Izzy Ezagui se unió al jército luego de haber abandonado el secundario. La pérdida de un brazo reforzó su determinación y se destacó como francotirador.
El 8 de enero de 2009 es una fecha que el norteamericano Izzy Ezagui, oriundo de la ciudad de Miami, recordará por siempre como un momento bisagra en su vida.
Migrado a territorio israelí para prestar servicio a las Fuerzas de Defensa, el joven se encontraba junto a sus compañeros de unidad esperando órdenes de sus superiores – a sólo un kilómetro y medio de la frontera con la Franja de Gaza – cuando una granada de mortero de 120 mm impactó su carpa.
Minutos antes, Ezagui se encontraba debatiendo consigo mismo si debía llamar a su madre en la Florida para comentarle la verdad acerca de su misión, una que consistía en recuperar el cuerpo de un capitán abatido en el convulsionado territorio auto gobernado palestino. Hasta ese momento había decidido mentirle, al asegurarle que se encontraba lejos de la frontera y fuera de cualquier peligro.
Mientras sostenía su teléfono esperando a que alguien contestara del otro lado, una granada cayó a sólo unos pocos metros del joven soldado, para inmediatamente explotar con toda su furia. En ese momento pudo sentir como la totalidad de su brazo se desprendía de su cuerpo.
"Todo sucedió en cámara lenta, en medio de un extraño mezcla de cobre y sangre. Cuándo me di cuenta que era mi propia sangre, miré para abajo y pude ver que un pedazo de mi cuerpo ya no era parte mía" relató el militar.
En su libro, titulado "Desarmado: lecciones no convencionales del único francotirador de las fuerzas especiales de un sólo brazo", Ezagui relata en detalle el camino que lo llevó a luchar contra la adversidad y seguir, al día de hoy, prestando servicio para las fuerzas de Israel.
Su historia de vida estuvo marcada por los desafíos desde muy temprana edad. Hijo de un exitoso desarrollador inmobiliario de la ciudad de Miami, "Izzy" fue criado en dentro de un núcleo religioso que aparentaba ser la familia judía perfecta, hasta que su padre terminó en prisión por fraude.
Tras abandonar la escuela secundaria, Ezagui se pasó los siguientes meses de trabajo en trabajo, sin comprometerse de lleno a ninguno. Cansado de no encontrar su camino en la vida, el joven decidió a los 18 años unirse a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
"Teniendo en cuenta todo lo que el pueblo israelí había atravesado y orgulloso del hecho de que, por primera vez en mil años, teníamos una forma de defendernos nosotros mismos, decidí que era la mejor decisión a tomar" compartió el joven, en diálogo con el periódico The New York Post por el lanzamiento de su libro.
Uno de los aspectos más inspiradores de su historia es que, tras sufrir el ataque que lo dejó sin un brazo, el joven supo inmediatamente que quería volver a prestar servicio. Pero su camino para convencer a las autoridades militares correspondientes no fue nada fácil.
Sólo seis meses después del incidente, Ezagui ya había abandonado los poderosos calmantes que le permitieron lidiar con el tremendo dolor ocasionado por su "extremidad fantasma" y, tras volver a ponerse en forma, logró convencer al FDI para que le permitieran realistarse a sus fuerzas.
El proceso requerido para su reincorporación no sería nada sencillo. Ezagui tuvo que volver a someterse a todas las pruebas físicas que había pasado anteriormente, como disparar, recargar y desatascar armas, arrojar granadas, trepar colinas y sogas además de hacer flexiones, todo ahora con un sólo brazo.
A pesar de todos los obstáculos que se le presentaron, el nuevo aplicante logró completar nuevamente el servicio militar de forma ejemplar. "Ese fue el momento en el que más sentí que iba a darme por vencido" compartió Ezagui. "Cada vez que intentaba recargar un arma se trababa, dado que no tenía la otra mano para sostenerla quieta".
El joven compartió que, para evitar que esto suceda, tuvo que recurrir a la fuerza de su muñon, en ese momento todavía en proceso de curación, para poner presión sobre la culata y evitar que se moviera. "Cada vez que lo hacía sentía que me iba a desmayar del dolor" confesó.
El soldado aseguró que ha logrado capitalizar ese dolor a su favor. "Luego de cierto punto deja de ser un obstáculo y se convierte en un arma secreta, dado que el dolor extremo sirve para darte una dosis extra de adrenalina". Ezagui asegura que su aparente discapacidad le permite, en realidad, ver sus objetivos de forma más clara y disparar mejor que antes del incidente.
Un año y medio tuvo que transcurrir desde el ataque en las cercanías de la frontera para que el valiente joven pudiese reincorporarse a las fuerzas de manera completa. A pesar de haber completado su servicio militar en diciembre de 2011, Ezagui continúa en servicio activo como parte de las reservas y regresa a Israel varias veces al año para su entrenamiento.
Hoy reside en la ciudad de Los Ángeles, donde apuesta a una carrera como actor y guionista. Tras grabar un cortometraje sobre su vida, el cual protagonizó y escribió, hoy asegura que el accidente cambió su vida para mejor. "Perdí un brazo pero gané un corazón más grande, tengo las agallas y fuerza de voluntad para poder ver más allá" concluyó el hombre que además triunfa como conferencista motivacional alrededor del mundo y es también embajador no oficial de buena voluntad de Israel.