La mujer atropelló y mató a su novio, Genaro Fortunato. La familia de la víctima busca que sea condenada a perpetua por el agravante del vínculo.
En un inesperado giro, la Fiscalía pidió 14 años de cárcel efectiva para Julieta Silva, la joven acusada de haber atropellado y asesinado a su novio rugbier, Genaro Fortunato, a la salida de un boliche en Mendoza. El fiscal Fernando Guzzo consideró como atenuante el estado de "emoción violenta" aunque solicitó que le quitaran el beneficio de prisión domiciliaria, que tenía hasta ahora.
La resolución sorprendió a los familiares de la víctima, que buscan que la chica sea condenada a perpetua. Aunque para la Justicia había quedado demostrado que había una relación de pareja y que podría tratarse de "homicidio agravado por el vínculo", Guzzo pidió la pena menor basado en el historial de Silva.
En su exposición, argumentó que es una "mujer joven, instruida, sin antecedentes penales, que ejercía el comercio, separada y madre de dos hijos". Se alejó así del pedido de la querella y fundamentó que la acusada "no tenía ningún motivo para delinquir salvo su ira".
Durante el juicio, la estrategia de la defensa fue insistir en que se trató de un accidente para intentar rebajar la pena. En ese sentido, se basaron en la pericia médica que comprobó que durante la madrugada trágica del 9 de septiembre de 2017 tanto la víctima como la acusada estaban alcoholizados. A su vez, resaltaron que no tenía puestos sus lentes, cuando sufre de un astigmatismo grado 3 y en el momento del incidente llovía.
Sin embargo, para los acusadores no existen dudas de que Silva vio a su novio tirado en el suelo y actuó con "intención deliberada de causarle daño". "Si podía jugar al hockey de noche y sin lentes, también podía verlo esa noche", sostuvo.
Con respecto a su "emoción violenta", Guzzo también habló de los impulsos de la acusada y aclaró que observaron en ella indicadores de violencia, que son peligrosos tanto para ella como para terceros, según un informe de especialistas. En la misma línea, refutó que nunca estuvo bajo un estado de shock emocional y que cada acción que realizó fue calculada una vez que supo que la víctima estaba muerta.