Había escapado de Bolivia, donde lo acusan de un crimen por encargo. Viajaba a Buenos Aires en auto con 10 kilos de cocaína.
El nombre de Yazmani Durán Sánchez, conocido como “Jimmy”, poco dice fronteras adentro de Argentina. Pero en Bolivia, donde nació y vivió largos años, su sola mención genera escozor. En ese país se libró una orden de captura contra él por el secuestro, violación y asesinato de una joven santacruceña de 20 años, Yaritza Méndez Núñez, crimen que ocurrió en 2009 y tuvo un gran impacto social: la investigación luego llegó a una fiscal, Estela Guerra Serrano, acusada de haber encargado el homicidio para liberarse de la amante de su marido.
Se cree que Yaritza fue asesinada y quemada. Su cuerpo nunca se encontró.
El fiscal boliviano Alberto Cornejo dijo haber recibido un contacto telefónico por parte de Durán Sánchez, comunicación en la que le habría admitido que recibió 7.000 dólares por parte de la fiscal para hacer desaparecer a la joven, según publicaron los medios de ese país.
Pero cuando comenzaron las detenciones, “Jimmy” ya estaba prófugo, aunque a medias. Es que sin que las autoridades se percataran, fue detenido a mediados de 2010 en Argentina. Pero tenía otro nombre, una identidad que sobrellevó en su estadía en la cárcel de la que escapó en 2013 al aprovechar una salida transitoria.
Al fugar, buscó una nueva identidad, según corroboraron luego los investigadores de la división Antidrogas Córdoba de la Policía Federal Argentina, que investigaron bajo las órdenes del comisario Enrique Alejandro Nicolás Quinteros. Ahora, “Jimmy” era Hurtado Mendoza.
Los agentes federales apostados en Córdoba fueron convocados por el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional, del partido de 3 de Febrero, provincia de Buenos Aires, a cargo del juez Juan Manuel Culotta, que estaba detrás de una importante banda narco que operaba en esa parte del país, sobre todo en la zona de Ciudadela, 3 de Febrero, Loma Hermosa y Ciudad Evita.
Luego de una serie de operativos exitosos contra la venta de drogas al menudeo, el juez redobló la apuesta y fue en busca de los proveedores. O sea, puso la mirada en un escalón más arriba del engranaje narco.
Tras una serie de intervenciones telefónicas, seguimientos y el entrecruzamiento de diferentes datos, los investigadores se toparon con una banda que traficaba cocaína de máxima pureza boliviana hacia la provincia de Buenos Aires. Los tentáculos llegaban hasta Mar del Plata y Bahía Blanca, según quedó asentado en el expediente.
El rompecabezas sobre el que trabajaban los policías indicaba que “Jimmy” y un tal “Esteban” eran los proveedores de la droga. En Ciudadela, Buenos Aires, la compraba “el Paisa”, quienes distribuían a otros vendedores.