Hubo 88 donaciones de órganos en un mes. Además, se realizaron 212 trasplantes, una cifra también inédita.
Terminó agosto y dejó una muy buena noticia: fue el mes en el que se registró el récord histórico de donantes y trasplantes de órganos. Según datos del INCUCAI, hubo 88 donantes de órganos durante el mes. Para ponerlo en contexto basta mirar el registro histórico del organismo: entre 2005 y hasta julio de este año el mes que había registrado el mayor número de donantes fue agosto de 2010, con 70 donantes. Las cifras de agosto de 2018 están un 27% arriba del mejor mes histórico del que había registro hasta ahora. También hubo récord de trasplantes, con 212 operativos realizados durante el último mes. En ese sentido, hasta ahora el mes con mayor cantidad de trasplantes había sido diciembre de 2011 con 160 intervenciones.
En total se realizaron 118 trasplantes renales, 54 hepáticos, 15 cardíacos, 12 renopancreáticos, 9 pulmonares, 3 hepatorrenales y uno pancreático.
¿Cuánto influyó en estos números la Ley Justina? “Estamos realmente impactados por los números. Y creemos que aún es muy temprano para poder valorar en su punto justo los factores. Sin embargo, es evidente que hay una respuesta espontánea de la sociedad a aceptar de buen grado la nueva ley, sin quitar el factor contagio o emotivo por todas las discusiones que hubo en torno al tema. También el INCUCAI realizó capacitaciones, entrenamiento y discusiones sobre el tema, lo que motiva al plantel profesional. Y por supuesto está todo lo que la ley en sí misma pudiera aportar”, dijo a Clarín el presidente de la Sociedad Argentina de Trasplantes, Carlos Díaz. “Se deben estar dando una serie de factores que todavía no podemos ver claramente cuál es el que lo está impulsando”, agregó.
La nueva Ley 27.477 de Trasplantes de Órganos, Tejidos y Células, también conocida como Ley Justina fue sancionada el 4 de julio último. Aún falta la reglamentación, que estuvo a cargo del INCUCAI y que ya fue girada al Ministerio de Salud de la Nación para sus ajustes finales antes de su publicación. La norma fue impulsada por la familia de Justina Lo Cane, la nena que el año pasado estuvo cuatro meses internada en la Fundación Favaloro esperando un trasplante de corazón que nunca llegó. Luego de su muerte, su familia se propuso seguir con la tarea que la nena de 12 años les encomendó: “Ayudar a todos los que podamos” para que reciban el trasplante que necesitan. En la Argentina hay unas 11.000 personas en lista de espera.
Si bien la figura del donante presunto no es nueva –está vigente en la Argentina desde 2005- la nueva norma introdujo una figura más “dura”, ya que establece que todos los mayores de 18 años son donantes salvo que en vida hubieran expresado su voluntad en contrario.
Hasta la sanción de la Ley Justina, según datos del INCUCAI, se producía un 40% de pérdida de potenciales donantes por negativa familiar al momento de la donación. “Desde hace años me vengo preguntando y trato de analizar a qué se debe ese rechazo en el momento que se debe producir la ablación. Mi respuesta es que lo que se produce es una negación de la muerte del ser querido, no de la donación. Es la circunstancia. El argentino es solidario. Hay estudios internacionales y encuestas nacionales en las que el 80% de la población dice que estaría dispuesta a donar sus órganos”, señala a Clarín el doctor Alejandro Yankowski, jefe de la Guardia Médica del Incucai, que durante años realizó el trabajo de procuración.
En ese punto, Yankowski dice que es clave la comunicación del profesional hacia la familia. Cómo la aborda. “El resultado de la comunicación con la familia no depende la familia. Depende de quien hace esa comunicación. Tenemos gente entrenada para que este tipo de comunicaciones sean favorables y que la familia pueda acompañar en el proceso. La mala noticia es la muerte, no la donación”, remarca. Precisamente, para mejorar este aspecto de los procesos que se realizan en todo el país, el INCUCAI está organizando capacitaciones para profesionales.
Durante agosto, también, realizó una capacitación para 200 profesiones. En el INCUCAI están seguros de que una de las claves para que las buenas cifras continúen será seguir por ese camino. “Hemos visto el empoderamiento de profesionales que participaron de la capacitación. Eso ha fortalecido mucho al sistema. La clave es dar herramientas a los profesionales para llevar adelante el proceso, clarificar hacia adentro”, agrega el especialista. “Los que pueden hacer algo son los médicos, que son quienes podrían detectar a los pacientes que pueden ser donantes”.
Aunque la ley todavía no está reglamentada –aún no se cumplieron los 90 días que dispone la norma- en los hechos ya algunas cuestiones cambiaron. Por ejemplo, la nueva norma eliminó la obligatoriedad de que el familiar tenga que firmar un acta dando testimonio de la voluntad de la persona fallecida. Pero esto de ninguna manera significa correr del medio a la familia. “Para nosotros la familia cumple un rol fundamental, acompañando y apoyando en el proceso de donación, donde la comunicación con ellos es fundamental”, señaló Yankowski. Uno de los miedos que expresaron algunos profesionales e incluso la SAT durante el debate fue que la figura del donante “duro” terminara en situaciones conflictivas o un rechazo social hacia la donación. “Yo soy el responsable de chequear las comunicaciones (de todos los proceso de ablación) y no hemos tenido registro de conflictos con familiares y médicos, ni denuncias de familiares”, agrega el jefe de la guardia médica de INCUCAI. El titular de la SAT coincide: “Los mayores temores que teníamos no están ocurriendo”.
Consultado sobre los datos de agosto, Ezequiel Lo Cane, el papá de Justina, dice que atribuye este “notición” a la nueva ley. “No por la ley Justina en sí misma, sino por el factor mediático. La ley facilita que haya más trasplantes, pero no es el único factor. Se habla más, se pregunta más y se establece un debate que hace que la gente investigue, pregunte y se saque las dudas”, señala.
En medio de la alegría por esta noticia, para el papá de Justina es imposible dejar de lado el factor personal. “Imaginate”, dice y le cambia el tono de voz. “A mí me llaman personas para pedirme ayuda para comunicar su caso, o porque se quedaron sin hotel y la prepaga no les cubre, me llama gente feliz que se trasplantó su familiar”, describe. “En cada buena noticia la veo a Justina. Y en cada mala, también, porque te mantienen vivo todo. Cuando me avisaron de las cifras de agosto fue un notición. Y atrás de eso hay gente que se salvó”, dice