A diez días de la muerte de su mujer, Débora Pérez Volpin, Enrique Sacco, relató con detalles cómo fue el inicio de la relación con la querida periodista.
En un texto publicado en la revista Gente, Sacco narró los detalles de la primera cena que compartieron y habló del amor que siente por los hijos de ella y por su familia -a la que considera propia-. Además no ocultó en sus palabras el dolor por la pérdida de la mujer a quien define como "inmensa" y "compañera leal de cada momento".
La primera cita. "Comenzamos con un: '¿Cómo venís hoy? ¿Comemos tipo nueve?'. Nuestra primera cena fue mágica. Me enamoré desde ese primer encuentro. Me enamoré del todo, de su belleza -aquello que los ojos pueden ver-, y fundamentalmente de su estilo, de esa particular elegancia espiritual y conceptual que traspasa la imagen. Esa noche conversamos mucho. De casi todo: de sus hijos, de nuestros padres, la familia, los amigos, de nuestra profesión, de cine, e incluso, hasta de política". Sacco escribe también cómo los unió el amor por la ciudad de París, adonde viajaron en unas vacaciones que quedaron plasmadas en postales preciosas, que luego compartieron en Instagram. " Corrían los tiempos del estreno de Medianoche en París, la película de Woody Allen. Coincidimos en que estaba entre nuestros directores favoritos. Yo la había visto justo ese día, pero acordamos ir juntos al cine. Fue nuestra película emblemática. A los dos nos encanta esa ciudad (a mí me gusta su cielo gris y la lluvia, a ella no tanto), pero ese destino resumía muchas de nuestras preferencias importantes. Amamos viajar, y entonces, obvio, allí fuimos en nuestro primer paseo largo juntos: la Ciudad Luz, y también Londres. Un viaje que permitió conocernos profundamente en el día a día, con todo lo que una persona puede expresar y sentir. Disfrutamos de ambas ciudades".
La presentación a los padres, un hito. Según revela en el texto, pasó poco tiempo hasta que Débora decidió presentarle a sus padres y fue justo antes de emprender su primer viaje juntos: "A poco del retorno a Buenos Aires, recuerdo siempre esa linda escena en la puerta del hotel, esperando mi regreso de un partido de la Premier League (Fulham-Arsenal) para cenar juntos. Vestida de negro, pelo recogido, labios pintados y un par de pitadas al cigarrillo. El abrazo que nos dimos representó nuestro amor. Consolidaba el inicio de nuestra relación. El momento justo en que un hombre llega a la felicidad cuando siente que está con quien desea, sin importar el lugar. Para viajar conmigo me pidió presentarme a sus padres, Marta y Aurelio. Creo que era necesario que ellos me conocieran para estar tranquilos y por supuesto, opinar en la intimidad, como hacen todos los padres del mundo. ¡Qué linda cena! Aurelio -o Cucú para sus nietos- poseía un carisma especial. Y Marta, una escorpiana inteligente que lo dejaba conducir, aunque al final ella marcaba el ritmo. Cualquier similitud entre madre e hija, pura coincidencia. Honesta, inteligente, humilde, amable, simpática, independiente, y además bella. Me abrió las puertas de su corazón, confió en mí y me regaló lo mejor que una mujer puede dar: ¡AMOR, dos hermosos HIJOS del corazón, Agustín y Luna, y una gran FAMILIA! Ese legado es eterno".