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¿Qué le pasa al cuerpo cuando dejas de fumar?

El 31 de mayo es el Día Mundial Sin Tabaco. Si fumar enferma desde la primera pitada, dejar el cigarrillo trae beneficios inmediatos en la salud y la calidad de vida.

31/05/2018

Según la Asociación Argentina de Tabacología (AsAT), en la Argentina mueren 40 mil personas al año por enfermedades asociadas al cigarrillo. El consumo de tabaco es todavía la principal causa de enfermedad, discapacidad y muerte en el mundo. Para concientizar sobre la importancia de dejar de fumar, y en el Día Mundial Sin Tabaco, Farmacity repite hoy la campaña #ElUltimoPucho, un desafío que se volvió viral el año pasado y que tiene un eje claro: es más fácil dejar de fumar si es por alguien. En 2017, muchas personas se hicieron eco y subieron un video proponiéndose apagar el último cigarrillo por un ser querido o animando a un familiar o amigo a hacerlo por ellos

Conocé la historia de Mariela, que hace 1 año dejó de fumar por sus hijos.

La realidad es que la mayoría de los fumadores desean dejar de serlo. De acuerdo a la última encuesta realizada por el INDEC a pedido del Ministerio de Salud de la Nación, bajo los estándares de la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos, el 73,60% de los fumadores dijo que piensa en dejar de fumar y el 48,6% que hizo un intento en el último año. ¿Qué pasaría si esa amplia mayoría lograra no volver a prender un cigarrillo? Los efectos en el cuerpo son múltiples y vitales. “Cuando uno deja de fumar, siempre mejora, no hay posibilidad de empeorar. El motivo es simple: cada cigarrillo contiene unos 4 mil tóxicos, de los cuales 60 son agentes cancerígenos, el que trae adicción es la nicotina”, explica el cardiólogo Guido Bergman, coordinador del área de Tabaco y miembro del Servicio de Prevención Cardiovascular del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).

¡Apagalo ya! La recuperación es inmediata: A los veinte minutos de no fumar, disminuye la presión arterial y la frecuencia cardíaca y se normaliza la temperatura de pies y manos. Al día siguiente, desaparece la nicotina que circulaba en la sangre y los valores de monóxido de carbono vuelven a la normalidad. Esto significa que el oxígeno ya no tiene que competir con el monóxido que entra al organismo con el humo del cigarrillo y altera el transporte del oxígeno que va a todos los órganos. Al dejar de fumar, esa dinámica se revierte y hay una mejor y mayor entrada de aire. Los bronquios se relajan y dilatan naturalmente. A los dos días, las terminaciones nerviosas comienzan a repararse, por lo que se empieza a recuperar el olfato y el gusto.

Liliana Aslanián, especialista en Clínica Médica y Cardiología e integrante de la Asociación Argentina de Tabacología (ASAT)explica que, a los pocos días de dejar de fumar, baja drásticamente el riesgo de infarto. “Esto es porque, con cada cigarrillo, se produce una inflamación aguda en el cuerpo del fumador que aumenta casi el 50 por ciento el riesgo de sufrir un infarto”, dice. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los fumadores desean dejar de serlo. De acuerdo a la última encuesta realizada por el INDEC a pedido del Ministerio de Salud de la Nación, bajo los estándares de la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos, el 73,60% de los fumadores dijo que piensa en dejar de fumar y el 48,6% que hizo un intento en el último año. Hay que tener en cuenta que quienes fuman 15 cigarrillos por día tienen el doble de riesgo de tener un infarto que los no fumadores y que aquellos que consumen más de 25 cigarrillos diarios, lo cuadruplican. Los especialistas subrayan que fumar cigarrillos light o suaves no modifica esas tasas. De hecho, los cigarrillos bajos en nicotina y alquitrán suelen producir mayores cantidades de monóxido de carbono, un importante factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares.

La circulación mejora considerablemente a las dos semanas, por lo que hay cambios también en la piel: “Pasa de un color oscuro, marrón o grisáceo, a un tono más rozagante. Además, no fumar evita la aparición prematura de arrugas y disminuye la frecuencia de lesiones malignas, que son el origen del cáncer de piel asociado al tabaco y al sol”, agrega Aslanián.

