X
Mundo

Entrevistó a más de 70 asesinos seriales y se convirtió en una celebridad

Stéphane Bourgoin es un criminólogo francés de renombre internacional, se adelantó al FBI entrevistando a más de 70 serial-killers de todo el mundo.

27/09/2018

En el año 2004, Michel Fourniret confesó el secuestro, la violación y el asesinato de nueve niñas y adolescentes durante los años 80 y 90. Está sospechado de 10 muertes más. Este asesino serial francés fue denunciado por su propia esposa, Monique Olivier. Pero la investigación y el juicio demostraron que ella no era la víctima que pretendía ser, sino una cómplice necesaria.

Stéphane Bourgoin es una celebrity en su país, gracias a sus investigaciones, sus libros, sus entrevistas filmadas con asesinos seriales emblemáticos, sus videos y su web en la que comparte estas historias con miles de seguidores. La amplia mayoría, 75 por ciento, son mujeres. "Creo que es porque ellas leen más que los hombres", dice.

Consultado sobre el caso Fourniret, en una larga entrevista para la revista Causeur, Stéphane Bourgoin responde: "Aunque (Monique Olivier) afirme lo contrario, ella y Michel Fourniret forman un dúo de asesinos. Estoy seguro de que Fourniret nunca había matado hasta que la conoció. Ella fue el detonante de sus homicidios, la que le dio permiso para matar, mientras que él le permitió a ella explorar sus fantasmas más sombríos. En mi próximo libro, incluyo las pericias psicológicas que demuestran que su pareja descansaba sobre el asesinato y su planificación. Incluso su vida sexual está centrada en eso. Sólo pueden hacer el amor si ella está rígida e inanimada, como un cadáver. Es evidente que ella encontró placer en matar".

Mujeres asesinas

Bourgoin confirma que son muchas menos las mujeres homicidas en serie que los varones. Según las estadísticas, sólo 12 a 15 por ciento de los asesinos seriales son mujeres. "Sin embargo -relativiza-, tanto psiquiatras como investigadores estamos de acuerdo en afirmar que el número de mujeres asesinas seriales, en especial en materia de infanticidios, está ampliamente subestimado".

"Las mujeres son las que dan la vida -explica- y con frecuencia aquellas que provienen de familias maltratadores o que han sufrido abuso en la infancia, tienen ese deseo de sentirse amadas. Se llama a eso síndrome de Münchhausen por procuración. Llevando de urgencia a su hijo al hospital, después de haberlo herido o envenenado deliberadamente, se convierten en su héroe y son dignas de su amor eterno. Como las mujeres matan generalmente de manera más insidiosa que los hombres, es posible que algunos de sus homicidios hayan pasado inadvertidos y que vivan en toda impunidad".

Bourgoin se ha interesado además en el fenómeno de las mujeres que buscan vincularse con estos criminales en prisión: "Está también esa franja de la población femenina que fantasea con el cliché del serial-killer sexualizado y refinado, que oculta, detrás de sus actos monstruosos, la figura de un amable ser humano. Ese tipo de mujeres escribe regularmente a asesinos seriales y hasta suele pedirles matrimonio".

Psicópatas

¿Es posible detectar un asesino serial?, le preguntan. No es evidente, responde Bourgoin, que en cambio sí cree que se puede intuir que una persona es psicópata. "Pero si bien casi todos los asesinos seriales son psicópatas; la inversa no es verdad. La psicopatía en un gerente industrial o en un político hasta puede ser una ventaja. Debe haber por otra parte un paralelo entre hombres de poder y asesinos en serie, y yo escribiría quizás un libro sobre la psicopatía de cuello blanco".

Existe la idea de que todos los asesinos seriales son mentes brillantes. "No -responde-, pero por lo general son astutos y manipuladores. Pueden tener un coeficiente intelectual muy bajo, como Ottis Toole que tenía 80 de coeficiente intelectual. Otros son muy inteligentes como Monique Olivier. Michel Fourniret no soportó enterarse de que su esposa, a la que consideraba una simplona que no tenía nada entre las orejas, tenía un coeficiente intelectual de 134 mientras que el suyo era de 121".

