Usaron la Mixomatosis, una enfermedad que diezmó a la población de conejos, controlar una catastrófica plaga en los años 50.
"No exagero cuando digo que el suelo literalmente se movía. La cantidad de conejos era tan grande y tan gruesa que si caminabas por el campo tenías la sensación de que el prado estaba caminando".
Así recuerda el granjero australiano Bill McDonald la invasión de conejos que azotó las zonas rurales de Australia a mediados del siglo pasado.
Llegó a haber miles de millones, que causaron enorme devastación al comerse todo el pasto, incluyendo las raíces, lo que afectó fuertemente al ganado y la agricultura.
Las autoridades australianas sólo lograron salir de la crisis con la ayuda de un virus identificado en Uruguay, que fue clave para la guerra biológica que se vieron obligadas a librar contra los pequeños animales.
Un efecto catastrófico inesperado
¿Cómo se produjo la plaga? Como suele pasar, fue sin querer.
Los conejos habían sido introducidos en Australia desde Europa a mediados del siglo XIX.
Los llevaron por deporte, para la caza, pero no pasaría mucho tiempo antes de que la presa pasara de víctima a victimaria.
Los conejos de Australia se convirtieron en un ejemplo catastrófico de lo que puede ocurrir cuando una especie extranjera es introducida en un nuevo medio ambiente.
El programa de radio de la BBC Witness entrevistó a McDonald, quien nació en 1930 en Nueva Gales del Sur, en el sudeste de Australia.
McDonald se crió en la granja de sus familia, que había sido fundada por su bisabuelo escocés en 1863.
Para la década del '30 la invasión de conejos ya era un problema serio en todas las zonas rurales del país.
La mayoría de los agricultores los cazaba. También se construyeron cientos de kilómetros de cercos, pero los animales siempre lograban atravesarlos.
Pero la situación se agravó a finales de la década con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando la mayoría de los hombres debió partir a luchar.
McDonald recuerda que con solo 10 años debía ocuparse de la granja con su madre.
"Durante la guerra el control de conejos casi no existió, simplemente no había suficiente mano de obra, así que los conejos tuvieron total libertad".
Las tierras fueron devastadas. Los conejos se comieron todo el follaje, las raíces y los tubérculos, dejando el suelo arrasado y desprotegido de la erosión.
Estos mamíferos fueron considerados la amenaza más grande de la historia a la agricultura del país.
Guerra contra los conejos
McDonald recuerda el impacto que estaba teniendo esta plaga sobre su ganado.
"Las ovejas estaban flacas y no podías obtener la calidad ni la cantidad de lana que esperabas", contó.
En ese contexto, las autoridades incentivaron a los granjeros a que libraran una guerra contra estos mamíferos.
Una táctica común era construir cercos a prueba de conejos para atraparlos y luego matarlos con veneno. También se tiraba gas veneno en las madrigueras y se usaba maquinaria para destruir los túneles que construían.
McDonald recuerda lo peligrosa que era la labor de colocar el gas venenoso, que se hacía "sin ningún tipo de máscara".
También se acuerda de los "cientos y cientos" de animales muertos que debía recolectar cada mañana, después de que se esparciera el veneno.
Otra forma de exterminio que le tocó realizar fue arrear a los conejos hasta que quedaran atrapados y luego retorcerles el cuello, uno a uno.
Guerra biológica
Pero esta matanza no logró contener la plaga así que el gobierno aprobó una forma de guerra biológica: el uso de una enfermedad proveniente de Sudamérica, que solo afectaba a las poblaciones de conejos.
Se trataba de la mixomatosis, una enfermedad infecciosa causada por un virus, el myxoma, que es transmitido por mosquitos.
La mixomatosis se descubrió en Uruguay a finales del siglo XIX en conejos importados, pero luego el virus se transmitió a las poblaciones silvestres sudamericanas.
La infección causa tumores en la piel y las membranas mucosas de los conejos.
El virus se probó con éxito en 1950 en algunas partes de Australia y luego comenzó a utilizarse en todo el país. Poco después algunos países europeos, como Reino Unido, Irlanda y Francia, también adoptaron su uso.
McDonald reconoce que la muerte por mixomatosis es "muy dura".
"Los genitales de los conejos quedaban deformados y la mayoría quedaba ciega antes de morir. También perdían mucho peso porque no podían comer", señaló.
No obstante, dijo que no tuvo reparos en usar el virus.
"Ningún tipo de escrúpulo. Teníamos una batalla que habíamos perdido en términos de controlar a los conejos. Y si querías criar ovejas y producir lana no podías ponerte a pensar si está bien o está mal. Simplemente debía hacerse".
Eficaz
Decenas de millones de conejos sucumbieron al virus y en muchas partes de Australia más del 90% de estos animales murieron.
Las tierras comenzaron a recuperarse y la economía rural se disparó.
Con el tiempo algunos conejos empezaron a desarrollar inmunidad a la mixomatosis y las poblaciones volvieron a crecer.
Eso llevó a que en la década de 1990 se utilizara otra arma biológica, el calicivirus, que volvió a reducir la intensidad de la plaga. Aunque, nuevamente, algunos animales se hicieron inmunes, así que hoy la batalla continúa.
McDonald, que tiene más de 80 y sigue viviendo en la granja de su familia, confiesa que está "preocupado" por la situación actual.
"Creo que las nuevas generaciones no conocen lo que pasó en los años '30, '40 y '50 y pienso que los conejos podrían volver a ser un problema en el futuro si la gente no trabaja duro para frenarlos", advirtió.