Entre seis y ocho semanas después del último cigarrillo, la función respiratoria vuelve prácticamente a la normalidad. “Se recupera la estructura de la mucosa respiratoria –que en un fumador es un tejido duro y feo, producto de la defensa que hace el cuerpo al fuego y el humo que implica el cigarrillo-. Se reestablecen los cilios que recubren el árbol bronquial y vuelven a cumplir la función de impedir la entrada de gérmenes en el organismo. Si fumar disminuye la inmunidad porque hay menos oxígeno en sangre y menor irrigación; a un ex fumador le aumentan sus defensas en general y, sobre todo, a nivel respiratorio”, apunta Aslanián. Es posible que aún haya catarro pero, aunque molesto, no deja de ser un buen síntoma: significa que se está recuperando el epitelio respiratorio, lo que produce mucosidad.

Omar López Mato, médico oftalmólogo y director del Instituto de la Visión, señala que el cigarrillo también daña a los ojos, especialmente si el fumador es diabético o tiene patologías de base como ojo seco o glaucoma. La nicotina produce un fenómeno oxidativo de las neuronas del nervio óptico, que aumenta las placas de ateroma y favorece el deterioro vascular, y altera la microcirculación y los vasos de la retina. “Por eso, al dejar de estar expuestos al humo tóxico, se revierte la irritación de la conjuntiva”, explica López Mato. Los dientes y la boca también se benefician: La irrigación de la cavidad bucal mejora rápidamente, lo cual favorece la salud de las encías, disminuye la tendencia a caries y baja el riesgo a rechazar un implante dentario. Las cuerdas vocales se desinflaman y mejora la calidad de la voz.

Al año, el riesgo de enfermedad coronaria se reduce a la mitad y se incrementa considerablemente la energía. A los cinco años, el riesgo de cáncer de boca, garganta, esófago y vejiga disminuye a la mitad y el riesgo de cáncer de cuello y de ACV se iguala al de un no fumador. Una década sin tabaco disminuye a la mitad el riesgo de cáncer de pulmón y baja el riesgo de cáncer de laringe y de páncreas. A los quince años, la posibilidad de enfermedad coronaria es similar ala de un no fumador. Como el tabaquismo produce, entre otras cosas, gastritis, impotencia, osteoporosis, cataratas, dificultades en la fertilidad; al dejar de fumar, hay muchas funciones del organismo que mejoran y dolencias que se evitan.

El lado B

La nicotina produce una adicción alta y hay que estar preparados mentalmente porque, al segundo o tercer día de dejar de fumar, los niveles de nicotina en sangre bajan sustancialmente y se desata la crisis de abstinencia. El cuerpo pide nicotina como si tuviera sed y el cigarrillo fuera agua. “En los primeros dos o tres meses es cuando se presenta el síndrome de abstinencia y se pueden manifestar distintos síntomas: irritabilidad, dolor de cabeza, aumento de sudoración, más apetito y ansiedad. Las dos o tres primeras semanas son las más críticas. Pero hoy tenemos medicación probada científicamente que disminuye la sintomatología y triplica las chances de tener éxito en dejar de fumar. En ese lapso, la persona se siente mal, pero tiene que estar tranquila y saber que el cuadro de abstinencia finalmente pasará y que su salud ya está mejorando”, sostiene Bergman. “Después de atravesar esas semanas críticas, se siente libertad y un aumento de la autoestima por dejar atrás la dependencia”, celebra Aslanián.

Ya sin la abstinencia física, no se siente la necesidad de fumar pero pueden quedar las ganas de hacerlo. “Es probable que al ex fumador le den ganas de encender un cigarrillo en momentos puntuales, pero eso no es lo mismo que la necesidad física. Ahí es fundamental que tenga claro por qué dejó el cigarrillo. Aquello que lo motivo, es lo que tiene que seguir siendo un faro desde el que pueda sostener su nuevo hábito: vivir libre de humo”, dice Bergman. A la famosa (y negadora) frase “De algo hay que morir”, el médico responde: “Todos vamos a morir, el tema es ver con cuánto bienestar queremos vivir y cómo uno llega a morirse. Porque el tabaco te va matando de a poco y con cada cigarrillo desmejora tu calidad de vida”.

Cuanto más se tarda en dejar el cigarrillo, menos años de vida se recuperan –se estima que los fumadores viven diez años menos que quienes no fuman-, pero siempre se obtiene calidad de vida. “Cuanto antes se deje, mejor, pero nunca es tarde. Hay pacientes que, aun con cáncer, se deciden a no volver a fumar y se benefician de una mejor respuesta al tratamiento de quimioterapia”, explica Aslanián. Por los otros o por vos, #ElUltimoPucho es hoy.

Fuente: Clarín