¿Es posible la reinserción de un asesino serial? Stéphane Bourgoin es categórico: "No. El homicidio les procura un placer del que no pueden privarse, están obsesionados con la idea de volver a empezar".

"Los móviles de los asesinos en serie -agrega- son siempre diversos; aun atroces, conllevan un propósito psicológico, por ejemplo, sexual".

Bourgoin hace una distinción entre asesino de masas y asesino serial. Es difícil estudiar a los primeros porque generalmente se suicidan o se hacen matar: "Es muy raro que se dejen capturar. El asesino de masas por lo general es un suicida que se niega a morir en la insignificancia". La matanza que ejecuta le permite un último minuto de gloria.

"Este tipo de asesino utiliza por lo general armas de fuego -agrega Bourgoin-, a diferencia del asesino en serie que se vuelca hacia modus operandi que combinan sexualidad y poder, como el estrangulamiento o el arma blanca. Obnubilado por un deseo de dominio total y de control, de la víctima, le es necesario utilizar su cuerpo o un arma que sea su prolongación para matar".

En el cine

En materia de films sobre asesinos seriales, para Bourgoin el más realista es Escenas de crímenes de Frédéric Schoendoerffer. también asegura que le gustó mucho Manhunter, un film de MIchael Man de 1987, adaptación de la novela Dragón rojo, precuela de El silencio de los inocentes y en su opinión muy superior a la versión protagonizada por Edward Norton. Aquella del 87 tenía como actor principal a un joven William Petersen, más conocido en años recientes por su papel en la serie CSI.

Bourgoin también menciona el film coreano Memorias de un asesino (2003). Pero el mejor, asegura, es Henry, retrato de un asesino, "el más crudo y el más realista".

En cuanto a sus propios proyectos, Stéphane Bourgoin cuenta que está trabajando en una serie televisiva autobiográfica en la cual hará un cameo. Algo parecido a lo que hizo para la serie La Mante, en la cual hace de sí mismo, apareciendo en un programa de televisión como experto.

Stéphane Bourgoin asistió a un curso en el FBI y trabajó de modo ocasional para ellos pero no quiere hacerlo full time -también rechazó un empleo en la Policía francesa- porque no le gusta el aspecto burocrático del trabajo, además de que perdería margen de maniobra y tiempo para sus propias investigaciones y para escribir.

Empatía

En cuanto a sus entrevistas, asegura no sentir ninguna empatía hacia estos asesinos. "Al igual que ellos, yo juego un rol cuando los tengo enfrente. Debo crear un lazo con personas que nunca han creado lazos con nadie. Es por ello que jamás abordo de entrada la cuestión de sus crímenes".

Les habla de su infancia, de sus lazos familiares. No tiene apuro, no está condicionado por las urgencias de una investigación. "Las confesiones llegan a veces al cabo de 100 ó 150 horas. Algunos asesinos terminan por confesarme crímenes en los que ni siquiera eran sospechosos".

Fue el caso, por ejemplo, de Donald Harvey, el enfermero metódico e insospechado que a los 30 años ya había asesinado a 87 pacientes de los hospitales en los que trabajaba. En el momento de su arresto, confesó 60 homicidios; a cambio de esa "cooperación", evitó la pena de muerte. Pero en la larga entrevista con Bourgoin, relajado y cómodo, admitió que había matado a 87: por envenenamiento, asfixia y otros métodos. Su condición de enfermero y la vulnerabilidad de los pacientes le facilitaron la "tarea".

Quien haya visto la serie Mindhunter, recordará la escena en la cual el agente del FBI, intimidado al comienzo, entrevista a Ed Kemper, un gigante de 2,15 metros que inevitablemente perturba. Pues bien, esa escena es la recreación de la entrevista que Bourgoin le hizo en 1989 a este asesino serial, de una inteligencia superior, que luego de asesinar a sus abuelos y a seis estudiantes, mató a su madre y se entregó a la policía. La reflexión de Bourgoin es que si Kemper hubiese tenido el valor para matar a su madre de entrada -que lo despreció toda la vida y era el principal objeto de su odio-, no habría cometido su serie de asesinatos de muchachas jóvenes que hacían auto-stop y que subían confiadas a su automóvil. Ed Kemper está próximo a cumplir los 70 años; es bibliotecario en el penal y graba libros para ciegos.

