Separada de Andrés Calamaro, y en pareja con el pianista británico James Rhodes, busca su destino como actriz desde un rol central en el el filme "Pescadores".
Micaela Breque mira a los ojos cuando habla. Sostiene la mirada. Requisito fundamental para dialogar y generar empatía. Tiene 28 años y se hizo conocida, hace siete, por ser la novia de Andrés Calamaro. El romance terminó y llegó otro amor. Pero ella se supo mantener en su eje y ahora se perfila como actriz. Instalada en Madrid junto a su novio, el pianista inglés James Rhodes, Micaela está de paso por Buenos Aires para visitar a su familia y acompañar el reciente estreno de la película Pescadores, de Marcos Quintana, que filmó a principios de año.
-¿Estás encarada en tu proyecto como actriz?
-Si, y estoy muy contenta con eso. Yo había filmado antes pero en un plan muy underground pero esta vez tengo un personaje central, muy importante, que es el que desencadena el conflicto de la trama. Es un thriller y es la primera película que se filmó en la Isla Maciel. Eso le da visibilidad a un lugar que está acá nomás pero todos ignoramos y del que desconocemos mucho. Mi personaje es la Polaca, una prostituta de barrio, a la que todos conocen y es como una mensajera, maneja mucha información y le gusta hablar bastante. Así se desencadena el conflicto. Pero ella no se sabe lo que puede provocar ese “lleva y trae”.
-¿El desafío fue no caer en los clichés o en los estereotipos?
-Sí, por eso me encantó la propuesta. Ella es una pobre chica que se gana la vida como puede. Me parece un personaje super interesante de armar, con muchos matices.
-¿Cómo fue filmar en la Isla Maciel?
-Hermosa experiencia. La inocencia de esta chica contrasta con ese ambiente hostil.
-¿Encontraste algo en común con tu personaje?
-La inocencia, principalmente. Ella desencadena un conflicto sin querer, pensando que hace un bien.
-¿Te identificás con eso? ¿Sos naif?
-Totalmente.Pero me encanta eso. Me lo tomo como algo bonito. ¿Por qué perder la inocencia? Yo lo vinculo mucho a la ilusión, a la imaginación, a la capacidad de asombro, a la confianza. A muchas cosas positivas.
-Estás instalada en Madrid. ¿Cómo es tu vida allá?
-Estoy estudiando actuación con Juan Carlos Corazza, un maestro argentino de actores que vive allá hace muchos años. Es el maestro de Javier Bardem y de muchos artistas más. Estoy cursando ahora mismo, tengo mucho para leer, estudiar y ensayar. Pero aproveché un pequeño impasse para venir a ver a mi familia. Empecé a ir con frecuencia a Madrid hace como cuatro años y volvía seguido a la Argentina.Era muy complicado ir y venir. Así que se fue decantando y me terminé quedando allá.
Breque vive en el barrio madrileño de Lista cerca del estudio de Corazza. “Voy caminando a las clases. Tengo un representante español que trabaja en conjunto con el de Argentina para buscar oportunidades en cine y teatro, tanto en Madrid como en Buenos Aires aprovechando todas las coproducciones que hay entre ambos países”, dice. “Hago audiciones todo el tiempo y hay dos proyectos para el año que viene para cine que me tienen muy entusiasmada”.
Se le nota un acento levemente neutro.“Estoy trabajando mucho el acento pero todavía estoy en el medio, me quedé en el océano”, cuenta. “Empecé con una fonoaudióloga para para poder adquirir un acento real, natural que me permita trabajar más en España. Pero lleva mucho tiempo.Todavía estoy en el neutro pero la intención es poder tener los dos acentos y así trabajar con fluidez en ambos lugares”.
-Más allá de lo laboral, ¿extrañás Buenos Aires?
-Sí, muchísimo. Cuando filmé la peli en marzo, por ejemplo, traté de estar con mi familia el mayor tiempo posible. Y así, cada vez que tengo la posibilidad. Esta vez es la que más demoré en volver, fueron nueve meses. Acá están mi papá, mi mamá, mis hermanos, mi abuela, amigos.
