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Espectaculos

La dura historia de Arturito de "La casa de papel"

Enrique Arce tuvo un pasado tormentoso y vivió un episodio extremo que lo marcó y del que ya no hubo vuelta atrás.

09/05/2018

"La vida es un partido de fútbol. En la primera parte planteas el equipo y miras qué jugadores quieres que vayan a cada lado, pero realmente la vida se juega en los siguientes 45. Para mí la vida empieza a los 45 años".

Enrique Arce está en el mejor momento laboral de su carrera. Acaba de pisar la Argentina luego del éxito arrasador de La casa de papel, serie en la que encarna al polémico Arturito, director de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de Madrid. Y dice que no puede creer lo que le está pasando en Buenos Aires: "Calculo que 3 de cada 10 personas me conocen. Eso es muchísimo".

Quique, como lo llaman sus amigos, tiene 45 años, una carrera de Derecho sin terminar y una llegada a la actuación casi por casualidad: a los 19 acompañó a una novia a un casting y él, que nunca había estudiado artes dramáticas, quedó seleccionado. Ella no.

Sin embargo, según sus propias palabras, siente que su vida está empezando recién ahora. Tan fuerte, con tanto impacto.

Claro que tuvo un pasado. A los 9, por ejemplo, le pidió un autógrafo a Mario Kempes (63), figura por aquellas épocas del Valencia, el club de su ciudad natal. Y quedó fascinado.

Ahora, hace tan sólo unos minutos, acaba de recibir un mensaje del Matador, su ídolo (el único que tuvo, según explica), felicitándolo por su trabajo en La casa de papel.

"Son muy locas las vueltas que da la vida, ¿no?", pregunta, mientras se acomoda en un coqueto sillón negro del Hotel Boca y se dispone a hablar con Clarín para una charla en la que no faltará ningún condimiento: drogas, alcohol, Dios y un rotundo giro en su vida que cambió todo de un día para el otro.

-¿Cuál es el primer recuerdo de tu vida, Enrique?

-Lo primero que me acuerdo de mi vida... (piensa) es el entierro de Franco en televisión. Yo nací el 8 de octubre de 1972 y (Francisco) Franco murió el 20 de noviembre de 1975. Recuerdo la sensación, y fijate que estamos hablando de un dictador jodido, de tristeza en la cara de mis padres y mi abuelo. Había una sensación de tristeza en todo el vecindario. La historia tiene esas cosas. Ahora a nadie se le ocurriría hablar bien de Franco, pero lo que viví en ese momento era como que la gente está desubicada después de 40 años, porque no sabía qué iba a pasar. Me acuerdo de la muerte de Franco y el entierro en televisión, una televisión que teníamos en blanco y negro.

-Mirá qué loco que te acuerdes de eso...

-Son momentos en los que ves a tus padres de una manera distinta.

-¿Cómo?

-Descompuestos. Y con 9 años vi los tanques del intento de golpe de Estado del general (Antonio) Tejero. Salieron sólo de un lugar en España, y fue en Valencia. Fueron 150 metros los que recorrieron, pero yo vi tanques pasar por la puerta de mi casa. Y eso me impactó mucho. El ruido, los tanques, la ciudad vacía, mi padre diciendo enseguida "tirar pa' dentro". He vivido cosas potentes en mi infancia.

-¿En el colegio cómo te iba?

-Muy bien. Era un estudiante muy brillante. No estudiaba demasiado, pero tenía algo muy parecido a la memoria fotográfica. Yo no lo sabía. No es tan común, hay uno de cada 100 niños que la tienen. Pero en un momento dado empezó a diluirse. Si la acompañás de grandes cantidades de alcohol y de drogas, que fue mi caso, se va por completo. Yo tuve una época muy difícil de los 25 a los 32 en la que alcohol tuvo mucho lugar porque no sabía cómo gestionar el éxito. No supe cómo gestionar la fama cuando me llegó con Periodistas (una ficción que integró en 2001). No me sentía bien. Era medio boludo, ¿sabes? Tocas fondo y renaces. O te hundes o renaces.

-¿Hasta qué punto estuviste mal? ¿Cuándo hiciste el click?

