En 1996 habían visto por última vez a su madre. Pensaron que los había abandonado y al tratar de ampliar una habitación encontraron los restos.
El 4 de agosto de 1996 fue la última vez que Luis Enrique Hernández García y sus hermanas vieron a su madre, Cristina Aguilar.
Estos hermanos que viven en el barrio San Juan, en la delegación Xochimilco en la capital mexicana, siempre pensaron que su madre los había abandonado para huir con su padrastro Ernesto López.
Los dos desaparecieron ese día y a pesar de haber dado aviso a la policía, nunca volvieron a saber de ellos hasta que decidieron ampliar una recámara de la casa donde todos vivían.
Luis Enrique nunca abandonó la casa en la que había visto a su madre por última vez. Ahí se casó y tuvo hijos, pero como una de sus hermanas decidió regresar, fue necesario hacer algunas adecuaciones a la vivienda. Nunca imaginaron que encontrarían la respuesta a la desaparición de su madre.
Mientras albañiles realizaban la ampliación de una recámara, encontraron en la pared del patio de la casa un esqueleto que aparentemente es de la mujer.
El esqueleto tenía restos de la ropa con la que vieron a la mujer por última vez, estaba atado de manos y tenía un trapo tapándole la boca. La Fiscalía de la Ciudad de México investiga el caso para determinar su la mujer fue emparedada aún con vida, pues en los restos de la pared encontraron rasguños.
Los hermanos Hernández García relataron al Ministerio Público que el día de la desaparición de su madre, el padrastro, entonces de 66 años, les dijo que había ido a una platica religiosa para ver detalles de la primera comunión de los niños.
Pero tres días después, como no aparecía, con ayuda de familiares interpusieron una denuncia por su desaparición. Desde entonces no volvieron a saber nada del hombre y crecieron con la idea de que había huido juntos.
Una de las líneas de investigación de la Fiscalía está centrada en el padrastro como presunto responsable, pero no se sabe siquiera si está vivo porque hoy tendría 88 años.