A los 32 años, el Registro Civil de Mendoza acaba de hacerle una nueva partida de nacimiento con "género indefinido". Su historia.
Una raya figura en el espacio correspondiente al sexo en su nueva partida de nacimiento. No dice masculino ni femenino porque ninguno termina de representar lo que siente. No quiere un mundo binario, tampoco hablar de sexo, sino de género.
"¿Cómo preferís que te llame? ¿Usamos la "e"?", le preguntaron en una entrevista para Clarín. Y respondió: "Podés llamarme como quieras, Carolina, Gerónimo. También podés usar la 'a', la 'o', la 'e'. No tengo drama. Me da igual".
La partida de nacimiento original, del 16 de junio de 1986, dice María Carolina González Devesa. Sexo femenino. Ahora tiene una nueva, con fecha de 1 de noviembre de 2018. Dice Gerónimo Carolina González Devesa.
"La Dirección del Registro Civil de Mendoza informa que a través de la resolución N° 420/2018 se ha hecho lugar a la solicitud de dos personas mendocinas que requirieron el reconocimiento legal de su identidad de género autopercibida y correspondiente rectificación registral solicitando en forma expresa que en su partida de nacimiento y DNI no se consigne sexo alguno", dice un comunicado oficial del gobierno provincial que se conoció este viernes.
No lo recuerda con exactitud, pero tenía 5 o 6 años cuando empezó a vestirse más de nene. Por la calle, en el quiosco, le decían "pibe", y le gustaba. En la escuela, la de los Niños Cantores, la trataban de "machona", y eso no le gustaba tanto, cuenta el artículo de Clarín. "No llegaba a ser bullying", dice. Las miradas la condenaban igual. Y se reprimía. Intentaba encajar.
El secundario fue en el Colegio Universitario Central. Se dio cuenta que las chicas le gustaban más. Cada vez más. Igual intentó con los varones. Trató que funcionara, pero siempre terminaba ganando la incomodidad. Nunca lograba sentirse a gusto. Se declaró oficialmente lesbiana, y así atravesó la carrera de Medicina.
Aquella definición tampoco la ayudó a pasarla mejor. Fueron años de bulimia feroz. Atracones, vómitos, deshidratación. No podía ponerle fin al castigo. No entendía a su cuerpo, lo maltrataba sin ningún respeto. Una chica la quiso. Se casaron.
"Me había recibido de médique. Me había casado. Tenía trabajo, en una ambulancia, en un servicio de emergencias. Todo tenía que ir bien, y sin embargo no estaba bien. Sentía que necesitaba más cosas, otras cosas. Más cambios", cuenta a Clarín.
A los 29 años se separó. Empezó una terapia con hormonas. Quería parecer un varón. Necesitaba lo que su cuerpo no producía: testosterona. De a poco le cambió la voz. Le creció más pelo. Las grasas se convirtieron en músculo. Se sentía mejor. Pero no terminaba de gustarse del todo. Los pechos no encajaban en ese cuerpo. Averiguó para hacerse una mastectomía. Para autorizar la intervención, la obra social le reclamó que cambiara el DNI.
El 9 de mayo de 2012 se sancionó en Argentina la Ley 26.743. Esta Ley permite que las personas trans (travestis, transexuales y transgéneros) puedan ser inscriptas en sus documentos personales con el nombre y el género de elección, además de ordenar que todos los tratamientos médicos de adecuación a la expresión de género sean incluidos en el Programa Médico Obligatorio, lo que garantiza la cobertura de las prácticas en todo el sistema de salud, tanto público como privado.
Conoció a Eleonora Lamm, doctora en Derecho y Bioética y subdirectora de Derechos Humanos de la Corte mendocina. Le dijo que quería cambiar su identidad. Que quería romper con el binarismo. Le preguntó si era posible que en documento no figurara ningún sexo. Era posible.
Dice el artículo 2 de la Ley: Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.
"No quería elegir ser varón o ser mujer para encajar en una estructura. Me siento más varón, pero soy feminista. Y la figura del macho patriarcal no me gusta. La imagen de un varón a veces puede ser violenta. Tampoco me siento cómoda siendo mujer. A veces me pongo ropa de mujer, pero prefiero la ropa de varón. Me gusta el pelo corto. La verdad es que mi imagen es más la de un gay que la de un varón heterosexual". Se puso a estudiar el tema. Vio que había "casos" de personas indefinidas en el mundo.
En Canadá, Francia y Alemania los documentos llevan una tercera casilla para personas intersex. Pero no contemplan a las personas cuyos cuerpos no encajan con femenino y masculino.
Lo que se hizo en Mendoza fue un planteo administrativo en el Registro Civil para que, sin necesidad de una sentencia judicial, se respetara la identidad de género. “El sexo no es femenino ni masculino, es de acuerdo a la identidad que esta persona considera. Es una persona no binaria, que no se identifica con ninguno de los dos sexos”, dice Lamm. Y asegura que, con estas características, es el primer caso en el país y en el mundo.
"Me encantan los niñes. Pero por el momento no es un tema en el que piense. De todas maneras ahora no podría, mi cuerpo no tiene estrógenos. Debería dejar de tomar testosterona. Igual yo nunca digo nunca", dice riendo.
¿Por qué Gerónimo? "Tiene dos explicaciones. Una, más tonta, es que una vez en el vaso de café de Starbucks dije 'Caro' pero escribieron 'Gero', y me gustó. La otra es que siempre mi primer nombre fue 'María', como el de mi mamá. Y ahora quería usar un nombre que tuviera la misma inicial que la de mi papá. Es como un homenaje a elles, que siempre han estado al lado mío... Aunque creo que además hay una tercera explicación. Siempre relacioné el gritar ¡Gerónimo! con largarse al vacío. No sé bien por qué. Gerónimo me suena a saltar al vacío".
Fuente: Clarín