-Recuerdo un día: 14 de abril de 2004. Una especie de epifanía tuve en Los Ángeles. Una noche muy loca, de mucho... (se ríe) ¿Por qué no decirlo, no? Una mezcla de sustancia muy extrañas. Tuve la sensación como de verme desde fuera, una disociación muy grande de mi cuerpo y consciencia, con un sentimiento de pena muy grande hacia mi vida. Ese fue el toque de atención. Dije: "Si sigo así me muero".

-¿Qué habías tomado?

-Creo que a lo mejor pudo ser ketamina, porque te disocia. Una parte mía limpia y de buena onda vio a una cosa moribunda y fea. Dije: "¿Quién quieres ser? ¿Quieres volver a ese sillón o salir de ahí?". Estuve 72 horas sentado en el sofá sin moverme. Era algo muy fuerte lo que tomamos con un amigo como si fuera otra cosa. Entonces se produjo una cosa muy bestial: no podíamos hablar, no podíamos comer. Era estar atrapado en el cuerpo. Podríamos habernos quedado ahí.

-¿Y cómo siguió eso?

-No era para rehabilitación, pero algo no estaba en su sitio. Empecé a leer mucho sobre autoayuda. Busqué cuál era mi vacío, y poco a poco lo fui llenando. Igual es un trabajo que no acabas nunca. Creo que los retos que tenemos en la vida, triunfar, ganar dinero y tener una familia, todo es subsidiario a crecer como persona.

-¿Con qué llenaste esos vacíos?

-Mucha lectura, mucha meditación.

-¿Meditás actualmente?

-Sí. Y también uso hierbas medicinales, como ayahuasca o el sapo. Pero sobre todo mucha lectura: he leído más de, fácil, 300 libros en el área de mejoramiento espiritual. He hecho coaching a amigos. He sacado a mi mejor amigo del alcohol y de la coca. No tengo reparo en decirlo, lo que hago lo he vivido yo primero. Yo no funciono de manual. Me di cuenta que lo mejor es tratar de no controlar las cosas.

-¿Cómo sería eso?

-En el momento en el que tu dejas de llevar el coche y le dices a Dios, el universo o lo que sea, que maneje y tu vas de copi (copiloto), la vida te va de mil amores.

-¿Sos muy creyente?

-En el momento en el que bajé los brazos y dije "no puedo solo, estoy equivocado, no soy el que más sé, no soy el más guapo, no soy el mejor actor, no puedo dejar estos demonios detrás, ayúdame"... soy creyente ahora, no lo fui durante muchos años.

-¿A partir de ese momento?

-Dios me ha demostrado que sí.

-¿De qué manera?

-Un día entré en una iglesia en Londres. Llevaba 20 años sin entrar. Estaba abatido completamente, me acaban de pegar una paliza y me acababan de atracar días antes. Tenía la cara completamente desfigurada. Estaba en Londres atrapado, no quería volver a España porque era muy conocido y no quería que me vieran así. Me metí en una iglesia y dije: "Llevo 20 años sin venir por aquí, demuéstrame que merece la pena que siga volviendo. Te lo pido. Dame algo, no puedo más. ¡No me puede ir tan mal". A partir de ese día mi vida cambió.

-¿Sentiste la energía de la que hablabas antes ese día?

-Sentí la voz, sentí la presencia, sentí que yo salía de ahí con la cara menos hinchada, sentí que en el siguiente casting ya no estaba solo, que había algo conmigo. Lo mismo que me pasó con los tipos que me pegaron. Eran 2 ángeles, me salvaron la vida, porque yo no iba a parar, no hubiera parado.

-¿Por qué te habían pegado?

-Fue una discusión de fútbol en un bar. Hablé mal de (José) Mourinho.

-¿De verdad?

-Estaba como muy resentido, muy jodido. Era un Chelsea contra el Atlético de Madrid. Me puse todo español a hablar de fútbol y bueno... eso tenía que pasar. Pero estoy absolutamente agradecido a esos tipos. A partir de ahí fue como un resurgir. Ese sí que fue un punto de inflexión.

Fuente: Clarín