Otro entrevistado "célebre" de Bourgoin fue Otis Toole; el compañero de macabras andanzas de Henry Lee Lucas, cuya historia fue reflejada en el film Harvey, retrato de un asesino. Una infancia de abuso sexual por parte de su padre, una madre adepta al satanismo, y una adolescencia marginal y callejera, convirtieron a Toole en un monstruo. Su encuentro con un alma gemela, Lucas, potenció las peores pulsiones. Juntos asesinaron a un centenar de personas.

A diferencia de Kemper, Toole es intelectualmente limitado, casi ingenuo. Pero cometió las peores perversiones imaginables en su largo historial asesino. Él y Lucas constituían un muestrario de todas las desviaciones: piromanía, zoofilia, sadismo, necrofilia.

Encuentro con el mal

Sin embargo, para Stéphane Bourgoin, la entrevista más perturbadora fue la que tuvo con Gerard Schaefer, el oficial de policía que nunca admitió los 32 crímenes que se le adjudicaron. "Veinte años después, mi cuerpo guarda la memoria del terror que se apoderó de mí cuando me encontré con Gerard Schaefer, un ex-policía acusado del asesinato de 34 femmes en Floride. Desde el primer momento en que me encontré frente a él, tuve la sensación de ser confrontado con el Mal absoluto".

Comisario adjunto en un condado de Florida, Schaefer fue también llamado "asesino de los pantanos". Su modus operandi era de lo más escalofriante: secuestraba a sus víctimas -todas mujeres jóvenes- y las llevaba al pantano, las colgaba dejando que los dedos de los pies tocaran apenas el suelo y así las mantenía varios días mientras las sometía a todo tipo de vejaciones y torturas, para finalmente ahorcarlas. Circulando en un móvil policial, le resultaba muy fácil atrapar a sus víctimas.

En 1972, dos de ellas lograron escapar y lo denunciaron. Schaefer había llegado a maniatarlas y colgarlas pero pudieron desatarse. Argumentó que lo había hecho para escarmentarlas: no debían hacer autostop, era muy peligroso, era el mensaje que quería darles. Era oficial de policía. Le creyeron.

Hasta que un par de años después, los restos de otras dos adolescentes desaparecidas fueron encontrados en los pantanos. Habían sido maniatadas de un modo similar al que habían denunciado anteriormente las dos jóvenes que acusaban a Schaefer. La policía decide investigarlo.

En su casa encuentran trofeos o fetiches tomados de sus víctimas: objetos personales, documentos de identidad y hasta dientes. Como nunca se hallaron los cuerpos de esas otras víctimas, Schaefer fue condenado sólo por los crímenes de las dos muchachas.

Mientras cometía sus crímenes, Schaefer escribía "novelas" en las que contaba sus crímenes con lujo de detalle. La policía encuentra esos manuscritos en su casa.

Sin embargo, en la entrevista con Bourgoin niega todo. Cinco años después, Schaefer fue asesinado a puñaladas en su celda de la prisión de Starke (Florida) por otro interno, que nunca explicó sus motivos.

En su adolescencia, en el colegio, Schaefer había tenido una novia, Sondra London, que luego se convirtió en escritora de policiales.

Luego de la condena de Schaefer, en 1989, Sondra retoma contacto con él y publica Killer fiction, un libro en el cual reúne los "cuentos" del asesino serial y dibujos hallados en su casa.

Tras la muerte de Schaefer, Sondra publica cartas que él le había enviado desde la prisión en las que no sólo admitía sino que se vanagloriaba de 34 asesinatos de mujeres jóvenes, algunas adolescentes, y de la admiración que le tenían algunos compañeros de celda.

La novelista Sondra London es una clara exponente de esa franja de mujeres de las que habla Stéphane Gourgoin, que experimentan una malsana atracción por los criminales más perversos.

En 1991, Sondra y Schaefer retoman su relación -estando él detenido- pero luego ella lo deja…por otro asesino serial, llamado Danny Rolling…