto trabajo se me hace imposible. Me falta poco para recibirme. Sólo me queda rendir las equivalencias.

–¿Por qué te querés recibir?

–Porque me fascinan el Derecho, la filosofía. Amo estudiar. Nadie me regaló nada. No me llevé materias y fui abanderada, pero porque estudiaba. No sé si ejerceré, pero me gusta saber defenderme. No creo en herir, sino en argumentar.
María Sol Pérez empezó su carrera en la tele a los 19 años. Estaba en un cumple familiar cuando un tío, el periodista deportivo Fabián Pérez, le comentó que necesitaban una chica para los sorteos de los sábados en TyC Sports.

"Empecé ahí, pero antes había rebotado en mil castings. Me tomaba el tren con tacos altos y volvía a casa sin nada. Entrar a este medio es muy complicado", cuenta la vedette, que conoció la fama cuando daba el pronóstico en el matutino de Sportia (2016).

"Hasta entonces, mi sueño en la tele iba por un lado y mi vida real por otro: iba a la facultad y trabajaba en un estudio jurídico, antes en una zapatería", apunta Sol, que también pasó por un programa de Call TV en Crónica y participó del ciclo Combate en Canal 9.

Hasta que –consciente tal vez de que las redes eran la nueva tele– Sol empezó a subir fotos sensuales en Instagram. Como @lasobrideperez –ya siendo "la chica del clima"– pasó de los 20 mil al millón de seguidores en un par de meses.

"Me seguían los chicos que miraban el noticiero deportivo, pero también los padres. Es que tenía sólo un par de minutos cada media hora, pero sabía aprovecharlos", agrega la joven, que hizo casting para ser bailarina en ShowMatch y no quedó –después de terminar a las dos de la mañana y perderse el cumpleaños de su hermano–, sin saber que al año siguiente (2017) la llamarían para ser figura.

"Las cosas se dan por algo… Y en el Bailando aprendí que a la guerra no se va con cualquiera. A veces es mejor callarse la boca", asegura.

Hoy llega a los 3 millones 800 mil seguidores en Instagram. Carla, su mamá, que la llama María –no Sol–, la acompaña durante la charla en el bar del balneario Arenas Blancas, y es quien postea la mayoría de las fotos que hoy sube a las redes.

–Hacés la revista a la noche, los móviles de América a la mañana y muchas presencias… ¿Trabajás tanto sólo por el dinero?

–Jamás me importó la plata. No toco un peso de nada. Cobro y se la doy a mamá. No la manejo yo, ¡porque me la gasto! Mi objetivo es comprarme mi casa. No sos millonario por estar en este medio. Tenés que mantenerte. Hay momentos de más y otros de menos trabajo. Para mí la popularidad es el mejor pago. Significa que traspasás la pantalla. Llegar a la gente te vuela la cabeza.

–Comentaste más de una vez que fuiste acosada cuando participabas de Combate, pero que no denunciaste y elegiste renunciar. ¿Cómo ves hoy todo aquello?

–Ahora es más fácil hablar… Antes uno naturalizaba muchas cosas. Yo simplemente le decía a mamá: "¡Qué pesado este pibe! Me pide 'un besito, un besito'. Me tiene harta". No me daba cuenta de que eso estaba muy mal.

–Todavía tenemos que aclarar que vestirnos sexy no es sinónimo de que buscamos un beso…

–Totalmente. A la sociedad le cuesta entender que tener curvas y ropa ajustada no implica que nos puedan tocar. Que sea sexy no significa que esté pidiendo sexo. Es simplemente que me siento bien con mi cuerpo. Yo jugué toda la vida con mi imagen. ¡Desde chiquita me saco fotos…! No muestro el "cu" para estar en el medio. Siempre lo viví con libertad. Aunque también tengo mis inseguridades.

–¿Sos consciente de que cierto sector del feminismo puede decir que te estás cosificando por cómo mostrás tu cuerpo?

–Todas las revoluciones explotan de alguna manera. Lo que está pasando con nosotras es para mejor. Yo vivo el feminismo desde la libertad. Quiero que me respeten. Por más que me ponga un shortcito, ¡nadie puede abusarse de mí!
"No busco enamorarme. Ahora no dedicaría nada de mi tiempo a estar con alguien. Ni siquiera tengo libres los fines de semana. Aunque algunas propuestas tengo", desliza Sol Pérez sobre su presente sentimental, del que siempre se habló mucho y del que hay pocas certezas.

–Leí que tuviste problemas de alimentación. ¿Fue anorexia?

–No sé. Sí… era un principio de anorexia. No tomaba gaseosas, galletitas ni nada dulce. Hubo una época, cuando estaba en el colegio, en la que solamente comía un yogur al final del día. Por suerte, mis papás se dieron cuenta a tiempo. Me seguían al baño a ver si vomitaba. Yo quería estar flaca. Aunque nunca fui gorda. No podía ver cómo era realmente mi cuerpo. Me desmayaba en el colegio.

-¿Y qué te decían tus padres?

–Papá me sentaba en la mesa, frente al plato de fideos y me hacía comerlo. Yo no podía tragar. Se me había cerrado el estómago. Me daban arcadas y se me caían las lágrimas. Además, empecé a ir al gimnasio para marcarme. Y hacía todo mal. Tomaba agua con limón. Y sólo una pechuga con dos tomatitos. Le miraba las calorías a todo. Comía sólo dos mil por día a pesar de que tenía un montón de desgaste. ¡Una locura!

–¿Cómo te curaste? ¿Hiciste terapia?

–No. Mi familia siempre me ayudó mucho. Me estaban detrás. Entendí que el cuerpo es un motor y lo tenés que recargar. Y creo que Instagram me ayudó mucho. Empecé a ver cuerpos reales que sí me gustaban, no sólo la flaca de la revista. Así me relajé y empecé a comer de todo. Hoy, si tengo ganas, me como una torta o facturas. No quiero más el estereotipo: "Estás más flaca, estás más linda". Aprendí que me tengo que gustar a mí misma.