Se trató de los primeros casos fuera de Estados Unidos de la encefalitis de San Luis, que produjo 9 muertes. El hallazgo fue hecho por científicos del CONICET y de la UNC.
Dos especies de palomas urbanas cumplieron un rol clave en la transmisión de un virus desconocido hasta entonces en Argentina en un brote que afectó en 2005 a la ciudad de Córdoba y produjo 47 casos registrados, con 9 víctimas fatales. Así lo constataron científicos de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y del CONICET, quienes sugieren que el hallazgo podría servir para implementar estrategias de prevención y control.
La encefalitis de San Luis es una enfermedad viral transmitida por mosquitos cuyos síntomas (presentes según la literatura en menos del 1% de los infectados) pueden ser muy graves.
El brote en Córdoba marcó un hito en la epidemiología de este virus, ya que fue el primero en registrarse fuera de Estados Unidos desde que se aisló en St. Louis, Missouri, en 1933.
“En ese momento no conocíamos nada acerca de la ecología de este virus, así que tuvimos que estudiar cuáles eran los mosquitos vectores y los vertebrados hospedadores para nuestro país”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir el director del estudio, el doctor Adrián Díaz, responsable del Laboratorio de Arbovirus del Instituto de Virología “Dr. J. M. Vanella”, dependiente de la Facultad de Medicina de la UNC.
El principal punto de partida del recorrido del virus es la sangre de aves, una de las fuentes de alimento de los mosquitos vectores que luego transmiten el patógeno a las personas mediante picaduras. En Estados Unidos, las aves que hospedan y multiplican al virus son el gorrión y otra especie que no existe en Argentina, el gorrión mexicano o Carpodacus mexicanus.
En el brote de Córdoba, el vector fue un mosquito común, Culex quinquefasciatus. ¿Pero qué aves cumplieron el rol de “amplificadores” virales? Tras analizar datos de abundancia, porcentajes de infección y tiempo de persistencia de las partículas virales en las principales seis especies de aves urbanas de la capital mediterránea, Díaz y sus colegas identificaron a las sospechosas: la paloma torcaza (Zenaida auriculata) y la torcacita (Columbina picui), según revelaron ahora en la revista “Tropical Medicine and Hygiene”.
Luego del brote detectado en Córdoba, también se registraron otros en San Juan (2011) y Buenos Aires (2010). Y, según Díaz, quien también integra el Instituto de Investigaciones Biológicas y Tecnológicas (IIByT), que depende del CONICET y de la UNC, “la urbanización de las poblaciones de la paloma torcaza sería uno de los factores de la emergencia de este virus en toda la región central del país”.
Hasta comienzos de la década del ’60, nada hacía prever que la torcaza se transformaría en una “plaga de primera magnitud” en el país, según un artículo de 2015 en la revista Ciencia Hoy. Un estudio del INTA en tres provincias (Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos) confirmó que las poblaciones de esa paloma siguen en alza, y que la desforestación con fines agrícolas presiona a su relocalización en ciudades.
En una siguiente fase del proyecto, Díaz contempla diseñar una
una especie de mapa de riesgo de amplificación del patógeno, incluyendo el análisis del rol posible que podrían jugar otras especies aviarias, como el hornero, el benteveo y el zorzal.
“Caracterizar y evaluar las aves que actúan como vehículos patógenos puede ayudar a desarrollar estrategias de control y prevención de brotes de encefalitis de San Luis”, destacó Díaz.
Del estudio también participaron Fernando Flores, Agustín Quaglia y Marta Contigiani, del Instituto de Virología “Dr. J. M. Vanella”.
Agencia CyTA-Leloir