Después de los primeros meses de Lola en desencuentro con su marido, la bailarina y Martín Lamela recuperaron la calma en la relación. Los motivos que llevaron a la crisis y cómo la superaron.
Dicen que después de la tormenta siempre sale el sol. Claro, a las tormentas hay que atravesarlas y salir lo más entero posible. Para los últimos tiempos de Adabel Guerrero (37) la tempestad incluyó una de las etapas más importantes de su vida. Después de cuatro años de búsqueda y tratamientos, la bailarina logró el sueño de la maternidad. Pero cuando estaba a pocas semanas de dar a luz, su suegra, la mamá de Martín Lamela, su pareja hace diez años, entró en coma inducido, consecuencia de un enfermedad pulmonar que puso en jaque su salud. Preocupado y cabizbajo por la salud de Mimi, Ada notaba que su esposo no la estaba pasando nada bien, y ella tenía un parto por delante. “Martín venía muy bajoneado. Lo veía destrozado, y yo a punto de dar a luz. La bronca que nos daba era que Mimi, mi suegra, quizá no llegaba a conocer a Lola. Nos daba bronca, tristeza, angustia, tensión. Fue todo muy fuerte”, recordó la también cantante.
Vida es esperanza. Y Lola llegó al mundo bajo el amor más inmenso de su madre y de su padre, pero los conflictos de pareja comenzaron a surgir pronto. Por entonces, Guerrero decidió dedicarle todo su tiempo y energías a la nena que tanto había ansiado. Incluso, no quiso hacer notas en los medios de comunicación, alejándose totalmente del mundo del espectáculo. Hasta que sorprendió con un mensaje en redes sociales donde anunciaba que se alejaba del mundo virtual porque no estaba pasando un buen momento. Y las especulaciones fueron muchas… se habló de crisis posparto y de que se había separado. A ella no dejaban de sonarle los teléfonos apostando a encontrar respuestas concretas de su parte, pero no pudo brindarlas hasta varios días después, cuando contó, a corazón abierto, lo que le estaba pasando. “Necesité aislarme un poco en todo sentido, hasta con mi marido”, arrancó, reconociendo que la crisis con su esposo fue un hecho concreto. “Estuve todo un día en mi habitación llorando, pensando. Necesitaba pensar y organizar mi cabeza, que la tenía desorganizada. El hecho de no dormir hace que también no pienses bien, y en esos momentos es mejor no decidir nada. Porque si decidís cosas en momentos de confusión, es posible que te arrepientas”, reflexionó Guerrero. “Pasé por una crisis con la llegada de Lolita. Cuando amo mucho a una persona me obsesiono con cuidarla porque me da miedo que le pase algo o perderla, como ya perdí un montón de seres queridos. Martín venía del hospital de ver a su madre y, pobre, lo obligaba a sacarse la ropa y bañarse; si no, no podía acercarse a la bebé. Fue muy agobiante pero yo no podía conmigo misma. Para mí era el enemigo el que llegaba a casa. Fue todo muy feo, muy feo. Incluso, Martín se enojó conmigo porque no dejé que sus amigos fueran a ver a la nena al hospital… pero preferí que se enojara y cuidar a mi bebé”, se sinceró.
Volver a empezar. Pero un buen día, el mal tiempo pasó. “Ahora estamos mucho mejor. Tuvimos que ponernos de acuerdo en algunas cosas, pero es normal, como cualquier pareja. Hablamos y llegamos a un acuerdo, estamos hace diez años juntos. Siempre salimos adelante y luchamos por nuestros sueños”. Pasado, pisado. Que siga la unión.