Los recitales que brindó la colombiana en Buenos Aires y Rosario hicieron delirar a miles de fans que aguardaban con ansias su retorno a la Argentina.
El público argentino extrañaba sus caderas. Estaba ansioso por verla sobre el escenario moviendo de un lado al otro esa cintura que la diferencia del resto de sus colegas. Shakira (41) es dueña de un estilo artístico tan exitoso como particular. La colombiana baila, canta y se luce con sus desplazamientos. Su gente la estaba esperando. Clamaba por su presencia, que no se daba en nuestro país desde que estuvo de novia con Fernando de la Rúa hijo. Sí, hacía rato (más de una década y media) que la talentosa intérprete de “Waka Waka”, aquella canción que musicalizó el Mundial de Sudáfrica 2010, no se daba una vuelta por estas latitudes.
Posiblemente por esa razón, los recitales que brindó en Rosario y Capital Federal en el marco de su gira denominada El Dorado World Tourse desarrollaron de acuerdo con lo previsto por los organizadores: con localidades agotadas y el delirio de verdaderas muchedumbres que se dieron cita para presenciar cada uno de sus conciertos.
Al ritmo de himnos como “Estoy aquí” o “Ciega, sordomuda”, miles de fans pudieron ser testigos de un acontecimiento que, de repetirse la historia, probablemente no vuelva a tener un nuevo capítulo por varios años. Su viaje a la Argentina representó un combo de emociones tanto para los espectadores como para la propia Shakira, que esperó con gran expectativa estas presentaciones en un país al que la colombiana incluye en el grupo de sus preferidos.
Fueron días de estar al tanto de cada uno de los detalles junto con su grupo de colaboradores, buscando que todo saliera a la perfección, como finalmente ocurrió. El sonido fue bastante criticado y distintos especialistas consideraron que sus entonaciones ya no son las mismas que antes de sufrir problemas en las cuerdas vocales, pero de manera simultánea resaltaron la versatilidad de Shakira para suplir esos defectos con su carisma y su evidente capacidad para la danza. Y hablando de emociones fuertes: estando en Buenos Aires, la cantante recibió una sorpresa especial, algo inesperado que su entorno tenía preparado para ella: la visita de su gente. En silencio, sin que ella se enterara, muchos fans se trasladaron al hotel que hospedaba a la cantante y se le aparecieron sin previo aviso. La suposición es que a Shakira tantos picos emocionales no le redituaron únicamente plena felicidad.
También problemas, pues en la previa de su show en Rosario comenzó a sentirse mal y decidió convocar personal médico para que le efectuaran un control. Los facultativos coincidieron en la necesidad de realizarle un electrocardiograma para descartar patologías mayores. Los estudios no le dieron bien. O, por lo menos, no arrojaron lo que pretendía Skakira, quien, una vez concluida la gira, seguramente deberá ocuparse nuevamente de su salud, que tanto condicionó su carrera en los últimos tiempos.