-Desde muy chica tenés una vida bastante agitada, con viajes, relaciones fuertes, ¿alguna vez planeaste algo de todo eso?
-Nunca planeé nada. No me sale. Uno cree que controla pero las cosas se dan cuando se tienen que dar. Si planeo, me sale todo mal.
-¿Te sentís un poco nómade?
-Es algo muy bueno adaptarse a diferentes realidades, te obliga a estar atenta y a improvisar con lo que la vida te ofrece. Te enriquece. Mi estado natural es “vamos a surfear con lo que me toque”.
La “ola” desde hace menos de un año, es su relación con el músico inglés James Rhodes, pianista clásico que conmovió al público contando en su autobiografía una infancia trágica marcada por el abuso y otras situaciones dramáticas.
-En Madrid vivís con tu novio, James Rhodes. ¿Cómo se conocieron?
-El es un amor. Yo leí su libro y quedé muy conmovida, como tantos. Y le puse un comentario en Instagram sin ningún interés. Sólo para agradecerle la valentía por contar eso.Me pareció heroico. Me contestó y con el tiempo fuimos hablando más y un día fue a Madrid a un concierto. Y así empezamos.
-¿Cómo llegó él a vivir a Madrid?
-El vivía en Londres pero tenía planeado instalarse en Barcelona un tiempo, porque quería aprender español y porque es una ciudad con mucha movida editorial, algo que le interesaba porque también es escritor. La relación empezó a florecer y como en Barcelona están muy concentrados con lo de la independencia, se le ocurrió que Madrid era una buena opción para mudarse. Yo vivía allí con varias personas de distintos lugares del mundo compartiendo el alquiler y un día me dijo: “¿Y si en vez de vivir con personas que no conocés vivís conmigo que sí me conocés?”. Y bueno, así fue. Lo intentamos y va muy bien.
-Tus relaciones más importantes son con músicos.
-Sí, que escriben bien también.
-¿Qué rescatás del vínculo con Calamaro?
-Las relaciones humanas, tranquilas o no, son complejas. Con Andrés todo bien, es una historia que terminó y él sabe, además se lo dije, que le deseo lo mejor de todo corazón. Andrés es un gran tipo y un gran artista. Compartimos tantos años y no podría quedarme con rencores. Al final siempre voy donde me siento nutrida, en todos los aspectos de la vida: el trabajo, el estudio, las relaciones.
Dos amores unidos por la música:
Cuando apenas tenía 21 años Micaela Breque enamoró a Andrés Calamaro (por entonces 49), músico consagrado, en pareja y con una hija. Después del escándalo inicial, sorprendieron a todos y siguieron juntos, a pesar de algún impasse, durante seis años. En febrero de este año, la relación terminó y todo fue en buenos términos.
Poco después Micaela se volvió a enamorar, de otro músico: el pianista inglés James Rhodes, de 42 años. Rhodes relató en una autobiografía estremecedora su difícil infancia como niño víctima del abuso sexual. Esa situación le trajo, además, varias consecuencias físicas y psicológicas. Ahora, con un hijo adolescente, el músico es la voz de esta causa para ayudar a otras víctimas como él. Conoció a Breque hace un año, se enamoró y se mudó con ella a Madrid.
Filmar en la Isla Maciel: En marzo, los directores Marcos Quintana y Néstor Sánchez Sotelo filmaron, durante un par de semanas, en la Isla Maciel la película Pescadores en la que trabajan, además de Micaela Breque, Daniel Valenzuela, Marcos Sein, Rubén Noseda y Francisco Quintana. El filme, un thriller, se estrenó hace diez días y ahora se proyecta en el Gaumont todos los días a las 15.30 y a las 22.30. “Me encanta que esté en ese cine compartiendo con otras películas argentinas. Además, sé que también va a recorrer muchos festivales en distintos lugares del mundo”. Micaela Breque había filmado antes, Palmera (2013) y Argentino QL (2016), además de algunas participaciones en televisión.